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Carlos Rodríguez Braun

Economía del obispo

Proclamar que "el Partido Popular es liberal" choca abiertamente contra la realidad: el PP es todo lo contrario.

Proclamar que "el Partido Popular es liberal" choca abiertamente contra la realidad: el PP es todo lo contrario.

La carta pastoral que el obispo de Alcalá de Henares, monseñor José Antonio Reig Pla, publicó hace un tiempo con el título "Llamar a las cosas por su nombre" desató las iras del progresismo, lo que resulta de entrada bastante plausible.

En efecto, acusar al Gobierno, y en particular a Mariano Rajoy, de mendaz y desleal por incumplir su promesa electoral de reformar la Ley del Aborto es respetar la realidad de manera pulcra y objetiva. Oponerse frontalmente al aborto ("Ninguna ley del aborto es buena") o al llamado matrimonio homosexual resulta en cambio mucho más discutible, pero es defendible, como lo es también la insólita petición pública a los católicos para que abandonen los sindicatos y los partidos políticos existentes ("estructuras de pecado") y "hacer una llamada a promover iniciativas políticas que hagan suya, integralmente, la Doctrina Social de la Iglesia".

Se dirá lo que se quiera sobre estas ideas, o sobre la forma en que las expresó el prelado, pero no son completamente absurdas, y tienen un cierto anclaje en la realidad social y moral de nuestra sociedad.

En cambio, proclamar que "el Partido Popular es liberal" choca abiertamente contra la realidad: no sólo el PP no es liberal sino que se ha manifestado en sus palabras y en sus hechos contrario a lo que el liberalismo propicia.

Lamentablemente, monseñor Reig Pla continuó con esta línea de acusación, que, por cierto, es la misma que defiende la izquierda, no precisamente partidaria del cristianismo. Una izquierda que también coincidiría con él en su aplauso a "la justicia social y la atención a los empobrecidos y a los que más sufren". Con estas mismas ideas se encaraman al poder los mayores enemigos de la Iglesia.

Monseñor podría haberlo pensado, igual que podría haberse contenido antes de solaparse precisamente con los extremos más antiliberales de derechas e izquierdas, y llegar al delirio de acusar al PP y los demás partidos y sindicatos de ser

siervos todos de instituciones internacionales (públicas y privadas) para la promoción de la llamada gobernanza global al servicio del imperialismo transnacional neocapitalista.

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