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Por qué no hay que derogar la reforma laboral

La mayor flexibilidad laboral introducida en 2012 ha salvado dos millones de empleos, frente a la histórica destrucción que generó el modelo previo.

La mayor flexibilidad laboral introducida en 2012 ha salvado dos millones de empleos, frente a la histórica destrucción que generó el modelo previo.

Desde que se aprobó la reforma laboral (Real Decreto-ley 3/2012) casi toda la izquierda (partidos políticos, sindicatos y actores sociales varios) ha mostrado su rechazo continuo. Tan solo la parte más moderada de dicho espectro político y social, esa que deja los dogmas a un lado y analiza objetivamente, la ha apoyado tímidamente.

Dicho cambio tuvo como objetivo principal, según la propia exposición de motivos de la ley, "establecer un marco claro que contribuya a la gestión eficaz de las relaciones laborales y que facilite la creación de puestos de trabajo, así como la estabilidad en el empleo". Había que poner soluciones al alto nivel de paro que existía en España por aquel entonces (22,85% a cierre de 2011), el cual es característico de nuestro país, ya que la tasa media de desempleo desde la Transición supera el 15%. Para ello, ponía encima de la mesa mecanismos que liberalizaran en cierto modo (aunque no del todo) el mercado laboral, uno de los sectores más intervenidos por el poder político.

Ya sabemos que en política hay mucha diferencia entre la propaganda y la realidad. Y en la propaganda se mueven como peces en el agua dichos actores políticos y sociales de izquierdas. Es por ello que no han dudado en utilizar la manipulación y la mentira en referencia al empleo y el mercado laboral durante el último Gobierno del PP. ¿Tan mala ha sido la reforma laboral? Para responder a esta pregunta comparemos el nivel de empleo, paro, temporalidad y salarios en la burbuja económica (2007), cuando Rajoy llegó a la Moncloa (2011) y cuando Rajoy se ha ido (2018).

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En términos macroeconómicos se puede observar una mejoría, tanto en aumento de ocupación como en reducción del paro. Es verdad que queda camino por delante, pero el escenario para alcanzar cotas aún mejores no puede ser el mismo con el que se destruyeron más de 3 millones de puestos de trabajo.

Por su parte, los salarios se comportaron de manera rígida hasta la reforma laboral, en gran parte por la presencia de convenios colectivos que no hacían posible la moderación de sueldos. Esto hizo que se destruyera empleo de forma masiva durante los primeros años de la crisis. La explicación es sencilla: si la actividad económica se reduce y las empresas no pueden moderar los salarios, tomarán el camino de ajuste de empleo vía reducción de plantilla, despidiendo a trabajadores.

La evolución salarial ha sido dispar durante la crisis, ya que en una primera etapa, hasta 2009 y, en parte, 2010 y 2011, los salarios siguieron subiendo ajenos a la intensa destrucción laboral. Como indica Daniel Lacalle en su libro Acabemos con el paro: "Entre los años 2007 y 2011, casi 3.5 millones de ocupados perdieron su empleo. Mientras, los incrementos salariales pactados en convenios colectivos alcanzaron una media del 2,9% en el periodo 2007-2011". Todo un despropósito.

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El peso de la remuneración de los asalariados en el PIB llegó a subir al 51% en 2009 para comenzar a caer en 2010 y tocar suelo en 2013, hasta el 47,3% del PIB. Desde finales de 2013 y hasta ahora, este indicador muestra una estabilidad que viene determinada por la evolución favorable del empleo. Pese a lo que dicen algunos, los salarios sobre el PIB no han caído mucho desde la reforma laboral y, de hecho, pese a bajar en 2017, el resultado ha sido el mismo que en 2013. En definitiva, el peso de las rentas salariales sobre el PIB ha caído poco más del 2% durante el Gobierno de Rajoy, concentrándose dicha reducción en los años 2012 y 2013.

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Para ver cómo ha sido esa distribución salarial, se pueden observar los siguientes gráficos, en los que se muestra la variación de la distribución del sueldo medio por deciles entre 2011 y 2016.

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Pese a que el salario medio ha caído entre 2012 y 2015 en los deciles bajos y medios (del 1 al 6), se ve una mejoría en 2016, la cual compensa las caídas de los años anteriores. Por su parte, los deciles más altos (del 7 al 10) se han comportado al revés: ha crecido el salario medio entre 2011 y 2015 para, luego, reducirse en 2016, aunque siguen estando por encima del nivel inicial.

El dilema del mercado laboral en una recesión es siempre el mismo: mantener el nivel de empleo con salarios menores o reducción de empleo con los mismos salarios. Cuando hay una crisis, no se puede esperar el mismo nivel de empleo con el mismo nivel de salarios.

Relacionado con esto, los economistas Sergei Guriev, Biagio Speciale y Michele Tuccio llevaron a cabo una investigación en el mercado laboral italiano entre 2008 y 2013, donde comparan el comportamiento de los salarios y del nivel de empleo, tanto en la regulada economía "formal" como en la desregulada economía sumergida o "informal". Los autores descubren que los salarios caen un 20% en la economía informal mientras que se mantienen constantes en la economía formal. Por su parte, el empleo en el mercado formal disminuyó un 16%, mientras que en el informal apenas varió. En resumen, la economía formal (regulada) ajusta el mercado de trabajo vía destrucción de puestos de trabajo, mientras la economía informal (no regulada) se ajusta vía reducción de salarios.

Y esto, en líneas generales y salvando las distancias, es lo que ha ocurrido en España. Antes de la reforma laboral, con una legislación laboral más rígida, se reducía el empleo mientras los salarios se mantenían constantes o aumentaban. Con la reforma, el ajuste se ha producido a través de la moderación salarial, conservando el nivel de empleo y recuperándolo poco a poco a medida que la economía crece.

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Como explica Miguel Cardoso, en anteriores recesiones, debido a las rigideces que introducía el sistema de negociación colectiva, la respuesta ante una caída de la actividad económica se daba a través de la destrucción de puestos de trabajo. Por otro lado, se asume que la mayor flexibilidad interna que otorgó la reforma laboral a las empresas ha permitido un ajuste más eficiente y menos traumático, en la medida en que ha salvado puestos de trabajo a cambio de moderación salarial.

La reforma salvó millones de empleos

Un análisis de BBVA Research (Los efectos de la flexibilidad salarial sobre el crecimiento y el empleo, 2016) explica que si el comportamiento de los salarios entre 2012 y 2015 hubiese seguido patrones similares a los de 2010-2011 (crecimiento del 4,5% en términos reales),España habría tenido cerca de 1 millón de empleos menos en 2016. Por otro lado, de haberse aplicado una mayor flexibilidad laboral al inicio de la crisis, se habría evitado la destrucción de cerca de 2 millones de ocupados en el largo plazo y la tasa de paro a inicios de 2016 hubiese sido 8 puntos inferior (12,9 % frente al 20,9 % a cierre de 2015).

En conclusión, se puede afirmar que la reforma del PP cambió la tendencia laboral en España, pasando de la destrucción de empleo a la moderación salarial. El escenario que se encontró Mariano Rajoy cuando llegó a la Moncloa no era el mejor. La reforma laboral frenó la sangría, aunque no lo hizo de primeras (las consecuencias de una política no es inmediata y la crisis de la zona euro fue bastante dura). Poco a poco, con un mercado de trabajo algo más liberalizado, el empleo se va recuperando y el paro sigue bajando.

Aunque los actores sociales y políticos de izquierdas digan que hay que derogar la reforma laboral porque ha aumentado la precariedad, es mentira, puesto que la temporalidad era mayor en la etapa de Zapatero, en plena burbuja. Hay que profundizar en la reforma laboral para evitar los errores del pasado. Quienes critican este cambio se quejan de la moderación salarial, pero callan sobre la inmensa destrucción de empleo previa. Viven ajenos a la evidencia, la cual demuestra que los mercados laborales más flexibles y liberalizados tienen salarios más altos y menores tasas de paro. Esto último es la enfermedad de nuestro país: una tasa de desempleo estructural muy alta.

El camino es liberalizar más y que sean trabajadores y empresarios quienes pacten las condiciones laborales, siendo el Estado un mero revisor del cumplimiento de dichos acuerdos. Así pues, hay que alejarse definitivamente de los convenios colectivos, a diferencia de lo que defiende el Gobierno de Pedro Sánchez.

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