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José García Domínguez

No se pueden bajar los impuestos

No se puede bajar los impuestos sin mutilar el gasto o aumentar el déficit. Salvo que haya crecimiento, que no lo habrá.

No se puede bajar los impuestos sin mutilar el gasto o aumentar el déficit. Salvo que haya crecimiento, que no lo habrá.

La asombrosa capacidad par el autoengaño de la gente que se supone seria. Nunca entenderemos la naturaleza profunda de esta maldita crisis sin reparar en esa querencia atávica por el pensamiento mágico de las elites contemporáneas. He ahí, desde los excomunistas italianos a los conservadores suecos pasando por el establishment español al completo, la universal fascinación por el modelo americano. Todo el mundo quería ser como Estados Unidos sin reparar en la obviedad de que era imposible ser como Estados Unidos. Metafísicamente imposible. Y ello porque el mítico modelo americano se basaba en vivir a crédito de sus rendidos admiradores extranjeros, consumiendo a espuertas con un dinero que no era suyo hasta que el sistema financiero global reventó.

Es algo tan simple como que todo el mundo no puede vivir a costa de todo el mundo. Parece sencillo de captar, ¿verdad? Bien, pues aquí aún no se ha comprendido. Repárese, si no, en las prédicas cotidianas de nuestros embelesados yancófilos. La candidez humana. La buena gente se queda perpleja al saber que la Iglesia de la Cienciología , el engañabobos de Tom Cruise, puede pagar un suntuoso palacio junto al Congreso de los Diputados. Y, sin embargo, esa misma buena gente comulga con el gratuito optimismo oficial a cuenta de un inminente fin de la crisis. Misterios de la psique humana. Personas inteligentes y bien formadas observan cómo el Banco Central Europeo adopta medidas extraordinarias, insólitas, inauditas heterodoxias monetarias propias de una situación de guerra, y, al tiempo, son capaces de creer con la fe del carbonero que España, el país por el que más teme esa institución, ya ha superado la tormenta y navega risueño rumbo al crecimiento.

El bálsamo fiscal de Montoro es el fruto material de ese cuento de hadas. Una fantasía tributaria que se sustenta sobre la premisa implícita de suponer lerdos a los empresarios. Y es que cualquiera que no sea Tom Cruise reaccionará a los tipos de interés por los suelos del BCE pensando: "Muy mal, rematadamente mal tienen que ir las cosas si Draghi está haciendo eso y Alemania le deja". Los círculos cuadrados no existen. No se puede bajar los impuestos sin mutilar el gasto o aumentar el déficit. Salvo que haya crecimiento, que no lo habrá. O salvo que se le quieran regalar cincuenta diputados a Pablo Iglesias en las próximas elecciones, claro.            

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