Venezuela está atravesando uno de los peores momentos de su historia. La incontrolada inflación -creció un 2.300% en un año-, el colapso de la economía petrolera, la crisis política y el aumento del hambre, el crimen y la necesidad están llevando al país chavista al más absoluto declive.
Ahora, Venezuela recibe un nuevo golpe, un golpe que ya se veía venir desde hace meses. La industria funciona bajo mínimos y son muchas las empresas que han tenido que echar el cierre, bien por falta de materia prima o por falta de rentabilidad. "De los 20 camiones de reparto que hacían cinco viajes diarios a Caracas, ahora solo quedan 14 que hacen un viaje al día", cuenta un vigilante de un almacén de refrescos a Bloomberg.
Tareck El Aissami, vicepresidente de Venezuela, se reunió la semana pasada con los altos cargos de Nestlé y Procter & Gamble en el país para pedirles una bajada en los precios de sus productos. El objetivo del régimen chavista es que los precios se sitúen en niveles del pasado diciembre. "Todo el peso de la ley se aplicará contra las empresas que no cumplan", dijo El Aissami.
Pero, a pesar de la presión del Gobierno, las compañías poco más pueden hacer. La asociación comercial de la industria alimentaria, Cavidea, aseguró que estas medidas provocarán una "paralización forzada". Una visión que se ve reflejada en la encuesta de Conindustria, donde se muestra que 1 de cada 4 empresarios, el 25%, considera cerrar su empresa en 2018.
En otros puntos del país, como en Carabobo, 300 empresas dedicadas al plástico no han recibido materia prima de la subsidiaria petrolera estatal PDVSA. Por el momento, han dado vacaciones a sus trabajadores hasta el 15 de febrero a la espera de poder recibir el material para poder producir. Un caso similar es el de fábrica de aluminio estatal, Alcasa, ya que, de sus 396 hornos, solo tiene 29 en funcionamiento.
Las empresas estatales Sidor, Venalum Bauxilum y Ferrominera, que procesan acero, hierro y bauxita, están trabajando bajo mínimos después de años de lenta decadencia. De hecho, los representantes sindicales aseguran que estas plantas están siendo desmanteladas. Ante este panorama, el Gobierno de Venezuela cierra los ojos y niega la evidencia. El ministro de Industria, Juan Arias, aseguró que las fábricas superaron la producción de 2016 y que la reducción de la producción se debe al sabotaje de los adversarios del Estado.
En la frontera entre Guarenas y Guatire, en el estado de Miranda, se encuentra una de las mayores zonas industrializadas del país. En 2016, las fábricas ocupaban 8 kilómetros cuadrados y produjeron el 65% de los pañales, el 90% del pan de sándwich y el 22% del plástico del país, entre otros productos. Bloomberg visitó la zona hace unos días y asegura que los bares, que antes estaban llenos de trabajadores, ahora están vacíos. Lo mismo ocurre en las fábricas, donde la producción se está paralizando paulatinamente.
Ante las puertas de una de las mayores empresas procesadores de alimentos, el gerente de seguridad aseguró que se avecinaba un éxodo de empresas. "Los trabajadores están aquí, pero no están haciendo nada. No hay material con el que trabajar".