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Daniel Rodríguez Herrera

Oxfam, o el peligro de creerse el bueno

Durante un tiempo agacharán la cabeza. Pero no creo que tarden mucho en volver a decirnos lo buenos que son.

Durante un tiempo agacharán la cabeza. Pero no creo que tarden mucho en volver a decirnos lo buenos que son.
Logo de la organización | Oxfam

Que Oxfam es una organización deshonesta lo sabemos quienes llevamos años denunciando que sus informes anuales son una basura que confunde interesadamente conceptos tan básicos como renta y patrimonio con el objetivo de generar titulares alarmistas sobre lo malos que son los ricos y la culpa que tienen en que haya pobres. Pese a que fueron advertidos repetidas veces de que cometían ese error, han seguido incidiendo año tras año en el mismo, lo que demuestra que no fue un fallo bienintencionado, sino una estrategia consciente de propaganda. La desigualdad mundial lleva reduciéndose desde hace más de dos décadas, gracias a la globalización y al desarrollo de dos gigantes demográficos como son China y la India. La pobreza se está reduciendo a un ritmo récord. Jamás podrá saberlo si se informa con los informes de Oxfam.

Así que, aunque obviamente no se supiera de las orgías al estiloCalígula en Haití con prostitutas pagadas con el dinero de donantes y gobiernos, o el abuso sexual de menores que trabajaban en sus tiendas en el Reino Unido o los mil y un escándalos en los que está ahora envuelta la organización, quien quisiera verlo sí podía saber lo esencial: que Oxfam no era de fiar. Y posiblemente, tanto sus mentiras de propaganda económica como los abusos sexuales de sus trabajadores tienen en ambos casos una raíz común: la convicción de que debido a su ideología y su actividad profesional son ya una élite moral a la que se le puede y debe excusar cualquier cosa que hagan. Mentir a favor de la causa no es malo porque sirve a un bien superior. Los abusos sexuales, un pecadillo que no puede empañar una gran labor.

Naturalmente, ni toda la izquierda ni todos los cooperantes caen en esta trampa. Pero la tentación es poderosa. Todo el mundo te alaba por tu sacrificio por los más necesitados tan sólo por decir a qué dedicas tu vida. Es un prejuicio razonable. Además, como crees que tu ideología te pone del lado de los débiles es fácil llegar a la conclusión de que quienes se oponen a ella están del lado de los poderosos. Son mala gente y tú eres bueno. Y si vives así durante años y años, ¿qué son unas pequeñas orgías o unos cuantos abusos al lado de semejante torrente de bondad? ¿Para qué preocuparse por las personas de carne y hueso si desde tu atalaya de superioridad moral estás cuidando del bien común?

Ahora los mismos que cuando un cura abusa de un menor condenan a toda la Iglesia, con sus 1200 millones de fieles y sus 2000 años de historia, se lanzarán en tromba a proteger a Oxfam de las consecuencias de unos abusos que se han repetido una y otra vez durante años. La matriz ingresa casi 500 millones de euros al año y cada filial nacional tiene su propio presupuesto, del que por supuesto un buen pellizco proviene de las arcas públicas, es decir, del dinero que nos quitan a usted y a mí. Querría pensar que esto va a suponer un antes y un después, pero tampoco he visto que la ONU haya sufrido mucho en su intocable estatus tras saberse que una y otra vez sus misiones de paz se han transformado en misiones de pillaje y violaciones a mansalva. Nuestro secretario de Estado ya se ha encargado de salir en defensa de la multinacional Oxfam. Durante un tiempo agacharán la cabeza. Pero no creo que tarden mucho en volver a decirnos lo buenos que son y lo malos que somos quienes pensamos que los países salen de la pobreza mediante la libertad de mercado, el reconocimiento de la propiedad, el Estado de Derecho y la globalización.

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