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José T. Raga

¿De qué sostenibilidad hablamos?

¿Es compatible el objetivo del desarrollo sostenible con la pérdida de 9,5 millones de horas trabajadas por las casi 600 huelgas registradas en lo que va de año?

Si tuviéramos que pensar en un término que ha hecho fortuna en la sociedad, no sólo en la española, sino en la comunidad universal, sería con pocas dudas el de sostenibilidad. Así, hablamos de una economía sostenible, de un consumo sostenible; es más, apostamos por un desarrollo sostenible, aun sin exigirle demasiado ni formular pretensiones vanas.

Gro Harlem Brundtland (Our Common Future: Report of the World Commision on Environment and Development, Oxford University Press, Oxford, 1987) definiría el desarrollo sostenible como el que atiende las necesidades del presente "sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para atender las suyas".

Es un concepto que, aunque universalmente aceptado, me atrevería a decir que encaja mejor con estado estacionario que con desarrollo sostenible. Pero el motivo de estas líneas está muy lejos de la polémica sobre el desarrollo y su sostenibilidad, llevada más lejos en el siglo XXI, en el que hemos conocido crisis y recesiones que exigen más de cualquier proceso de desarrollo.

Lo que está fuera de toda duda es que el objetivo del desarrollo y, más aún, de la sostenibilidad implica por su propia naturaleza el máximo aprovechamiento de los recursos disponibles, pues la sostenibilidad exige conseguir los resultados propuestos utilizando el mínimo de recursos. Es decir, sostenibilidad es lo opuesto al despilfarro; éste, sin provecho para la generación presente, disminuye además las posibilidades para las generaciones futuras.

Así las cosas, nadie se atreve hoy a proclamar que cada generación se apañe como pueda con sus necesidades y con los recursos de que pueda disponer, por lo que todos, o al menos la sustancial mayoría, optamos por un consumo responsable y sostenible, y una producción con las mismas exigencias, para hacer posible el desarrollo sostenible al que aspiramos. En este escenario se hace necesaria la pregunta que aparece como título de estas líneas.

¿Es compatible el objetivo del desarrollo sostenible con la pérdida de nueve millones y medio de horas trabajadas por las casi seiscientas huelgas convocadas en diversos sectores durante los tres trimestres transcurridos del año? El factor trabajo no es simplemente un recurso, como cualquier otro de carácter físico o monetario, sino que es el factor productivo por excelencia.

¿Puede una economía sostenible asumir semejante despilfarro? ¿Pueden las Naciones Unidas y otros organismos internacionales definir los objetivos del milenio y cerrar los ojos a este tipo de despilfarros, que los hacen inalcanzables?

El aprovechamiento máximo de las disponibilidades económicas de una sociedad es la piedra angular sobre la que tienen que moverse el desarrollo y la sostenibilidad. La honestidad obliga a reconocerlo y a sincerarnos públicamente, sin contradicciones.

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