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José García Domínguez

¿Por qué se tambalean las bolsas?

¿Estamos ante otra burbuja global a punto de estallar?

¿Estamos ante otra burbuja global a punto de estallar?
EFE

Lo que está ocurriendo en las bolsas mundiales desde hace apenas 24 horas, esa ola de pánico global, tiene una explicación tan relativamente sencilla como absolutamente inquietante. Ocurre que la ya célebre flexibilización cuantitativa, esa estrategia seguida por la Reserva Federal para hacer frente al estancamiento posterior a la Gran Recesión de 2008, es una medida heterodoxa que nunca antes en la historia había sido utilizada. Jamás se había hecho nada parecido en ninguna parte. Nunca. Se trataba, pues, de una medicina cuyos eventuales efectos secundarios resultaban por entero ignotos para quienes decidieron aplicársela a aquel enfermo grave que era el orden económico occidental inmediatamente posterior a la primera década del siglo. Y eso significa que la política monetaria de Estados Unidos lleva ya más de un lustro navegando por aguas desconocidas tanto para los teóricos académicos como para los gestores técnicos encargados de la práctica diaria. El problema de los tipos de interés en medio de una crisis es que se pueden bajar, sí, pero no por debajo del 0%. Eso no se podrá hacer mientras siga existiendo el dinero tangible en forma de billetes de banco. Aún no se puede porque la gente sacaría todo el dinero que guarda en el sistema financiero y huiría con él para esconderlo en colchones. De ahí que cuando el tipo de interés ya llegó al 0% y la recesión no se había acabado la Reserva Federal tuviese que sacar de la chistera a toda prisa ese ignoto conejo, la flexibilización cuantitativa.

La idea era simple. Se trataba de que los bancos volvieran a conceder crédito para poner en marcha de nuevo el crecimiento. Pero los bancos no prestaban, o prestaban muy poco, porque tenían sus propios balances atestados de activos tóxicos. Por tanto, la Reserva Federal decidió fabricar de la nada un montón de millones de dólares. ¿Para qué? Para comprar con ellos esos activos tóxicos de los bancos. Liberados de aquella basura y con sus cajas fuertes repletas de dólares recién nacidos, se suponía que ese dinero terminaría en manos de las empresas y los particulares que lo solicitasen en forma de préstamos o créditos. Pero los directivos de la FED no eran ingenuos. Sabían por experiencia que si regaban a los bancos con miles de millones de dólares creados ex novo, los bancos preferirían hacer con ellos lo más fácil, cómodo y menos arriesgado: invertirlos a su vez en deuda pública. Un negocio redondo: se consigue dinero al 0% y después se cobra por él un 3% sin necesidad de hacer nada. La Reserva Federal, pues, tuvo que ingeniar otra estrategia para evitar que los bancos cayeran en esa tentación. Y la estrategia consistió en fabricar otro montón de millones de dólares. ¿Para qué? Para comprar ella misma, la FED, deuda pública. ¿Y por qué querría la FED comprar deuda pública? Para forzar con sus propias compras que fuese bajando cada vez más la rentabilidad de los bonos estatales, hasta que llegase a un nivel en el que ya no resultaran atractivos para los bancos. Para ejecutar esos peligrosos juegos de manos se imprimieron unos cuatro billones de dólares. Y hablamos de billones europeos. En concreto, la FED creó dólares nuevos por un valor equivalente a cuatro veces el PIB de España. ¿Y eso qué tiene que ver con que ayer se hundieran las bolsas en todas partes? Pues tiene mucho, muchísimo que ver. Ocurre que la capitalización de la bolsa norteamericana no ha dejado de crecer y crecer en medio de la Gran Recesión. Algo, en principio, que iría contra cualquier lógica económica. ¿Cómo entender que la parálisis de la economía real fuese acompañada de incrementos sostenidos de las cotizaciones bursátiles? No tiene ningún sentido. Pero justo eso es lo que ha venido ocurriendo durante estos últimos años. ¿La explicación al misterio? Buena parte de aquellos montones de millones y millones de dólares creados con tan buenas intenciones por la FED terminaron… inflando las cotizaciones de Wall Street. Unas cotizaciones que cada iban teniendo menos que ver con la realidad contable de las empresas cuya valor objetivo, en teoría, representaban. ¿Otra burbuja global a punto de estallar?

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