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EDITORIAL

Una EPA excepcional, una izquierda recalcitrante

Los datos de empleo de los últimos dos años son muy positivos desde cualquier punto de vista… que no sea el del sectarismo ideológico.

En el segundo trimestre de este año, el mercado laboral español generó suficiente empleo como para que el paro haya descendido en 340.700 personas: es la mejor cifra desde que comenzaron a registrarse estos datos en 1964. Este récord habla por sí mismo. También lo hacen el más de medio millón de empleos creados en el último año, la caída del 20% en el paro de larga duración y la aceleración de la tasa de creación de empleo en términos interanuales. Ni siquiera sirve el manido argumento de la precariedad: con la misma cantidad total de asalariados que en 2005 ahora mismo hay un millón de indefinidos más. El mercado laboral post-crisis aparenta tener unas bases mucho más solidas que las que lo sostenían en 2006-07. Con una tasa de paro por encima del 17% y casi 4 millones de desempleados, en España hay poco margen para la complacencia. Debemos seguir trabajando y mejorando las condiciones para que no perder el impulso. Pero los datos son excepcionales desde cualquier punto de vista… bueno, cualquiera que no sea el del sectarismo ideológico.

Y el caso es que en este tema, como en los demás, hay mucho margen para una discusión sensata sin caer en la demagogia o en la negación de la realidad. Por ejemplo, a nosotros nos parece que la reforma laboral fue una excelente propuesta, pero al mismo tiempo siempre dio la sensación de ser una normativa de urgencia, más preparada para contener la hemorragia con la que nos desangrábamos en 2012 que sentar las bases de un nuevo modelo productivo a medio plazo. En este sentido, creemos que el mercado laboral español sigue teniendo asignaturas pendientes muy importantes, como la dualidad o la formación y reintegración de los parados. Por eso pensamos que es necesario ponerse manos a la obra y afrontar una segunda parte de la reforma que tan buenos resultados nos ha dado en el último lustro.

A partir de aquí, lo normal es que exista debate público y diferentes propuestas. No aspiramos a que los partidos o los medios de izquierda planteen las propuestas que defiende Libertad Digital. Nosotros pensamos que hay que cerrar el agujero del déficit recortando el gasto y mejorando la eficiencia de la Administración; parece lógico que, desde una óptica socialdemócrata, se defienda la alternativa de una subida de impuestos. Nos parece un error, pero entendemos que hay margen para la controversia.

Lo mismo ocurre con el mercado laboral. Nuestra receta para esa reforma laboral 2.0 que defendemos va en la línea de lo que se está haciendo en los países del norte de Europa: más flexibilidad en las relaciones laborales, reducción de los costes que enfrenta una empresa cuando contrata, facilidad para crear empresas y para que éstas crezcan sin obstáculos normativos, prioridad absoluta de los convenios de empresa sobre los sectoriales, simplificación normativa en la contratación, un sistema fiscal que penalice menos la generación de riqueza, más competencia en la formación de parados y trabajadores… Asumimos que habrá puntos de acuerdo y otros de disenso con quienes no comparten nuestro punto de vista. Pero lo que ya es más complicado es un diálogo con quien está empeñado en ignorar la evidencia.

Ésta es una nueva prueba de uno de los grandes males que aquejan a la sociedad española en los últimos años, el sectarismo de una izquierda que tiene como único proyecto vital desalojar del poder al PP o evitar su llegada al mismo, ya sea un ayuntamiento o una comunidad autónoma. Es el Pacto del Tinell, el cordón sanitario, llevado al terreno económico. A falta la ideas, que cada vez son más escasas, los partidos y medios de izquierda españoles se cohesionan sólo en torno a la animadversión total al oponente. Si hay que acabar con la soberanía nacional, destrozar el sistema educativo o terminar con las buenas ideas que funcionan en el campo económico, pues se hace… si eso sirve para que Mariano Rajoy deje La Moncloa.

No seremos nosotros los que digamos que el actual presidente y su partido no merecen críticas bien fundamentadas. Un vistazo a los editoriales de Libertad Digital en estos últimos meses es suficiente: la lista de deberes pendientes de Mariano Rajoy es larga e importante. Y su inacción en algunos aspectos, preocupante. Pero ignorar los logros que ha conseguido este Ejecutivo no traerá nada bueno. El PSOE de Pedro Sánchez asegura que quiere ser una alternativa de Gobierno real para modernizar España, algo complicado de imaginar en quien se ha echado en brazos del populismo bolivariano. Y los medios cercanos llenan sus páginas de ese regeneracionismo ilustrado, tan de moda en los últimos años, que plantea soluciones (en ocasiones interesantes) para el futuro a medio plazo. Quizás el primer paso para unos y otros sería aceptar la realidad y dejar de odiar a todo lo que suene a derecha o PP. No somos muy optimistas. En este aspecto, desgraciadamente, es en el que la izquierda española ha demostrado una mayor coherencia y firmeza.

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