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EDITORIAL

El catastrazo de Montoro, sin oposición

Las promesas del PP de Rajoy de reducir los impuestos sólo han servido para sostener la ficción de que hay una derecha liberal gobernado el país.

Poco tardó el Gobierno de Rajoy en incumplir sus promesas de reducir la presión fiscal en la pasada legislatura y poco ha tardado en esta: junto a las subidas anunciadas el pasado viernes relativas a los impuestos indirectos y al de Sociedades, el Ejecutivo ha aprobado los coeficientes de actualización de los valores catastrales, que se traducirán en un incremento de los valores en casi dos mil localidades de toda España, lo que derivará a partir del próximo 1 de enero en una subida de impuestos como el IBI o la plusvalía municipal en todos esos municipios.

Es cierto que esta revisión aprobada por el Ejecutivo la piden previamente los ayuntamientos; como cierto es que la Administración municipal, a diferencia de la autonómica, viene cumpliendo el equilibrio presupuestario. Lo que resulta una vergüenza es que el Gobierno haya relajado los objetivos de reducción del déficit a las autonomías y que compense a los ayuntamientos con una artera subida de impuestos como es la actualización de los valores catastrales. Lo que tendrían que hacer todas las Administraciones Públicas es reducir su demencial nivel de gasto como forma de erradicar el déficit y reducir el asfixiante nivel de deuda pública y de presión fiscal que soportan los ciudadanos.

Lo peor de toda la política típicamente socialista que por el contrario sigue llevando a cabo el Gobierno de Rajoy es que no tiene oposición alguna en el Parlamento y casi ninguna en los medios de comunicación. Los ciudadanos partidarios de reducir el gasto público, la deuda y los impuestos carecen en España de representación parlamentaria. Y los medios de comunicación que criticaban el socialismo del PSOE guardan silencio ante el socialismo del PP.

Las promesas del PP de Rajoy de reducir los impuestos habrán servido para sostener la ficción de que hay una derecha liberal gobernado el país. Lo cierto, sin embargo, es que no hay una alternativa liberal y nacional al consenso socialista en la que está instalada la clase política. Eso es lo más grave. Lo más grave y lo más silenciado.

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