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Cuanto más libres son las mujeres menos optan por estudiar ciencias e ingeniería

Cuanto más igualitario es un país, más mujeres perfectamente capaces para la ciencia y la ingeniería optan por estudiar otras cosas.

Cuanto más igualitario es un país, más mujeres perfectamente capaces para la ciencia y la ingeniería optan por estudiar otras cosas.
Dentro de las ciencias, las mujeres suelen optar por psicología, medicina, biología y ciencias sociales. | Corbis

Estamos hartos de leer y escuchar el gran problema que supone para la igualdad el bajo porcentaje de mujeres en las carreras de ciencia e ingeniería (conocidas en ingles como STEM, las siglas de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas), supuestamente provocado por la discriminación o por una cultura que al definir estas carreras como de hombre desincentivan que las mujeres opten por ellas. Quienes lo denuncian no suelen protestar a su vez por el hecho de que en la mayoría de los países occidentales las mujeres ya sobrepasen en número a los hombres en la universidad, porque las desigualdad sólo importan en un único sentido. En todo caso, lo cierto es que esta denuncia no se suele presentar con pruebas de ningún tipo, tan sólo se enuncia la hipótesis como si fuera evidente por sí misma. Pero no lo es, y un nuevo estudio publicado en Psychological Science da más peso a la opinión de que es precisamente la libertad de elección de las mujeres la que las aleja de la ciencia y la tecnología.

Como siempre que se habla de estos asuntos, un aviso previo. Cualquier cosa que se diga en este artículo sobre "hombres" y "mujeres" en realidad quiere decir "una mayoría de hombres" y "una mayoría de mujeres". Las diferencias entre unos y otras son estadísticas y no nos dicen nada de ningún individuo en concreto.

El estudio analiza la mal llamada "paradoja de la igualdad" en los estudios de ciencia e ingeniería mediante el uso de una base de datos de logros académicos de 472.242 adolescentes en 67 países y encontraron que, en general, mujeres y hombres mostraron habilidades similares para esos campos, pero que, primero, en todos los países hay un porcentaje de mujeres perfectamente capaces de seguir estas carreras que optan por otras y, segundo, que ese porcentaje es mayor cuanto mejor está clasificado su país en el Índice de Igualdad de Género del Foro Económico Mundial. Es decir, cuantas menos barreras hay para que las mujeres sigan su vocación, sea cual sea, y cuanto más apoyo del Gobierno hay para que lo hagan, las mujeres optan con más frecuencia por estudios considerados tradicionalmente más femeninos.

A quienes esto les parece una paradoja parten de la base de que hombres y mujeres, en ausencia de influencias externas, serían iguales en intereses y preferencias. Pero si, por el contrario, se parte de la base de que esos intereses y preferencias están en parte fundamentados en razones biológicas, los resultados tienen sentido. Si eliminas, o al menos reduces más relativamente, las influencias culturales, las causas biológicas tendrán más peso en la decisión. En países donde las mujeres están más discriminadas y tienen menos independencia, seguir carreras técnicas puede ser una vía de escape hacia un futuro más libre para ellas. Pero en países donde no es necesario, por ejemplo, ser ingeniera informática para ganar esa libertad y cierta independencia económica, las mujeres ya no escogen esas carreras salvo si realmente tienen esa vocación, de modo que lo hacen en menor porcentaje.

¿Y cuáles serían esas causas biológicas? Aunque esto no está tan claro, ni está tan estudiado, el profesor de Psicopatología del Desarrollo Simon Baron-Cohen –primo del famoso cómico– considera que los cerebros de las mujeres tienden a estar más cableados para la empatía y los de los hombres para entender y construir sistemas. Cohen empezó a estudiar estas diferencias a través de la investigación sobre el autismo, del que es uno de los más reconocidos expertos a nivel mundial, y de la que considera que es un extremo patológico de esa tendencia masculina hacia los sistemas frente a las personas. Su estudio más famoso, por estar realizado con bebés de un día de edad sobre los que la influencia cultural no es un factor, observó que los recién nacidos dedicaban más atención a las caras si eran niñas y a los objetos si eran niños.

Naturalmente, esto no impedirá que el feminismo imperante en política y medios de comunicación siga dando por sentado que todo esto es cultural y debido a la discriminación, y proponiendo medidas para reducirlo. Medidas, claro, destinadas al fracaso.

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