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La actividad del sector privado pierde dinamismo en el arranque del año

El crecimiento de la economía española se ha estabilizado en el 0,7%, pero el sector privado muestra signos de desaceleración.

El crecimiento de la economía española se ha estabilizado en el 0,7%, pero el sector privado muestra signos de desaceleración.
El sector privado registra una cierta desaceleración | Corbis

La economía española ha crecido un 0,7% en el primer trimestre del año, según el Instituto Nacional de Estadística. Esta tasa es similar a la de los últimos trimestres de 2017, si bien la composición del crecimiento sí está cambiando ligeramente, con un mayor peso del sector público -que incluye tanto el gasto como la inversión pública-, cuya contribución al crecimiento ronda las dos décimas en el inicio de año, mientras que la aportación de la demanda privada interna es menos, tras sumar cinco décimas al PIB, frente a las siete registradas en la primera mitad del pasado año.

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Los dos principales componentes de la demanda del sector privado son la inversión y el consumo. La primera se ve afectada en el comienzo del año por un descenso de la inversión en bienes de equipo, mientras que el consumo de los hogares se recupera respecto del final de 2017, cuando la crisis catalana probablemente afectó negativamente al comercio minorista. Un elemento a destacar del consumo de las familias es que parte de su crecimiento no se traduce en más PIB, sino que a través del turismo en el extranjero forma parte de las importaciones.

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Por su parte, la aportación del sector exterior es ligeramente positiva, pese al parón de las exportaciones de bienes en el primer trimestre del año, debilidad que también se observa en otras economías como la alemana, gracias a la positiva contribución de los servicios no turísticos.

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Un aspecto significativo del crecimiento es que depende en los últimos trimestres menos del empleo y algo más de un repunte, moderado eso sí, de la productividad. Dicho repunte puede ser una consecuencia de la evolución en la composición del aumento laboral, menos dependiente durante los últimos trimestres de sectores con una productividad inferior a la media, como es el comercio y la hostelería , y más de actividades con una mayor productividad, como son las manufacturas o la construcción.

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En definitiva, el crecimiento de la economía española se ha estabilizado en el 0,7%, dejando atrás el repunte experimentado en el primer semestre de 2017. Por tanto, no hay señales de una mayor ralentización en el conjunto de la economía. Sin embargo, si se excluye del mismo tanto la aportación del sector público -cuya evolución depende de las decisiones de gasto- como de la agricultura -sector afectado, en parte, por razones ajenas a la actividad, como la climatología- la tendencia sí es de desaceleración.

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¿Significa lo anterior que la economía española se adentra en una fase de desaceleración? En lo que queda de 2018, no necesariamente. Por un lado, los nuevos Presupuestos Generales del Estado son de signo expansivo en partidas como el empleo público. Además, si bien es cierto que el efecto Semana Santa puede afectar negativamente a los ingresos por turismo, la positiva dinámica laboral podría funcionar como soporte del consumo de las familias y de la inversión empresarial. De hecho, en el más corto plazo, la información disponible también avanza un crecimiento del 0,7% en el segundo trimestre.

Con una visión a más largo plazo, la economía española mantiene un notable ritmo de crecimiento, ya que la tendencia actual apunta a un crecimiento del 2,9% en 2018, aunque éste es cada vez menor: en 2016 fue del 3,3% y en 2017 del 3,1%. Además, existen ciertos riesgos a tener en cuenta, como son el efecto en el consumo de un prolongado encarecimiento del petróleo, la normalización de los tipos de interés o la desaceleración de la zona euro, sin contar las posibles turbulencias procedentes de Italia.

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