La sociedad española es relativamente dinámica, pero su capacidad de adaptación al cambio viene lastrada por un sector privado que necesita empresas más grandes y un sector público ineficiente que obstaculiza el desarrollo. He ahí la principal conclusión que se deriva de la última edición del Change Readiness Index (CRI), un estudio de KPMG y Oxford Economics que mide la capacidad de los países para adaptarse al cambio.
Nassim Taleb, el inversor y filósofo que saltó a la fama con libros como El cisne negro o Antifrágil, sostiene que el progreso llega cuando construimos sistemas que no solamente no se vienen abajo con la volatilidad y la incertidumbre, sino que además se alimentan de esos fenómenos para hacerse más dinámicos. En esta línea, los autores del CRI señalan que el índice anticipa "la efectividad con la que gobiernos, empresas y personas pueden responder a grandes cambios", entendiendo como tales las crisis económicas, las innovaciones disruptivas, los conflictos inesperados, etc.
En los últimos cuatro años, la nota de España ha mejorado levemente, pasando de 59 a 60 puntos en una escala que va de 0 a 100. El sector empresarial ha mejorado su resultado de 56 a 60 puntos, mientras que el ámbito público apenas ha experimentado avances y se ha quedado estancado en 55 puntos. Tampoco hay avances en lo tocante a la capacidad de la sociedad civil, aunque esta es la categoría donde mejor parado sale nuestro país, con una nota de 66.
En el puesto 35
España ocupa el puesto 35 de la tabla. A la cabeza figuran Singapur, Suiza, Hong Kong, Noruega, Emiratos Árabes, Catar, Dinamarca, Suecia y Finlandia. Del puesto 11 al 20 nos topamos con Países Bajos, Alemania, Reino Unido, Canadá, Japón, Australia, Austria, Bélgica, Chile y Estados Unidos. Cierran el top 30 Israel, Arabia Saudí, Taiwán, Malasia, Corea del Sur, Francia, Portugal, República Checa, Hungría y Eslovaquia. España se coloca por detrás de Taiwán y por delante de Lituania.
El primer pilar sobre el que se levante el CRI es la capacidad de la sociedad civil. Los analistas que elaboran el informe analizan la preparación del capital humano, la tasa de emprendimiento, la independencia de la sociedad civil, las redes privadas de ayuda entre personas, la penetración y sofisticación de la tecnología, la igualdad hombre-mujer, el crecimiento inclusivo, la evolución demográfica, la salud de la población y la libre información. España está en el puesto 23 de este pilar.
El segundo pilar, ligado al sector público y su eficiencia, tiene que ver con la estabilidad macroeconómica, las relaciones Estado-Mercado, la calidad de la regulación, el panorama fiscal y presupuestario, la seguridad jurídica, los planes estratégicos de las Administraciones Públicas, la energía, la seguridad nacional y personal y los derechos de propiedad. Aquí España aparece como un país más vulnerable y apenas alcanza el puesto 49 del ranking. Los principales lastres son la regulación (puesto 53), la energía (puesto 69), los planes estratégicos del sector público (puesto 90) y el panorama fiscal y presupuestario (puesto 121).
Algo mejor es la nota obtenida en el campo del sector empresarial. España logra el puesto 42, con una buena nota en infraestructuras (puesto 13) y una puntuación desastrosa en cuanto al desempleo (puesto 113). La calificación obtenida en campos como la diversificación empresarial (puesto 60), la Innovación y el Desarrollo (puesto 50), el entorno empresarial (puesto 51) o el sector financiero (puesto 62) arroja en última instancia un resultado mediocre.
Europa y América Latina
La calificación obtenida por España no es para tirar cohetes, pero peor aún es el resultado cosechado por Grecia o Italia, que ocupan respectivamente el puesto 55 y 66 del índice desarrollado por KPMG y Oxford Economics. Ambos países mediterráneos están a la cola de Europa en cuanto a su capacidad de adaptación para el cambio. En el extremo opuesto nos encontramos con Suiza, que sale muy bien parada en los tres pilares del estudio.
En América Latina, Chile se sitúa en primera posición, alcanzando el puesto 19 de la clasificación mundial. Por su parte, Venezuela cae al puesto 110, confirmando el desastre chavista.