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¿Fuga de cerebros? No muchos, pero de los buenos

Las estadísticas apuntan a que el número de emigrantes españoles se ha aproximado, durante la crisis, a las cifras habituales en el resto de Europa.

La fuga de cerebros se ha convertido en uno de los tópicos de esta crisis. Desde hace años, se multiplican los reportajes sobre los jóvenes españoles que, ante la falta de oportunidades, han tenido que irse al extranjero para buscarse la vida. Y algo de razón tienen: la cifra de españoles que han salido de su país se ha multiplicado desde 2007.

Lo que no se suele decir tanto es que la anomalía, al menos si miramos al resto de países ricos de Europa, no está en lo que pasa ahora, sino en lo de antes. Es decir, el número de emigrantes españoles no es ahora muy elevado en relación con lo que ocurre en Francia, Alemania o Italia. Si esto es bueno o malo es una cuestión que cada uno deberá resolver. Pero al menos no debería verse como algo excepcional.

Este martes, el Banco de España (BdE) publicaba su boletín de julio-agosto, con un capítulo dedivada a la "Evolución reciente de la población en España". Los autores destacan que la población de nuestro país ha caído entre 300.000 y 520.000 personas en los dos últimos años (no hay una cifra cerrada porque varía ligeramente según se cojan los datos del padrón o del INE), aunque en 2014 este saldo migratorio negativo descendió considerablemente respecto a lo que ocurrió un año antes.

Pero esto son cifras totales, en lo que toca a los españoles, "las salidas se situaron cerca de las 80.000 personas", aunque compensadas con las 41.000 entradas que registra el INE. En total, por lo tanto, hablamos de un saldo negativo neto de unas 40.000 personas. Son cifras que no dicen mucho, aunque a primera vista puede verse que no son muy elevadas. Teniendo en cuenta que la población española supera los 46 millones, estos 80.000 emigrantes no alcanza el 0,2% del total (el doble si tomamos sólo a los 23 millones de la población activa). Por eso, los autores de este informe apuntan que "la propensión a emigrar de los españoles sigue siendo muy poco significativa (especialmente de los nacidos en España".

Como decíamos anteriormente, la misma conclusión puede sacarse si vemos lo que pasa en los países de nuestro entorno. Según las estadísticas de Eurostat, el número de emigrantes españoles en 2013 ascendió a 73.329 personas sobre una población de 46,7 millones de habitantes (0,15%). En Francia, las cifras son de 154.608 emigrantes y 65,6 millones de habitantes (0,23%); en Alemania hablamos de 104.245 emigrantes y 80,5 millones de habitantes (0,13%); y en Italia, 82.095 emigrantes y 59,7 millones de habitantes (0,14%).

Podemos ver que lo que ocurre en los últimos años en nuestro país no es la excepción, sino la norma. Lo extraño, al menos en el contexto europeo, eran las cifras pre-crisis. Según Eurostat, el número de emigrantes en 2004 fue de 13.156 españoles, 19.290 en 2005 y 22.042 en 2006, unos números que están muy lejos de los de franceses, alemanes o italianos. Es decir, en la última década, el número de emigrantes de nuestro país se ha multiplicado por seis. No ocurre lo mismo entre nuestros vecinos. En Francia e Italia la cifra de emigrantes ha crecido desde 2006, pero en una proporción mucho menor que la nuestra; y en Alemania, incluso ha bajado el número de los que se van al extranjero. Por eso, la pregunta quizás no sería tanto por qué tantos españoles se marchan ahora, sino por qué se iban tan pocos antes.

Otra cosa es el tipo de inmigrante. El Banco de España publica el siguiente gráfico, con los emigrantes por nivel educativo. Y puede verse como más del 50% de los que se han ido durante la crisis tienen un perfil alto (alcanzan el 90% si sumamos los de nivel medio). Es decir, al revés de lo que ha ocurrido en anteriores oleadas migratorias de nuestra historia, como la que se llevó a cientos de miles de españoles a Bélgica, Suiza, Francia o Alemania en los años 50 y 60, los que están saliendo ahora son los más preparados, titulados universitarios especialmente.

BdE

Dos apuntes: viendo el número total de los que salen (unos 35.000-37.000 licenciados en 2013), no es especialmente preocupante. Y no tiene por qué ser malo para un país que algunos de sus mejores cerebros busquen fuera oportunidades. Si mantienen el contacto con su lugar de origen (y esto suele ser así en el caso de los españoles), en realidad puede ser más una oportunidad que una amenaza, en forma de nuevos proyectos en los que lo que hayan aprendido fuera se combine con lo que conocen de su país. Es cierto que no se puede saber si España sabrá aprovechar esta posibilidad, pero al menos no debería tener miedo a que sus jóvenes, como los de otros muchos países de Europa, salgan al extranjero buscando una oportunidad.

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