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José T. Raga

Yo me lo guiso y yo me lo como

¿Cómo sigue el Ministerio de Empleo y Seguridad Social, después del escándalo de los cursos de formación y de los ERE, confiándoles tal cometido?

Refrán de sobra conocido en nuestra lengua y que, con tristeza, deberíamos reconocer que es de aplicación más amplia de lo deseable en la sociedad actual. El tono satírico del dicho nos pinta al protagonista de la escena impregnado del más profundo egoísmo, siendo éste el principio rector de su vida, tanto ad intra como ad extra.

El que guisa y come es el determinante, el único que cuenta, de hecho el único que, por los atributos que le corresponden por su excelencia, merece la consideración, el respeto y la reverencia de toda la comunidad a la que pertenece.

Soy consciente de que me expongo a la crítica más severa, por dedicar el mínimo tiempo y espacio a recordar su existencia, pues de todos es conocido que el autorreferente, el engreído, coincide en la práctica totalidad de los casos con el necio, que por esta razón debe ser excluido de cualquier comentario, también del peyorativo.

La razón de que ocupe un espacio en estas líneas es porque, frente a la ignorancia lógica de su existencia, la vida en sociedad, con frecuencia, nos lo presenta poseedor de relieve público, que, aunque para mal, obliga a pensar, a recordar sus hazañas y a mostrarle como objeto de vituperación.

En mi opinión, es su capacidad de obrar, y la oportunidad de hacerlo que se les concede, la causante real de que merezcan atención, al menos para ver si de ella se deduce que quienes les conceden tal oportunidad aprendan de una vez que no son acreedores de tal favor.

El Tribunal de Cuentas del Reino ha denunciado a los indebidamente llamados agentes sociales o de representación social –Comisiones Obreras (CCOO), Unión General de Trabajadores (UGT) y Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE)– por organizar el reparto de subvenciones en la Fundación Estatal para la Prevención de Riesgos Laborales correspondiente al ejercicio 2015.

Según el informe del Tribunal, fieles al refrán que encabeza estas líneas, los denunciados se convirtieron en otros tantos Palomos y, poniéndose manos a la obra, se lo guisaron y se lo comieron sin extender su privilegio a otros, probablemente con mejor derecho.

La pregunta se hace evidente: ¿cómo sigue el Ministerio de Empleo y Seguridad Social, después del escándalo de los cursos de formación y de los ERE, confiándoles tal cometido? Resultado: la cantidad a distribuir coincide con las subvenciones recibidas por los denunciados. ¿Una casualidad contable?

En el siglo XXI hay que especificar en las normas que los que están en el órgano de decisión no podrán ser beneficiarios de la decisión tomada. Hace cincuenta años, cuando se tenía sentido de la moralidad en las actuaciones humanas, no se precisaba dejar constancia de esta condición; hoy, contrariamente, es imprescindible.

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