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EDITORIAL

Amancio Ortega y la mezquindad de la izquierda

La economía de libre mercado no es un juego de suma cero en el que lo que gana uno lo pierde otro tal y como erróneamente piensa la extrema izquierda.

Por primera vez en la historia, un español, Amancio Ortega, ha liderado la famosa lista Forbes de hombres más ricos del mundo. Por una horas, el fundador de Inditex, el imperio textil por excelencia, ha superado a Bill Gates, el creador de Microsoft, aupándose así al primer puesto del podio.

El hecho de que un empresario nacional logre tal hazaña debería ser un motivo de orgullo y, sobre todo, profunda admiración por un hombre que, partiendo de la nada, ha logrado levantar una de las compañías más valiosas y grandes del mundo gracias a su esfuerzo, su trabajo, su tesón y, muy especialmente, su agudo ingenio para revolucionar un sector tan competitivo y complejo como el de la moda. Sin embargo, lejos de alegrarse, la izquierda en general y la extrema izquierda en particular, se han apresurado a condenar semejante hito, demostrando así, no sólo su deleznable inquina hacia todo lo que huela a éxito y riqueza, sino su profundo desconocimiento sobre los fundamentos más básicos de la economía.

Sus críticas rezuman odio, sí, pero sobre todo ignorancia. Esa izquierda retrógrada y revanchista, que ansía el totalitarismo estatal por encima de todo y que, por tanto, sueña con otorgar el control absoluto de nuestras vidas y haciendas a políticos y burócratas, no sabe -o no quiere saber, lo cual es más triste- que la riqueza no es algo dado, sino que es fruto, primero, de la innata creatividad humana y, después, del ahorro y la diligente gestión del patrimonio acumulado. Ortega empezó vendiendo batas en una pequeña tienda en el centro de La Coruña hace casi medio siglo y, a base de mucho trabajo e inventiva, acabó creando Zara, la marca que, posteriormente, se convertiría en el gigante que es hoy Inditex. El origen de su riqueza consiste, simplemente, en satisfacer del mejor modo posible los gustos y necesidades de millones de personas alrededor del globo, ya que su ropa es demandada en decenas de países. Puesto que sirve muy bien al público -mercado-, éste le recompensa con ventas crecientes y jugosos beneficios.

La economía de libre mercado no es un juego de suma cero en el que lo que gana uno lo pierde otro, tal y como erróneamente piensa la extrema izquierda, sino que es un sistema que posibilita la creación de riqueza, ya que permite atender las necesidades de los demás mediante una ventajosa relación de intercambio e interacciones entre todos los individuos y agentes que lo componen.

Pero es que, además, con independencia de esa manifiesta incultura y asombrosa ineptitud, lo único que subyace en las críticas e insultos al empresario gallego es un sentimiento mucho más aberrante: la envidia. Quienes así piensan son los mismos que suelen ocultar su mediocridad existencial culpando a los demás de sus propios errores, fracasos o carencias. Prueba de ello es que, no contentos con criticar la fortuna de Ortega, se atreven incluso a despreciar los millonarios donativos que suele protagonizar el empresario a diversas organizaciones sociales, ya sea para ayudar a los más necesitados o bien para contribuir en la lucha contra el cáncer, tal y como se conoció el jueves, con un desembolso de 17 millones de euros para los centros de diagnóstico y tratamiento oncológico de Galicia. Criticar ese gesto sólo tiene un nombre, mezquindad, y varios apellidos: resentimiento, rencor, desazón... Pura y simple bajeza moral.

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