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José T. Raga

Frases traicioneras

Me pregunto en múltiples ocasiones qué necesidad había de que tal personaje se manifestara en los términos en que lo hizo.

Creo que nunca tanto como ahora hemos oído de boca de personajes notables expresiones tales como "se me ha malinterpretado", "lo que dije se ha sacado de contexto", "es una interpretación torticera con interés político", etc.

Parlamentarios, ministros y muchos otros activos en la esfera pública abundan en este tipo de respuestas –a pretensión de aclaraciones– ante la reacción que el público en general y los comentaristas en particular hacen a sus manifestaciones sobre las materias de interés para la comunidad.

¿Por qué tanta extrañeza ante lo que es natural en una sociedad avanzada y, por ello, interesada en la cosa pública y en la acción de sus agentes? Yo me pregunto en múltiples ocasiones qué necesidad había de que tal personaje se manifestara en los términos en que lo hizo.

En la historia de la Humanidad, las referencias a modo de consejo para el buen hacer son sabias y diversas. Desde la más popular "por la boca muere el pez" o "la mejor palabra es la que está por decir" hasta la más ilustrada, contundente y comprensiva, de "el hombre es esclavo de sus palabras y dueño de su silencio" (Aristóteles), hay una larga carta de máximas que nos aconsejan prudencia en el decir.

¿Por qué, entonces, tanta locuacidad por aquellos que merecen, por sus propios méritos, el respeto y, en algunos casos, hasta la admiración de quienes contemplamos atentos sus actuaciones? Esa locuacidad traiciona hasta en situaciones que, por su obviedad, dispensarían de cualquier mención.

Con sólo dos ejemplos trataré de aclarar a qué me refiero. Apenas hace una semana hemos contado con una aseveración del que fuera anterior ministro de Economía en la que aseguraba: "Los tipos subirán antes o después".

Hombre, para eso, mejor estar callado. Es verdad que habría asegurado mucho la afirmación si hubiera continuado con otras opciones "… o se mantendrán constantes o bajarán". Pasar a la Historia por frases como ésta es asegurar el recuerdo burlesco de alguien que quizá no se lo merezca.

Casi simultáneamente a la afirmación anterior, esta persona, por la que siento el mayor respeto, decía: "Los empleados públicos trabajamos para el crecimiento". ¿Sólo para eso? ¿Dónde queda la estabilidad, la seguridad y la función social –redistribución/bienestar– que se pretende con la imposición? ¿Quiere decirse que en períodos de estancamiento y de recesión los funcionarios deberían trabajar gratuitamente, ya que no cumplen su objetivo?

Las frases o términos referidos a un personaje deben ser indicativos de su pensamiento. Adam Smith recuerda la mano invisible; David Ricardo, la ventaja comparativa o el valor trabajo; Keynes, "a largo plazo, todos muertos"; Samuelson, los cañones y la mantequilla. Etc. Detrás de cada una de estas frases hay un pensamiento que se deja representar por la concisión de una sencilla frase. Las mencionadas anteriormente no dejan traslucir nada. El silencio sería su mejor aliado.

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