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El tabaco afronta su mayor revolución tras cinco siglos echando humo

El tabaco es un producto que ha sufrido pocos cambios desde su descubrimiento y ahora afronta el gran reto de convivir con el vapeo. 

El tabaco es un producto que ha sufrido pocos cambios desde su descubrimiento y ahora afronta el gran reto de convivir con el vapeo. 
Sevilla tuvo una de las primeras fábricas de tabaco del mundo | Alamy

Cuando Cristóbal Colón desembarcó en Cuba en el año 1492 quedó perplejo ante "la tierra más bonita que los ojos humanos habían visto". También era la primera vez que los ojos de los colonizadores españoles que llegaban al Nuevo Mundo veían a otro ser humano exhalar y sostener un pequeño elemento que desprendía un humo embriagador.

Hallaron estos cristianos, por el camino, mucha gente que andaba con unas hierbas secas metidas en otra hoja, seca también, a manera de mosquete hecho de papel, y habiendo encendido una parte de él, por la otra chupan o sorben, y reciben con el resuello para adentro aquel humo con el cual se adormecen las carnes. Así dicen que no sienten el cansancio. Estos mosquetes los llaman tabacos.

Extractos como este empezaron a llenar pronto las primeras páginas de la historia del Descubrimiento de América. La especie de pipa con la que los indígenas absorbían su humo hasta narcotizarse y perder el sentido cautivó a los recién llegados.

El Almirante y su tripulación no tardaron en interesarse por esa planta que los indios cultivaban en sus huertos y que, aseguraban, les quitaba los dolores de cualquier enfermedad. Hasta los poetas de aquella época le dedicaban pluma y verso a esta curiosa planta que tan llevadera hacía la labranza, los ratos ociosos o los más ceremoniosos rituales.

El tabaco divierte

en cualquier lugar al afligido;

el humo espeso de su boca vierte.

ya en círculos, ya en ondas dividido,

y con blando donaire,

balsama el cuerpo, purifica el aire.

El tabaco despega en España

Marineros, soldados y otros viajeros que volvían del Nuevo Mundo compartieron la costumbre de fumar al regresar a sus hogares, aunque fue su fama de planta medicinal lo que hizo que se extendiese como la pólvora por toda Europa en el siglo XVI. En el Viejo Continente ya existía la costumbre de utilizar ciertos vegetales preparando cataplasmas, infusiones o inhalando. En Cuba no quisieron perder ese tren, por lo que intensificaron su producción.

La avaricia de Hacienda, que empezó a gravar el producto; la oposición de algunos ganaderos y agricultores, que querían utilizar los campos para otros menesteres y no para plantar tabaco; y el recelo del clero, que llegó a amenazar incluso con la excomunión a quien osara consumir la nueva planta, marcaría por siempre a un producto que a día de hoy es uno de los más regulados del mundo.

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Cartel publicitario de las plantas cubanas

Gracias a la buena aceptación de la aristocracia, que en un principio se decantó más por el tabaco en polvo y aspirado, las altas esferas europeas sucumbieron a su uso. Las primeras fábricas de tabaco en el mundo, como la de Sevilla, elaboraban el denominado Polvo español, el Grosso florentino o el Rapé francés.

Una orden real de Fernando VII en el siglo XIX supuso un balón de oxígeno para lo que ya empezaba a poder llamarse sector. El Rey decidió liberalizar "el fomento y cultivo de la preciosa planta del tabaco" para favorecer su plantación y elaboración. El tabaco despegaba.

El cigarrillo y las grandes marcas

A partir del siglo XIX, la moda de fumar en pipa, que hasta entonces era propia de campesinos y marineros, empieza a propagarse entre las clases altas, dándole la espalda al rapé. Aún así, fumar todavía seguía siendo caro porque su fabricación implicaba un gran protagonismo de la mano de obra artesanal. Ya en el siglo XX, con la segunda Revolución Industrial, se empezaron a ver los primeros atisbos de fabricación en masa. La mecanización llegó tanto al picado y el cortado de las hojas de tabaco como al empaquetado.

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Empaquetadora de cigarrillos I Museu del Tabac (Andorra)

Entre cafés, cabarets y cuplets, durante los años 20 el celofán se incorpora a los paquetes y aparece el cigarrillo con filtro. El tabaco llegaba a manos de la población, y tal era la fascinación por el humo, que el catalán Joan Viladomat componía el famoso tango Fumando Espero con letra de Félix Garzo.

La industria tabaquera se convirtió así en el nuevo protagonista del mercado publicitario. En las primeras campañas, se rodeaba el tabaco de un halo exótico; durante la Segunda Guerra Mundial, abundan los anuncios con alusiones patrióticas, aunque este periodo bélico provocó una enorme escasez de materias primas. En España, ocurrió lo mismo con la Guerra Civil, lo que supuso una gran oportunidad para que los cigarrillos rubios de EEUU se hicieran un hueco en el Viejo Continente. Marcas fuertes como Camel, Lucky Strike o Philip Morris llegaban a Europa.

Con la llegada del cine americano, Humphrey Bogart o James Dean se encargaron de dar las caladas más famosas de la historia de la gran pantalla. Corrían los años 50, y con la llegada de la televisión a los hogares, la cifra de consumidores potenciales de tabaco se multiplicó.

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Humphrey Bogart

Han transcurrido 68 años desde entonces, y parece que el tiempo se hubiera detenido en ese pitillo que tanto adornó la década del Rock and Roll. Estética, tamaño, sabor, olor, adicción, la forma de distribuirse, siempre de 20 en 20… El cigarrillo sigue siendo el mismo, aunque todo lo que le rodea es diferente.

Invisibilizar el humo

Con el propósito de reducir el número de fumadores y las enfermedades asociadas al tabaquismo, invisibilizar el producto ha sido uno de los mayores empeños en la historia de las políticas antihumo. Ese objetivo dejó atrás una época en la que el tabaco era uno de los mejores clientes de las agencias publicitarias. La serie Mad Men nos ha dejado un buen ejemplo para evocar los tiempos en los que los expertos en marketing se exprimían los sesos en cada campaña tabaquera.

Las televisiones españolas se apagaron para el tabaco en los años 90 con la prohibición de la publicidad. Ya en el año 2005 se eliminarían los anuncios en prensa, radio e internet. Ferrari también tendría que quitar las famosas pegatinas de Marlboro de sus coches porque tampoco se permitió el patrocinio del tabaco en los eventos deportivos de gran alcance, como la Fórmula 1 o la Moto GP. Poco tiempo después, caerían los carteles y vallas publicitarias y hasta el típico merchandising que daba nombre de las marcas más famosas a sombrillas y toallas.

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Fortuna patrocinando la moto de Tony Elias en Moto GP

Y las restricciones publicitarias llegaron a las propias cajetillas. En el año 2003, las autoridades sanitarias empezaron a ocupar una parte del espacio de los paquetes de tabaco que, desde la última Directiva Europea de 2016, ya representa al 65%, reduciéndose al mínimo el espacio para la marca.

Los límites también llegaron a los lugares donde poder fumar. Ya se había puesto coto años anteriores, pero en 2010 entró en vigor una normativa en España que impedía fumar en bares, restaurantes y en cualquier sitio público cerrado. La imagen de un cirujano con un cigarrillo en la mano quedaba difuminada en la memoria de muchos.

El producto más gravado de España

A pesar de que los cigarrillos siguen siendo los mismos, el bolsillo de los fumadores languidece. Y es que el precio del tabaco ha subido como la espuma en las últimas décadas debido a las sistemáticas subidas de impuestos que han ido aplicando los diferentes gobiernos en nuestro país.

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Recaudación por tabaco de los últimos años

La recaudación fiscal a través de los impuestos que gravan este producto sumó 9.110 millones de euros en 2016, una cifra prácticamente idéntica a la de 2015. Entre los Impuestos Especiales y el IVA, el Estado se fuma el 77% del precio de la cajetilla, siendo el tabaco el producto más gravado de España muy por delante de los hidrocarburos (47%), el alcohol (43%) o la electricidad (21%). Actualmente, el precio medio de una cajetilla es de 4,4 euros.

La subidas de precios unidas a la crisis económica han generado una grave consecuencia alrededor de los cigarrillos: que los fumadores se pasen al tabaco de contrabando. En 2016, se estima que el tabaco ilegal representó al 4,6% del total del mercado nacional, aunque en regiones como Andalucía alcanzó el 30%. La entrada de tabaco procedente de ubicaciones como Gibraltar, donde cuesta 2 euros menos, es el delito más habitual, aunque también ha aflorado la práctica de introducirlo desde zonas de Europa del Este o falsificado procedente de China.

El gran reto: acabar con el humo

A pesar de todos los vaivenes que a lo largo de estos cinco siglos han podido apagar a un sector para siempre, es precisamente ahora cuando el tabaco va a llevar a cabo su mayor transformación. Las grandes tabaqueras se han puesto manos a la obra para ofrecerle a sus clientes algo más que los cigarrillos tradicionales, y la clave está en el vapeo.

La primera apuesta ha sido el cigarrillo electrónico, que no tiene tabaco, sólo nicotina. British American Tobacco (BAT), Philip Morris, Japan Tobacco International (JTI) y Altadis, las cuatro grandes del sector, ya han lanzado sus diferentes versiones. Las han bautizado como Vype, Solaris, Logic y Blu, respectivamente.

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IQOS

La otra versión sin humo es el cigarro sin combustión. Consiste en un dispositivo electrónico que tiene tabaco y nicotina, pero al no llegar a quemar, no expulsa humo, sino también vapor. Philip Morris lo apuesta todo a esta idea. La dueña de Marlboro vaticina que los cigarrillos "se extinguirán" porque el vapor de IQOS, que así se llama el dispositivo, "contiene, de media, un 90-95% menos de los niveles de sustancias tóxicas" en comparación con el humo del tabaco tradicional. Para ello, ha invertido más de 2.000 millones de euros y ya lo vende en muchos países del mundo, incluida España.

British American Tobacco (BAT) y Japan Tobacco International (JTI) son más prudentes, aunque también tienen ya listos sus cigarrillos sin combustión. La primera, dueña de Lucky Strike, ha sacado Glo y lleva invertidos más de 1.300 millones en los nuevos productos alternativos. La inversión de Japan Tobacco International (JTI), propietaria de Winston o Camel, es de 850 millones de euros para PLOOM TECH. De momento, Altadis es la única que no ha movido ficha en esta categoría, aunque ha metido más de 500 millones en el cigarrillo electrónico.

Ahora, les toca a los fumadores decidir si se despiden del pitillo para siempre, si se quedan con el vicio clásico o si humo y vapor están destinados a convivir.


Museu del Tabac (Andorra)

El Tabaco Habano (Miguel Rodríguez Ferrer, 1831)

El Tabaco (Victoriano Felip, 1854)

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