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José García Domínguez

La naranja de mi madre

Siempre recuerdo aquella mítica naranja cada vez que alguien compara lo que hemos vivido con la Gran Recesión con lo que padecieron nuestros mayores.

A mi madre, que tuvo la desgracia de nacer en 1936, los abuelos la obsequiaron con un presente exótico la mañana de su décimo cumpleaños, un regalo que ni mucho menos todas las familias de la villa de Chantada, provincia de Lugo, se podían permitir cuando entonces. Aquella jornada tan especial para ella, mi madre sostuvo por primera vez entre sus manos una naranja de Valencia, una auténtica naranja de Valencia. Todo un acontecimiento en su infancia de pan centeno, estraperlo y pelargón que ya nunca se le borraría de la memoria. Yo siempre recuerdo aquella mítica naranja de la que tantas veces me habló mi madre cada vez que alguien compara el avatar de los jóvenes y no tan jóvenes que hemos tenido que arrostrar en primera persona las consecuencias de la Gran Recesión con la situación que padecieron nuestros mayores tras la Guerra Civil. Sin ir más lejos, la naranja de mi madre me ha vuelto otra vez a la memoria hoy mismo, justo antes de empezar de redactar estas líneas.

Y es que acabo de leer en el libro que ha publicado Belén Barreiro, la que fuera presidenta del CIS en tiempos de Zapatero, que España es el quinto país del mundo en tenencia de teléfonos móviles. En nuestro doliente país el 96% de los habitantes, o sea hasta el último mono, dispone de un móvil en propiedad. Los españoles estamos muy por delante de Estados Unidos, Canadá, Reino Unido, Alemania, Francia e Italia, entre muchos otros, en el uso y disfrute de esa tecnología. Pero es que con los smartphones, la variante superior y más sofisticada de esos dispositivos, ocurre otro tanto de lo mismo. En España, y a fecha de hoy, nada menos que un 80% de la población dispone de su propio smartphone, un porcentaje igualmente muy superior al que se da en Estados Unidos, Alemania, Francia, Italia y el Reino Unido. De ahí, por cierto, que los españoles utilicemos bastante más las aplicaciones de mensajería instantánea que los norteamericanos, hagamos más uso de los servicios de cartografía virtual que los franceses, veamos más vídeos por internet que los alemanes y utilicemos más los servicios financieros de banca móvil que los británicos.

De idéntico modo, las transacciones comerciales de los españoles a través de la telefonía móvil, no confundir con las compras con el ordenador, se sitúan por encima de las de Alemania, Italia y Francia, pero también de las de Estados Unidos. Un liderazgo en el disfrute de las nuevas tecnologías que se vuelve a constatar en el caso de las transmisiones de contenidos televisivos a través de streaming, categoría en la que ocupamos la tercera plaza mundial, por delante de Alemania, Francia e Italia. Al igual que somos el tercer país del planeta con mayor porcentaje de e-books por habitante. Por lo que hace, en fin, a las tablets, el último juguete lanzado a los mercados por la industria, su uso alcanza ya al 38% de los ciudadanos españoles, ocupamos la décima plaza en la clasificación mundial de esa categoría. Huelga decir que, como es habitual, superando con creces a Estados Unidos, Italia, Alemania y Francia. En una novela de Almudena Grandes sobre los estragos de esta crisis entre la población, Los besos en el pan, la autora escribe en primera persona:

Si nuestros abuelos nos vieran, se morirían de risa, después de pena.

La naranja.

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