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Así es la película de Podemos: panfleto, victimismo y mucha tortilla de patatas

Política, manual de instrucciones es un espectacular lavado de imagen de Podemos, que funciona en varias direcciones al mismo tiempo.

Política, manual de instrucciones es un espectacular lavado de imagen de Podemos, que funciona en varias direcciones al mismo tiempo.

Atravieso las calles bajo un sol más inclemente que un gobierno chavista. Llego al cine. Parece que no hay mucha gente, de momento. Quiero comer algo, pero en la tienda me dicen que no tienen bebidas ni productos básicos para el cine. No hay palomitas, nada de Coca Cola. La escasez, me cuentan. No entiendo nada. Decido caminar hacia la sala, pero antes de llegar me encuentro una cola inmensa. Me dicen que espere ahí de pie y calladito. Dos horas. Esto no me había pasado nunca. Cuando no siento las piernas, se despeja la zona. Me han robado la cartera de camino a la butaca, está el cine como para no volver.

Empieza la película y delante de mí un tipo levanta el brazo. Puño cerrado al viento y berrido animal. Algo proclama. Le pido que baje su extremidad superior, que no puedo ver la pantalla y le recuerdo que yo también tengo un puño de esos. En la película hablan de un partido político llamado Podemos. ¿Podemos? ¿Cómo va a existir un partido que tiene un verbo por nombre? Es absurdo. La irrealidad me saca de mi sueño. Al despertar me limpio el sudor y las babas mientras celebro que solamente había sido una pesadilla.

He ido a ver la película de Podemos. Sí. Está dirigida por Fernando León de Aranoa y producida por el millonario marxista (en serio) Jaume Roures, un gran fan del partido. El documental se llama Política, manual de instrucciones. ¿Manual de instrucciones? Justo lo que nadie lee nunca. ¿Hay algo más aburrido que un manual de instrucciones? Es un nombre increíblemente poco comercial.

Es como si a El Lobo de Wall Street la hubieran llamado Economía, declaración de la renta o como si Titanic se titulara Navegación: ya verás tú los del seguro. Entiendo que llamar a esta cosa Pablo es la hostia (cada día hablamos peor en esta página) habría sido criticado hasta por los votantes de Podemos (no), pero podrían haber buscado un nombre más atractivo. No se desvíen el tema, por favor.

El caso es que mi intención era ver la dichosa película en Vallecas, cuna del podemismo. Por desgracia, no se proyecta allí. Y es que el largometraje ha tenido una distribución muy pequeña, propia del humilde partido de la gente y muy lejos de las superproducciones cinematográficas de sus rivales políticos como Dimisión Imposible, Lo que Ferraz esconde o la siempre arrebatadora y sensual El indomable Garicano. Agotados todos los juegos de palabras que me permiten por artículo, volvamos al tema para el que estamos aquí reunidos.

Finalmente, tengo que ver la película de Podemos en el barrio madrileño que más votos dio a Carmena: bienvenidos al Centro. En el cine pido un asiento lateral junto al pasillo para poder huir fácilmente llegado el momento. Además, quiero poder mirar a la gente discretamente. Lejos de lo que podría pensarse, la mayor parte de la sala está ocupada por personas con la edad de mis padres (tengo 34 años).

Por ejemplo, a mi lado se sientan tres mujeres jubiladas o, al menos, con ganas de hacerlo. No lo esperaba, pero realmente soy de los más jóvenes en aquel lugar (aquí sigo teniendo 34 años, salvo que lean muy despacio). En la sala también hay un niño. Un niño que, seguramente, ya odia la democracia. Porque la película es durilla de ver. Es política pura, tal como promete desde el título. Apenas se habla de desahucios o de pobreza, no hay cifras dramáticas ni imágenes de gente viviendo en una estantería. No hablan de Rato o de Bárcenas, no es como ver La Sexta. Y se agradece.

El making of de Podemos

Este documental es el making of de Podemos, es la recomposición subjetiva de un camino que habíamos vislumbrado desde fuera y a cuyo interior tenemos ahora la posibilidad de asomarnos. Nos muestran lo que ocurre detrás del escenario y podemos ver cosas que hasta ahora los friquis de la política solamente habíamos imaginado (y que la gente normal no había perdido el tiempo en pensar).

La película hace un seguimiento de Podemos desde su auténtico nacimiento como partido en la Asamblea Ciudadana de Vistalegre, llegando hasta las elecciones generales del pasado 20 de diciembre. Hay introducción, nudo y desenlace. Hay victorias (alcaldías del cambio) y derrotas (las elecciones catalanas, por ejemplo).

Hay crisis y temporales que capear, como el chanchullo de Monedero o la beca de Errejón, ambos casos presentados casi como accidentes que surgen espontáneamente. Hay noches de celebración y noches tristes. Hay héroes y villanos (como Rivera), aunque estos últimos apenas aparecen. No hay voces en off y no hay explicaciones, lo que hace que todo resulte más limpio, pero más difícil de entender. Si no se conoce la biografía del partido, es fácil perderse.

Todo el relato está construido con imágenes del trabajo de los líderes de Podemos en el día a día, que se alternan con fragmentos de entrevistas de ellos mismos. Es decir, vemos a podemitas haciendo cosas y a los mismos podemitas explicándolas. Y nada más. Es un documental puesto al servicio de Podemos, extremadamente amable, lo que habría filmado el propio partido. Sin embargo, el largometraje sabe mantener la apariencia de que en ningún momento estamos ante un largo vídeo electoral.

Actores

Monedero abre la película, que para eso tiene cierta experiencia en cine. Si no, miren este pequeño pero meritorio papel que hizo en la película Gente pez en 2001:

Quería compartir los inicios de este actorazo, capaz de interpretarse a su propio yo futuro. En Política, manual de instrucciones el profesor podemita es la voz de la conciencia. Se nota que es mayor que la mayoría de los miembros del partido y que sintoniza otros canales de la vida. Es el que regaña, el que advierte cuando Podemos se desvía del camino y abandona al pueblo. Es el que avisa de que la formación se está convirtiendo en algo "demasiado parecido" a la casta.

En la película se pueden intuir sus discrepancias con otros líderes y se nota que llega un momento en el que Monedero pinta poco en Podemos y en el que todos saben que él es un lastre con gafas. Su dimisión de la directiva de Podemos (en abril del año pasado) marca también su pérdida de protagonismo según avanza la película.

Esto sí que no se esperaba. Errejón es el protagonista de la cinta y el que sostiene todo el relato, el que va explicando cada fase y cada decisión con su lenguaje de "núcleos irradiadores" y "horizontes compartidos". Así que al mismo tiempo que el joven podemita eleva el nivel del contenido del documental, dificulta su comprensión al espectador menos político.

Noto desde el principio que las tres señoras en edad de jubilarse que están junto a mí son admiradoras de Íñigo. Una de ellas señala que "ese chico parece muy listo". Las otras asienten cómplices. Las tres tienen razón. Otra cosa es que se enteren de lo que Errejón quiere decir cuando habla de (cojan aire) "construir una identidad popular como la forma en la que los sectores subalternos más empobrecidos reclaman para sí la representación de los intereses generales constituyendo un bloque social inicialmente contrahegemónico, pero capaz de disputar con éxito el poder político en sus sociedades" (o algo similar).

Bescansa es tal vez la que más favorecida sale en la película, siempre buceando en encuestas. Vemos de ella una versión más agradable y más natural que la que podemos encontrar en un debate de La Sexta. También vemos a su hijo en la oficina, mucho antes de que se lo llevara a lucirlo en el Congreso, algo que aporta algo de coherencia a su trayectoria. Teresa Rodríguez aparece como lo que es y de Echenique no podemos ver su resurgir tras el despido de Sergio Pascual, que apenas asoma en alguna escena. El tiempo dedicado a otros miembros del partido es muy pequeño.

Además, hay otras estrellas invitadas. Por ejemplo, Ada Colau, que no pudo explotar sus estudios de interpretación hasta que no llegó a la política y que tiene un papel discreto. También aparece Tsipras, que hace una buena representación hablando en inglés con un acento griego muy conseguido. Pablo le pide al político ateniense que vaya abriendo camino llegando al gobierno él primero. Luego, si te he visto no me acuerdo.

El espectador más atento podrá observar cómo cambian los escenarios, cambian las sedes, los edificios, los despachos se vuelven más grandes, el partido va levantándose, cada vez se percibe más dinero. Y las personas cambian. Algunos de los que son protagonistas al principio, no son más que un recuerdo al final. Creo que una de las claves que hacen de Podemos un partido eficaz es la meritocracia (imperfecta, claro), mucho más perezosa en otros partidos.

En estos dos años la formación de Iglesias ha sido muy ágil a la hora de prescindir del que no servía y de promocionar al que podía sumar. El nepotismo y el amiguismo han sido fea costumbre, pero nunca han puesto en peligro la eficacia de la maquinaria. Esa meritocracia, de alguna manera, se percibe a lo largo de la cinta.

Manual de medias verdades

Política, manual de instrucciones es un espectacular lavado de imagen de Podemos, que funciona en varias direcciones al mismo tiempo. Para empezar, las versiones de la realidad que ve el espectador son, justamente, las que defendería el partido. Por ejemplo, se construye de forma penosamente débil un relato que une el 15-M y el nacimiento de Podemos, como si el partido hubiera surgido el mismo día 16 a primera hora de la mañana. Es como si ambos acontecimientos fueran acción y reacción, cuando realmente pasaron tres años entre uno y otro y el 15-M, a lo sumo, sirvió de inspiración al partido. Pero el documental se arrodilla ante la versión podemita sin ofrecer ningún matiz o voz discordante.

También nos quieren vender que hay mucha gente participando en cada una de las decisiones de Podemos. Nos enseñan a miembros del partido totalmente anónimos que parece que tienen muchas ideas que aportar. Vemos largas reuniones en las que todos participan. Pero no es lo mismo que te dejen hablar y que tus palabras cuenten, como no son lo mismo las cartas al director que ser el director. Lo cierto es que en la película no han podido evitar que se aprecie que el timón de la formación política lo llevan fuertemente agarrado Iglesias y Errejón. Los demás, salvo Bescansa, son casi meros ayudantes. El sueño de un partido horizontal era solamente eso, un sueño.

La escena más larga del documental es la asamblea de Vistalegre, en la que nos enseñan el enfrentamiento entre el equipo de Pablo Iglesias y el de Teresa Rodríguez y Echenique. El combate está bien narrado, pero realmente es ficticio, pues la televisión, que es la que elige quién es famoso (y conocido por el votante), había decidido hacía tiempo que Pablo dirigiría el partido. Los afiliados simplemente confirmaron esa decisión con su voto.

Viendo la película tenemos una falsa sensación de estar penetrando en las intimidades del partido. Vea usted las entrañas de Podemos, no hay trampa ni cartón. Estos chicos son transparentes, piensa el espectador. Los cámaras ofrecen curiosos planos al colarse entre las cabezas de los podemitas metiéndonos en medio de una reunión del partido, como si fuéramos uno más. En varios momentos tenemos la sensación de estar contemplando conversaciones súper secretas (jo, tía).

Pero lo cierto es que para hacer la película se han grabado más de quinientas horas de vídeo, que se resumen en solamente dos. Es decir, nos enseñan, obviamente, lo que quieren. Y Podemos no habría permitido que un equipo de cámaras grabara buena parte de tu actividad privada como partido político sin saber que compartían sus objetivos (en el amplio sentido de la palabra) y sin estar seguros de que no iban a publicar nada que perjudicara al partido.

Por ejemplo, en toda la película no hay broncas, no hay insultos, no hay palabrotas, no hay rabia, no hay agresividad, no hay ira, no hay portazos, no hay golpes en la mesa, todas ellas, reacciones normales en trabajos bajo esa presión. Y no hay una sola declaración comprometedora, una frase que pueda suponer al partido tener que dar explicaciones. Nada.

Venezuela es tema tabú, aunque sí aparecen los viajes que los líderes de Podemos realizan a Ecuador, a Uruguay y a Bolivia, cunas de la socialdemocracia nórdica. Hay alguna alabanza a las políticas latinoamericanas, pero todas ellas quedan lejos del clásico "me emociona escuchar al comandante Chávez, se le echa mucho de menos". El tema bolivariano ha sido escondido en el documental con descaro.

El espectador puede tener la sensación de que hubiera pasado una eternidad entre unas escenas y otras y el documental abarca poco más de un año. Pero es que aparecen claras contradicciones internas, normales en un partido que cada mes defiende unas tesis distintas. Por ejemplo, la unión con Izquierda Unida parece algo impensable en la película (real en el presente). Al principio Tsipras parece un personaje esencial y luego cae en un olvido propio de una canción de verano. Contemplamos el Podemos que aspiraba a ser asambleario y el que se olvida de ese cuento tras la caída de Monedero. El partido cambia y cambia, prueba y desecha.

La película evidencia que, en contra de lo que pensaran algunos podemitas (los más ilusos) Podemos no es una formación de gente que tiene sus vidas normales y que en su tiempo libre se dedica a conseguir setenta escaños. No. Podemos es un partido de políticos haciendo política las veinticuatro horas del día. Son tan falsos como los demás, se dedican a manipular la opinión de los ciudadanos como los demás, asumen que lo que ocurre en televisión es un teatro y tienen el único objetivo real de ganar poder. No es nueva política, es política. Y cuando haces un documental de política, incluso una serie o una película de ficción sobre el tema, vas a tener que mostrar algunas de las miserias propias de la profesión.

Así que hay que hacer algo al respecto. Para luchar contra lo obvio, para amortiguar lo fría y lo desagradable que es la política y sus tácticas, el documental juega a contarnos que Iglesias, Errejón o Bescansa son gente normal. En un momento dado aparece la casa que Pablo guarda como un tesoro absurdamente humilde. Es un auténtico viaje en el tiempo, a pesar de que el líder podemita gana 100.000 euros al año.

Alguien en el cine comenta entusiasmado "es su casa", como si no fuera obvio y por si acaso alguien la hubiera confundido con un salón del Palacio de Versalles. En otra escena, Bescansa lleva a su niño al trabajo. Otro día, Errejón come tortilla. Este tema me gusta. Y es que la comida tiene su protagonismo en el documental. Los líderes de Podemos comen cosas normales de gente normal. Hay una escena en la que Pablo explica su siguiente paso con la boca llena, mientras picotea algo de embutido. En un viaje, Errejón come una hamburguesa en un vehículo en marcha y comenta su propia hazaña. La noche del cara a cara entre Rajoy y Sánchez, Íñigo come un trozo de tortilla mientras observa el debate.

Las tres mujeres que hay a mi lado contemplan entusiasmadas la escena: un político que come tortilla, como nosotras. En el documental hay primeros planos de la tortilla, cuyo amarillento color se refleja en los humedecidos ojos de los espectadores. Una de las mujeres se apoya en el asiento que tiene delante. Está entregada. Desde mi posición, parece que está de rodillas en el suelo. Compruebo que no. Me quito el sudor de la frente.

Aunque creo que no hay demasiada literatura al respecto, la alimentación tradicional (tortilla, de patatas y no de fetos humanos) sirve desde hace tiempo como elemento normalizador de un político, consiguiendo que el público se sienta identificado con lo que ve. El gastropopulismo lo usa Podemos desde su fundación, desde que en enero de 2014 Iglesias fotografiara el bocadillo que iba a cenar.

Imaginen a Pablo haciendo la foto. Totalmente ridículo. Pero para parecer pueblo hay que comer bocadillos y tortilla y tener una cocina de los años setenta. Y funciona.

Tal vez el mayor engaño de todo el documental es presentar a Podemos como un David luchando contra el Goliat que representa el sistema. Los centros de poder observan al nuevo partido con desprecio al principio y con miedo después. Nos cuentan, en boca de Pablo, que los medios (controlados por los poderosos) comienzan a invitarle a las tertulias porque su presencia atrae más espectadores, no porque quieran verle por allí. Es decir, hay que creerse que por un par de puntos más de audiencia la casta se juega su poder y su hegemonía e insiste en invitar a Iglesias una y otra vez a los medios hasta el fin de los días del antiguo régimen bipartidista. ¡Suicidas!

El victimismo de Podemos forma parte de la heroicidad con la que quieren adornar al partido. Heroicidad que no merecen. Si el establishment hubiera querido, Podemos sería un partido más de esos que sacan dos mil votos en unas elecciones. Su hazaña ha sido mucho menos épica de lo que nos quieren hacer creer y ese juego de pueblo trepando al poder con todo en contra no se lo creen ni los podemitas más histéricos.

De hecho, Política, manual de instrucciones es una contradicción en sí misma. Porque el partido que en plena campaña electoral tiene una película en los cines (que no les ha costado un euro) no es Ciudadanos, no es el PP, no es el PSOE. El que tiene canales a su servicio día y noche desde hace dos años no es Ciudadanos, es Podemos. Mientras nos venden en la pantalla ese épico mensaje de ruptura histórica, de lucha contra los poderosos sin ayuda alguna, uno es capaz de ser consciente de que es la primera vez que va al cine a ver una película sobre un partido político español. Por cierto, es muy fácil presumir de campañas electorales austeras cuando hay por detrás señores con mucho dinero, con productoras de cine y de televisión pagándote caprichos de dos horas, como este documental.

Como decía más arriba, la película acaba en las elecciones del pasado 20 de diciembre y (ojo, spoiler), no las gana Podemos. Ni siquiera es segundo, algo que el propio Iglesias en la película considera "imprescindible". Así que el final no es todo lo feliz que le hubiera gustado al director y al productor. El documental está incompleto. Es posible que en la versión doméstica de la película añadan lo que ocurra el próximo 26 de junio, que a buen seguro será un resultado más feliz para ellos (hagan la maleta).

Había oído que en algunas sesiones el público (la gente) había acabado gritando en el cine "sí, se puede" brazo en alto, como el señor pelotudo de mi sueño. Yo tuve más suerte (o menos, según se mire) y cuando aparecieron los títulos de crédito la sala se mantuvo en silencio y las devociones fueron contenidas.

Salimos del cine. A la altura de la calle, un señor que me sujeta la puerta dice a sus tres acompañantes "hay mucho que comentar". Persigo a esas dos parejas de cincuentones disimuladamente calle arriba. Por desgracia, el tema pronto cambia a una discusión sobre el lugar al que ir a tomar una cerveza para, supongo, comentar allí la película. Desisto de seguirlos y de sentarme a la mesa con ellos. Evito con ello preguntas como ¿qué te ha parecido la película? o ¿quién coño eres tú?. Finalmente vuelvo a casa.

¿Vale la pena?

El documental no aporta demasiado nuevo realmente. Sirve para ordenar la historia del partido y para dar una imagen limpia y confiable de sus líderes y poco más. No hay grandes revelaciones o sorpresas. Pero, si te gusta la política, sí, Política, manual de instrucciones vale la pena. Si eres podemita y consideras que tu fe es insuficiente, sí, vale la pena.

Si el tema no te entusiasma, es posible que las dos horas se te hagan largas. No hay escenas de acción ni trepidantes persecuciones. Apenas hay sentido del humor, aunque el poco que hay es recibido por el espectador podemita con risas exageradas. No hay efectos especiales ni un sorprendente final, pero el documental está hecho con buen gusto, un buen ritmo y una imagen cuidada. Algunas citas que habíamos visto con imágenes de telediarios se nos presentan ahora casi como una película. Aunque solamente sea por esa mejora visual, vale la pena verla.

Pero no lo duden ni un por un segundo: el documental es un instrumento más al servicio de la causa. No es un reportaje que intente analizar algo o contrastar varias caras de una misma realidad. Es el documental que habría hecho Podemos de sí mismo. Así que, si van al cine a verla, asuman las consecuencias, porque puede que su conciencia se vea quebrada por el poder de seducción del séptimo arte y ustedes acaben votando a Podemos. ¿De verdad quieren que eso suceda? Seguro que no.

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