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Guillermo Dupuy

Cs y la adicción al gasto público

Toda propuesta de rebaja fiscal, ya sea ahora o al final de la legislatura, que no se sustente en la reducción del gasto resulta una falaz zanahoria.

A pesar de la asfixiante presión fiscal y del astronómico nivel de deuda pública que padecemos, el Gobierno de Rajoy ha propuesto subir el techo de gasto público para el año 2018 en cerca de 1.500 millones de euros, lo que supone un 1,3% más que en 2017. Así las cosas, no es de extrañar que Montoro haya aplazado hasta el final de la legislatura la promesa del PP de bajar los impuestos, en oposición a la inesperada exigencia de Ciudadanos de bajarlos ya el año que viene.

Mal está que el Gobierno del PP se reserve esa rebaja fiscal –y por confesión propia– a modo de "zanahoria electoral" para final de legislatura; pero peor está que Ciudadanos la exija ya sin reclamar, al mismo tiempo, una reducción del gasto público que la haga posible sin poner en riesgo –claro está– los objetivos de reducción del déficit y disparar todavía más nuestro endeudamiento público. Por el contrario, la formación de Albert Rivera ha amenazado al Gobierno con sumarse a socialistas y comunistas en su oposición a un techo de gasto que, en el colmo de la irresponsabilidad y del disparate, todavía consideran excesivamente bajo.

Simpatizo con aquella conocida proclama de Milton Friedman que decía: "Soy partidario de bajar los impuestos bajo cualquier circunstancia, por cualquier excusa y por cualquier razón, siempre que sea posible"; pero no creo contradecirla si advierto de la falacia que puede constituir una rebaja fiscal que, ya sea ahora o al final de la legislatura, se sustente en el déficit y el endeudamiento público.

Lo más surrealista de esta oposición nada liberal al Gobierno socialdemócrata del PP es que, al exigir un todavía mayor techo de gasto público –o respaldar el que Montoro propone pero condicionándolo a una inmediata rebaja fiscal–, permite al Ejecutivo de Rajoy apropiarse de la capacidad recaudatoria de legislaturas venideras, para las que el PP aún no ha sido reelegido.

Y es que, dadas las actuales circunstancias, cualquier propuesta de rebaja fiscal que no se sustente en la reducción del gasto público corre el riesgo de convertirse en sí misma en una engañosa zanahoria o en una confianza ciega en aquella famosa curva de Lafffer –más bien, una escasa compresión de la misma– que señala que, a veces, es posible recaudar más gravando menos.

En conclusión, sin una propuesta sería de reducción del gasto de unas Administraciones publicas que ya consumen cerca de la mitad de nuestra renta nacional, dudo hasta de que el Gobierno del PP sea capaz a final de la legislatura de entregarnos la prometida zanahoria de bajarnos los impuestos sin darnos el palo de ver incrementado nuestro demencial endeudamiento.

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