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José T. Raga

Mi temor a los oráculos

¿Por qué no explicar qué ocurre con las rentas fijas –pensionistas– en procesos inflacionarios?

No creo que, de haber vivido en la Grecia Antigua, incluso suponiéndome vecino del santuario de Delfos, hubiera gozado de menor tranquilidad de la que poseo ante los oráculos del siglo XXI.

Diferencias notables existen entre aquellos y estos. Los de Delfos, transmisores de los mensajes de los dioses, afianzaban su predicamento en los aciertos que el pueblo comprobaba de sus pronunciamientos. Los de hoy se hacen presentes por el tañer de las campanas, es decir, por los medios de comunicación, y nunca nadie comprobará su veracidad o su error. Su predicamento termina con el mensaje; después todo queda olvidado.

Su dogmatismo, en cambio, no es menor que el de los griegos. Por ello, disculparán los lectores, y también los oráculos, que, como pobre y anciano profesor universitario, acostumbrado a dudar sobre todo, sienta temor ante quienes todo lo saben y pontifican hasta en lo que me conviene, cosa ésta sobre la que también dudo.

Durante el fin de semana pasado, un oráculo financiero cuyo nombre silencio por respeto, como enviado de una deidad poco ilustrada, nos lanzaba un mensaje preocupante para propios y extraños. En síntesis, venía a decir que la inflación es un fenómeno necesario y bueno para todo el mercado, aunque añadía que hay que tenerla controlada –lo cual no entiendo, porque, si es buena, cuanta más, mejor– y que hay que desdramatizar las subidas de los tipos de interés, que él mismo reconoce se esperan para el año próximo.

No sé los lectores, pero yo me habría quedado más tranquilo si hubiera dicho que el mundo financiero se sentiría más cómodo si hubiese relajación con la inflación, y mejor aún con tipos de interés más elevados. Pero no ha sido así. Ha tratado de hacer teoría económica, que poco tiene que ver con la actividad financiera.

Su deseo acerca de la inflación, ni siquiera lo suscribiría el mismo Keynes. Éste se mostraba tolerante con la inflación cuando existían recursos en paro deseando ser empleados. Nunca en pleno empleo, ni tampoco con un paro estructural sin incentivos productivos.

¿Por qué no explicar qué ocurre con las rentas fijas –pensionistas– en procesos inflacionarios? O con los poseedores de activos monetarios, normalmente las rentas bajas. ¿Por qué no decir que la inflación es un impuesto encubierto que incide regresivamente sobre las rentas?

Estoy de acuerdo en que la inflación pueda ser cómoda para las entidades financieras. Éstas contribuyen a ella y la alimentan con su creación de dinero bancario, y sus servicios se liquidan sobre las masas de dinero intermediado. Por eso, cuanto más mejor. En cuanto a la conveniencia de elevados tipos de interés, ¿por qué no se lo explica a quienes les viene justo pagar la cuota hipotecaria pactada con un interés referenciado a un índice que espera subir en 2019?

Irse a la teoría para encubrir intereses del negocio me parece deshonesto y ajeno a esa transparencia que se reclama, precisamente, al mundo financiero.

En Libre Mercado

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