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Abaratar el despido es más útil que bonificar la contratación para reducir el paro

Los datos demuestran que mejora laboral se explica por el descenso de los despidos, no por el aumento de la contratación.

Los datos demuestran que mejora laboral se explica por el descenso de los despidos, no por el aumento de la contratación.

Aparte de la Encuesta de Población Activa (EPA), el INE realiza otra encuesta mucho menos conocida denominada EFPA (Encuesta de Flujos de Población Activa) que mide el movimiento del empleo o el paro entre los distintos trimestres a través de flujos de entrada y de salida. Si la EPA muestra una foto fija, la EFPA ofrece un vídeo sobre la evolución de la ocupación, el desempleo y la población activa, información muy útil para calibrar cómo evoluciona con el tiempo el mercado laboral.

Los flujos de entrada se corresponden con las contrataciones, mientras que los de salida con los despidos. En este caso, se observa que predominan los despidos con destino el paro y las contrataciones desde la inactividad. Así, entre 2008 y 2009, que fue la fase de mayor destrucción del empleo, se produjo un incremento de los despidos que pasaron al paro y no a la inactividad, y en menor medida un descenso en las contrataciones de inactivos, posiblemente personas que habiendo finalizado sus estudios encontraban más dificultades para encontrar un empleo.

Lo que es sorprendente en esa etapa es que el flujo de entrada no se vio minorado sino que creció, lo que significa que las empresas no redujeron su ritmo de contrataciones sino que optaron, en plena crisis, por despedir a una proporción superior de trabajadores.

En la actual fase de recuperación se producen el efecto contrario: desciende el ritmo de despidos con destino al paro y, en menor medida, se incrementa el de las contrataciones desde la inactividad, bien de estudiantes que finalizan sus estudios o bien personas que se animan a incorporarse al mercado laboral.

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En lo que respecta al desempleo, los efectos de entrada y salida desde y hacia el empleo son la contrapartida de los flujos del empleo, por lo que es válido el análisis realizado en el párrafo anterior, pero lógicamente con el signo contrario. Por su parte, los flujos desde y hacia la inactividad completan el análisis de los movimientos del empleo vinculados con el paro y viceversa.

Así, en los años de mayor crisis, creció la proporción de inactivos que no tuvieron posibilidad de encontrar trabajo y, por lo tanto, se incrementó el número de éstos que pasaron al paro, tanto estudiantes como población inactiva que optó, ante el estallido de la crisis, por buscar un empleo. Un ejemplo fueron las mujeres que se incorporaron el mercado tras perder el empleo su pareja.

Asimismo, mientras se reducía el número de trabajadores que tras perder su empleo pasaron a la inactividad, se incrementó, por un efecto desánimo resultado de la crisis, los que optaron por dejar de buscar un trabajo y salir del mercado laboral.

En los últimos dos años y en relación con los flujos de entrada del desempleo, se reduce tanto el flujo de población desempleada que pierde su trabajo como el de nuevos parados que provienen de la inactividad. Estas dos circunstancias tuvieron un efecto de reducción del paro, pero mientras el primero es claramente positivo al ser una señal de la mejora laboral, el segundo puede ser negativo como veremos a más adelante. Además, la citada reducción del paro se ve parcialmente compensada por un descenso en el número de desesempleados que pasan a la inactividad, señal de que con posterioridad a la crisis se ha reducido el efecto desánimo.

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Por último, y en cuanto a la evolución de la población activa durante los últimos diez años, cada vez pesa más en los flujos de entrada la proporción de los inactivos que pasan al desempleo y menos los que, al acceder al mercado laboral, directamente encuentran un trabajo.

En el proceso contrario, que es pasar a la inactividad, la tendencia es similar dado que cada vez pesa más la proporción de parados que salen del mercado laboral y menos la de antiguos ocupados. Esta tendencia forma parte del proceso de caída o, en el mejor de los casos, estancamiento en la población activa, que es negativo dado que supone un freno al potencial crecimiento laboral.

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Las características del mercado laboral se resumen tres grupos -el cuarto son los autónomos, población inactiva aparte-, como son los que tienen un empleo indefinido y menores posibilidades de ser despedidos, los que se encuentran en una continua transición de desempleo a contrato temporal y viceversa, y los parados de larga duración. Obviamente, también hay situaciones en las que un indefinido puede perder su trabajo o en la que un parado de larga duración lo encuentre, pero el movimiento entre contrato temporal y parado de corta duración es un elemento esencial.

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Si se considera la composición del mercado laboral, es decir la dualidad entre desempleo de corta y larga duración y la dualidad entre los contratos temporales y los indefinidos, y que domina el flujo de salidas sobre el de entrada, la clave sobre la regulación del mercado puede estar en desincentivar el despido y no tanto incentivar la contratación, dado que existe, por un lado, una excesiva rotación entre los asalariados temporales y el desempleo, y, por el otro, un flujo de entrada en la ocupación más estable que el de salida o despidos.

Analizando el total de los flujos de entrada y salida durante los últimos 11 años, si bien el promedio es prácticamente el mismo -un 1% inferior el de entradas, pues el empleo de hoy todavía no ha recuperado el nivel de 2005-, la desviación típica de los flujos de salida o despidos es un 73% superior. Gráficamente se puede resumir en el siguiente gráfico:

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En resumen, el mercado laboral en España se caracteriza porque en las fases de destrucción de empleo -como en 2008 y 2009- o de recuperación -como la actual- se caracterizan por cambios en el flujo de salida o despidos. Y ello pese a que el flujo de entrada o contrataciones es, por lo general, mayor que el de salidas. Lo anterior indica que los empresarios responden a la coyuntura o a la regulación despidiendo más o menos, no contratando más.

A la hora de valorar las diferentes medidas de las que dispone el Gobierno para la creación de empleo, las bonificaciones a la contratación -que además incrementan el déficit de la Seguridad Social- son menos efectivas. Por el contrario, serían más efectivas las medidas que tuvieran como objetivo eliminar la dualidad del mercado laboral como, por ejemplo, reducir el cómputo del número de días en las indemnizaciones, lo que reduciría el incentivo a utilizar el contrato temporal o a despedir a los empleados temporales para evitar que pasen a ser indefinidos, evitando así que se incrementen los flujos de salida.

Otra característica del mercado laboral es que, debido al envejecimiento de la población, la incorporación de efectivos al mercado laboral es cada vez menor. Este hecho impone la necesidad de establecer medidas que tengan por objetivo incrementar la población -natalidad, inmigración- o, como mínimo, mejorar la empleabilidad de los parados de larga duración, al tiempo que se combate la dualidad del mercado laboral, reduciendo en lo posible el flujo de salida o despidos y favoreciendo la contratación de los más jóvenes, que son los que soportan una mayor temporalidad.

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