La buena marcha de la economía española demuestra que es preferible tener un Gobierno limitado en su capacidad para intervenir y legislar que contar con un mal Gobierno, con plena capacidad para dar al traste con la recuperación. El PIB volvió a crecer un 0,8% entre abril y junio por cuarto trimestre consecutivo, manteniendo el ritmo de avance por encima del 3% interanual, gracias, sobre todo, al repunte de las exportaciones, según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). Asimismo, el empleo aumentó un 2,9% en los últimos doce meses, generando algo más de 480.000 nuevos puestos de trabajo.
Así pues, por el momento, España no se ha visto afectada por la incertidumbre política que sufre el país desde las elecciones generales del pasado diciembre. Esta velocidad de crucero se debe en parte al tirón del sector turístico y al buen comportamiento de las exportaciones, pero también a los vientos de cola que, en forma de bajos precios del petróleo y mínimos tipos de interés, abaratan tanto la elevada factura energética como la abultada necesidad de financiación que todavía experimenta el país.
Las mejoras que introdujo la reforma laboral y la positiva senda de desapalancamiento y reestructuración productiva que está llevando a cabo el sector privado son señales positivas a tener en cuenta. Sin embargo, la economía española aún presenta importantes debilidades estructurales que deben ser corregidas cuanto antes a fin de posibilitar una salida definitiva de la crisis sobre bases realmente sólidas y duraderas. El elevado déficit público, el histórico nivel de deuda pública, la alta tasa de paro, la baja productividad, el reducido tamaño de las empresas, la ineficiencia del sector público o las enormes dificultades para hacer negocios son algunos de los graves problemas que todavía deben ser resueltos para consolidar la actual senda de crecimiento, sin tener que depender de factores ajenos a la economía nacional.
Urge, por tanto, que se forme Gobierno para resolver éstas y otras cuestiones de índole económica, despejando de paso una incertidumbre política cuyo mantenimiento puede acabar lastrando de forma importante las inversiones, pero lo que de verdad necesita España es un buen Gobierno. Si el pacto que negocian PP y Ciudadanos consiste en disparar aún más el gasto público y los impuestos, al tiempo que se limitan a realizar meros cambios cosméticos, poco o nada ayudará el futuro Ejecutivo a la salida de la crisis, puesto que España seguirá dependiendo, en gran medida, del contexto exterior para mantener el crecimiento del PIB. España necesita un Gobierno, sí, pero bueno, capaz de acometer las profundas reformas y ajustes que requiere esta difícil y compleja situación económica.