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José García Domínguez

¿España va bien?

El terror islámico ha desplazado a algo más de diez millones de visitantes hacia España en los últimos cinco años. Se dice pronto, diez millones.

El terror islámico ha desplazado a algo más de diez millones de visitantes hacia España en los últimos cinco años. Se dice pronto, diez millones.
Benidorm | Flickr/ CC/ Juan Carlos.

Tal como demostró en su día el célebre Barón de Münchhausen, si uno ha caído al fondo de un pozo es imposible salir de él tirando hacia arriba con fuerza de los cordones de los zapatos. De idéntico modo, no puede ocurrir que un país instalado en la recesión dé en crecer al súbito modo merced a que una reducción general de los salarios traiga como consecuencia el aumento del gasto en consumo de sus habitantes. Eso, simplemente, es imposible. Si bajan los sueldos, no puede dispararse el consumo. Bien, pues siendo imposible, resulta que es lo que se supone que viene sucediendo aquí, en España, desde 2015 hasta la fecha. Así las cosas, hay algo que no cuadra en la eufórica narración oficial que predica el final definitivo de la crisis. Una narración cuya lógica interna se hilvana en torno a los presunto efectos estimulantes de la reforma laboral, que, gracias a haber encogido los salarios, habría provocado una "devaluación interna" en España, el equivalente contemporáneo a las devaluaciones de la peseta cuando nuestro país aún disponía de divisa propia. Ese relato ubicuo solo presenta un pequeño problema, a saber, que es falso. Para que no lo fuera, tendría que haber sucedido que el despegue de la economía española a partir de 2015 se hubiera sustentado en el sector exterior. Una devaluación interna eficaz debiera haberse traducido en un incremento paralelo de las exportaciones que operase como catalizador del despertar económico general. Pero resulta que no ha sido así.

Por el contrario, más del 90% del crecimiento que viene experimentando el PIB en los dos últimos ejercicios se explica por el despegue del consumo interno. Más del 90%. El país lleva dos años creciendo no gracias a la inversión privada, y tampoco por efecto del gasto público o a las exportaciones. España está creciendo única y exclusivamente porque aquí dentro se gasta más dinero en servicios y bienes de consumo. El gran misterio es quién está gastando todo ese dinero que ha puesto en marcha la rueda del crecimiento. En apariencia inexplicable, la paradoja es que un país con niveles de paro estratosféricos esté consumando tal prodigio. Obviamente, la reforma laboral no ha podido tener nada que ver en ese asunto. Y el comercio exterior tampoco, por algo nuestra balanza comercial no energética sigue siendo hoy tan deficitaria como siempre. ¿Entonces? Pues solo hay un entonces que valga para explicar lo inexplicable: el turismo. Gracias a la inseguridad en los países de la costa africana del Mediterráneo, amén de la que también sufre Francia, nosotros estamos batiendo todos los récords históricos de turistas. El terror islámico ha desplazado a algo más de diez millones de visitantes hacia España en los últimos cinco años. Se dice pronto, diez millones.

¿Y qué ha tenido que ver con eso la política laboral del Gobierno? Como ya se ha adelantado ahí arriba, nada. Los sueldos del sector de la hostelería y los servicios, de natural bajos, se han reducido aún más en la última etapa, es cierto, pero no por efecto de la reforma laboral y su énfasis en los convenios de empresa, sino por otra razón. Ha ocurrido algo tan simple como que la masa de trabajadores inmigrantes que fueron expulsados del sector de la construcción cuando estalló la burbuja, personas que por su precaria capacitación laboral se ven forzadas ahora a demandar empleo en la hostelería, empuja a la baja el nivel salarial en ese ramo a causa de la competencia entre ellos. No es la reforma laboral del PP, es el exceso de oferta de mano de obra en relación a la demanda. Añádanse, en fin, los nacionales de clase media y media-alta que, tras más de un lustro conteniendo la respiración antes de gastar un euro, se animan ahora a cambiar de coche y a renovar los electrodomésticos de la cocina, además de los residentes extranjeros que proceden de idéntico modo. ¿Resultará ese tridente un motor capaz sostener el despegue definitivo de España tras nueve años en el pozo? La respuesta se antoja sencilla: no.

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