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Álvaro Ortiz y Tomasa Rodrigo (BBVA Research)

Geopolítica 2017: 'Lost in Transition'

Los errores no forzados de algunos líderes de Occidente están provocando un avance más rápido de China en su camino hacia la hegemonía mundial.

Los errores no forzados de algunos líderes de Occidente están provocando un avance más rápido de China en su camino hacia la hegemonía mundial.
Donald Trump y Vladímir Putin, en noviembre, en la Cumbre de la APEC. | EFE

Un año más, los acontecimientos geopolíticos continuaron copando las portadas y los medios de comunicación digitales a escala internacional. Nada sorprendente, si asumimos que la geopolítica mundial se encuentra en transición y que los espacios dejados por unos actores son rápidamente llenados por otros. No todo fue mal: justo a finales de año se anunciaba el fin de Daesh en el territorio iraquí y su debilidad en Siria.

En lo que se refiere a la gran estrategia mundial, se mantiene el avance hacia un mundo multipolar tras años de dominación americana. La Pax Americana, liderada por EE.UU. tras el final de la Guerra Fría, está dejando paso a un nuevo periodo caracterizado por la multipolaridad, en el que el poder se está desplazando del Atlántico al Pacífico y las grandes naciones emergentes, como China, amenazan la hegemonía de EEUU. Además, utilizando un símil tenístico, los errores no forzados de algunos líderes de Occidente, ensimismados en estrategias defensivas, están provocando un avance más rápido de lo esperado de China en su camino hacia la hegemonía mundial.

En EEUU, el mandato del Presidente Trump, caracterizado por el America First, deja atrás la búsqueda de los acuerdos de colaboración multilateral (comerciales, climáticos y diplomáticos) para orientarse a relaciones bilaterales, lo que pone en cuestión la supremacía norteamericana y debilita el soft power conseguido a lo largo de décadas. Parece que el giro hacia el Pacífico anunciado por el presidente Obama no se producirá, que las relaciones con Europa están "en revisión" y que al final se opta por quedarse en Oriente Medio. Eso sí, con los acuerdos firmados con Irán por parte de la administración anterior bajo lupa y alimentando innecesariamente la tensión entre árabes e israelíes al reconocer a Jerusalén como la capital de Israel.

Con todo, gracias al apparatus EE.UU, Pentágono y Secretaria Exterior, no todo fue malo y se logró evitar de momento la partición de Iraq y una situación aún más virulenta en Siria. Pero a pesar de estos avances tácticos, habrá que manejar todavía las tensiones regionales entre persas y árabes. Mientras que Irán domina ya un corredor importante desde Teherán hasta el Líbano, Arabia Saudí continúa estancada en Yemen e inmersa también en un profundo cambio de paradigma de resultado todavía incierto.

Y todo esto ocurre cerca de Europa. Tan cerca que los flujos de refugiados hacia Europa Central apenas pueden ser contenidos y la crisis de los refugiados se estanca al eliminarse la barrera artificial que suponían las tradicionales autocracias del norte de África, a las que se suman aquellos que huyen de la situación en Siria, Iraq y Yemen. Todo un reto para una Europa inmersa en una estrategia cuyo objetivo principal es fortalecer sus instituciones tras la salida de la crisis y, a corto plazo, lograr un tratado más que aceptable de divorcio con el Reino Unido.

Mientras tanto, China continúa su carrera hacia posiciones hegemónicas, gradualmente pero sin descanso. Con la mirada puesta en el Mar del Sudeste Asiático en el este y la iniciativa One Belt One Road hacia el oeste. Pero tampoco Asia está ausente de problemas: Corea del Norte se ha convertido en el verdadero cisne negro de la geopolítica mundial. Su programa nuclear ha incrementado las tensiones con EEUU y, aunque los geoestrategas señalan que un ataque unilateral no beneficia a nadie, el caso es que la probabilidad de un error en un entorno muy tensionado se ha incrementado notablemente.

Y todo esto, en un escenario de transformación digital global, que supone disrupciones en los procesos productivos, en las formas de consumo, en la generación y distribución de la información y, por tanto, en la capacidad de acción de actores no estatales, jugadores cada vez más relevantes en el escenario geopolítico.

Con todo ello, nos enfrentamos a un nuevo año de transición, cuanto menos, para estar alerta.

Álvaro Ortiz y Tomasa Rodrigo, analistas de BBVA Research

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