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José García Domínguez

La Seguridad Social quebrará en 2030

Puede funcionar en la práctica un sistema tal? No, si los mileuristas constituyen la mayor parte de la población laboral.

Cuanto mejor le va a la economía, más cerca está de la quiebra la Seguridad Social. España, para júbilo del establishment y sus satélites intelectuales, lleva un par de años creciendo en torno al 3%, el ritmo más alto de los países de su entorno. A su vez, el empleo se expande, más o menos, a idéntica velocidad de crucero, otro 3% anual. Bien, pues la consecuencia primera de ese tan celebrado estado de cosas es que el déficit de caja de la Seguridad Social, un pozo que no cesa de ampliarse a cada instante que pasa, ya acaba de superar la cifra simbólica de 1.000 euros por afiliado. Paradoja que no encierra ninguna contradicción sino que, bien al contrario, viene a ilustrar la consecuencia lógica de nuestro modelo productivo. Un muy peculiar y castizo modelo productivo, el español, que no fue creado ni por las fuerzas espontáneas del mercado ni por arte de magia, sino por las decenas y decenas normas de obligado cumplimiento en forma de ley que tanto PP como PSOE llevan más de treinta años publicando en el Boletín Oficial del Estado. PP y PSOE han vivido, y siguen viviendo, obsesionados por una única idea recurrente durante todo este tiempo: crear nuevos puestos de trabajo como sea, de la calidad que sea y al precio que sea.

Una mala idea, esa en la que reinciden una y otra vez, que nos está abocando, entre otros callejones sin salida, a la bancarrota inminente del sistema de pensiones. Así, cada vez que Fátima Báñez comparece ante las cámaras de la televisión para celebrar a bombo y platillo que se ha creado un nuevo empleo de mileurista en el sector servicios, la Seguridad Social se acerca un poquito más al instante de la bancarrota definitiva. Y ello por un motivo bien simple: porque ese nuevo mileurista aportará a la Seguridad Social en concepto de cotizaciones unos 136.000 euros, céntimo arriba, céntimo abajo. Pero cuando le llegue la hora de la jubilación, y antes de pasar a mejor vida, habrá recibido de ella unos 220.000 euros. Y aportará los 136.000 euros en el mejor de los casos, esto es, si logra trabajar sin ninguna interrupción durante su vida adulta. ¿Puede funcionar en la práctica un sistema tal? Puede funcionar, sí, claro que puede, pero a condición de que los mileuristas no constituyan la mayor parte de la población laboral del país.

Alemania y Francia sufren idéntica decadencia demográfica que España, pero sus respectivos sistemas nacionales de pensiones, en cambio, no se ven en absoluto amenazados de quiebra a estas horas. ¿Por qué los suyos no y el nuestro sí? Pues por otra razón simple: los españoles somos mileuristas y ellos no. En España, a diferencia de lo que sucede en todos los países de la Europa occidental salvo en Grecia y Portugal, uno de cada tres puestos de trabajo está ocupado por personas que solo poseen una titulación escolar elemental, el certificado de la ESO u otra acreditación inferior. De ahí se nutre el ejército de reserva de los mileuristas hispanos. Al norte de los Pirineos, en cambio, el promedio es de uno por cada seis trabajadores. Y otro tanto pasa con las titulaciones medias. Aquí, apenas uno de cada cuatro empleados posee algún título de tipo medio. En Europa, ese porcentaje se dobla: uno de cada dos alcanza ese nivel. Por lo demás, baja formación es sinónimo de sueldos bajos. Sueldos bajos es sinónimo de bajas cotizaciones a la Seguridad Social. Y bajas cotizaciones a la Seguridad Social es sinónimo de quiebra a medio plazo del sistema. Una quiebra que, como todos los firmantes del Pacto de Toledo saben de sobra, se producirá en 2030, dentro de exactamente trece años.

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