Muy lejos de lo que suele afirmar habitualmente el consenso, los pobres no son cada vez más pobres, sino todo lo contrario. Durante los últimos años hemos visto cómo los niveles de pobreza se han visto disminuidos de manera drástica y continuada.
Camboya ha experimentado en la última década un nivel de desarrollo espectacular derivado del comercio internacional, que ha permitido a millones de camboyanos salir de los niveles de pobreza a los que venían acostumbrados. El país asiático ha conseguido mantener tasas de crecimiento del PIB superiores al 7% en los últimos años, aumentar las tasas de escolarización situándolas por encima del 95% y colocar la esperanza de vida al nacer en 69 años actualmente.
Una prueba de esto es el estudio llevado a cabo por la consultora camboyana PRIME donde se muestra que más del 85% de los encuestados han visto muy mejorada, o al menos mejorada, su calidad de vida en los últimos cinco años. Sin duda alguna, todavía no podemos equiparar sus estándares de vida con los europeos, pero desde luego ya no se tienen que enfrentar a las terribles hambrunas que venían azotando de manera devastadora esta parte de Asia tan solo 10 años atrás.
Si nos adentramos en las razones de esta evolución podemos afirmar que el mundo Occidental y las grandes empresas tiene gran parte de culpa de este crecimiento. El sector textil, fuertemente asentado en Camboya, ha permitido que el país recibiera altos niveles de inversión extranjera, ofreciendo a los camboyanos una alternativa a la actividad rural tradicionalmente basada en la plantación de arroz.
Cada vez son más los trabajadores que prefieren trasladarse de los campos de arroz a las fábricas de textil con el objetivo de cambiar sus modos de vida. En el año 1998 tan solo el 4% de los empleos se daban en el sector industrial mientras que se estima que ya en el año 2014 el 14% de los empleos dependían de las fábricas.
A pesar de este crecimiento tan positivo tanto de la industria camboyana como de la economía en su conjunto, de manera muy habitual se acusa a las empresas del sector textil de perpetuar la pobreza pagando salarios extremadamente bajos. Esto no deja de ser otro de los múltiples mitos comúnmente extendidos. La media salarial para el sector textil se ha visto incrementada continuamente, siempre pagando sueldos superiores al salario mínimo, al contrario de lo que muchos critican desde el consenso.
Desde la organización internacional del trabajo (ILO por sus siglas en ingles), se calcula que actualmente el salario medio en la industria se sitúa en 180$ frente a los 150$ que impone la legislación. Además, estos salarios no son inferiores a los de otras profesiones. Si queremos contrastar los salarios del sector textil con otro tipo de empleos, estas remuneraciones se encontrarían al mismo nivel que los salarios de los profesores camboyanos e incluso por encima de los ingresos que se perciben en distintas profesiones, como es el caso de los policías (88$) o los taxistas (70$).
Así pues, lejos queda el país asiático que conocíamos tan solo hace 10 años, logrando dar paso a un país más avanzado, con mayores salarios y con altas mejoras en la calidad y esperanza de vida. No podemos decir entonces que la externalización de la mano de obra a los países del tercer mundo es negativa y mucho menos dañina, en todo caso podremos afirmar rotundamente sus efectos positivos tanto para Asia como para Occidente, pues no se trata de un juego de suma cero sino de un juego de suma positiva.