Parece que al mundo actual, tan repleto de lo que no necesita, le gustan las emociones fuertes y, olvidando las experiencias tristes de tiempos pretéritos, apostar por la afirmación apologética de que la generación presente es mejor, más sabia, más prudente, más laboriosa y sobre todo más honesta que cualquiera de las precedentes.
Tanto en política como en economía, lo importante es convertirse en noticia; marchar por donde nunca se ha marchado, a cualquier riesgo. Hay que menospreciar los precedentes y aferrarse con entusiasmo a cualquier novedad, por descabellada que sea; cuanto peor, mejor. Después vendrán las lamentaciones de quién iba a suponer... de cómo ha podido ocurrir.
Sobre el tapete está en estos momentos la esperada guerra comercial que se supone está planeando el presidente electo de Estados Unidos, Mr. Donald Trump, a tenor de sus manifestaciones durante la campaña electoral en aquel país; como si algún presidente hubiese cumplido lo dicho y prometido durante la campaña.
Permítaseme ante todo adelantar que comercio y guerra son dos términos antitéticos, por lo que unirlos sólo nos proporcionará males mayores.
El comercio sólo se desarrolla, se acrecienta y se enriquece mejorando las condiciones de vida de la sociedad, en condiciones de paz; salvo el comercio de armamentos, comercio de Estado al que le es propicia la guerra. La guerra, por su parte, arrasa y destruye la población, el comercio y los bienes, así como la iniciativa y el ímpetu para los grandes retos humanos.
¿Será real el proyecto proteccionista que se atribuye a quien en enero tomará posesión de la presidencia de los Estados Unidos? No soy tan ingenuo como para afirmar que la época del proteccionismo ha pasado, de hecho el mundo está lleno de prácticas proteccionistas justificadas con excusas propias del fariseísmo de una sociedad que dice aspirar a la perfección y condena las corruptelas de la que le precedió.
Así, ¿qué hace la Organización Mundial del Comercio lamentándose en cada reunión, como si fuera la primera vez, de las prácticas proteccionistas imperantes? Hoy, todo el mundo sabe que el proteccionismo quizá asegure beneficios a corto plazo para la empresa (empresario) protegido, pero siempre gracias a un mayor precio en el mercado que el que hubiera pagado el consumidor si la producción se hubiera desarrollado en competencia, ausente de protección.
La alegría inicial de la protección se torna en el aguijón más eficaz para la desaparición de las actividades protegidas. La protección es la antesala de la pobreza, de la depauperación.
La guerra comercial de la que se habla es el inicio de una espiral proteccionista con un final difícil de prever. El mundo global tiene sentido en la medida en que el comercio sea libre y competitivo; de no ser así, mejor quedarse en casa, que es donde mejor se está.