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Un gráfico terrible: España, Grecia e Italia desaprovechan más del 40% de su fuerza laboral

En estos tres países mediterráneos, casi la mitad de sus potenciales trabajadores están infrautilizados: ¿es sostenible esta situación a medio plazo?

En estos tres países mediterráneos, casi la mitad de sus potenciales trabajadores están infrautilizados: ¿es sostenible esta situación a medio plazo?
Imagen de una manifestación en Atenas, en febrero de 2015, frente a la sede del Parlamento griego. | Cordon Press

Parados: son las personas de 16 o más años que durante la semana de referencia han estado sin trabajo, disponibles para trabajar y buscando activamente empleo.

Ésta es la definición de parado que ofrece el Instituto Nacional de Estadística (INE) en la Encuesta de Población Activa (EPA). No es lo mismo, como a veces se piensa, que no tener un empleo. Puede haber una persona que desearía trabajar (podría decirse que estaría dispuesta a coger un empleo si se presentara la ocasión), pero que siente que no hay demasiadas posibilidades de encontrar trabajo y no lo está buscando. Pues bien, esa persona no contaría como parada, sino como inactiva.

Todo esto es más o menos conocido, pero no siempre interiorizado. La tasa de paro se toma como "el dato", la cifra que determina la salud del mercado laboral de un país. Pero en realidad no deja de ser una parte de una foto mucho más compleja. Es una parte importante (mucho, como veremos en este artículo) pero no lo es todo.

Podríamos imaginar, por ejemplo, en un país en el que sólo el 10% de la población trabaja y el resto permanece en las filas de los inactivos. En ese país no habría paro, la tasa sería del 0%, porque nadie estaría buscando un empleo; sin embargo, su situación desde un punto de vista económico-social-laboral sería catastrófica. Y lo mismo si pensamos en un país en el que toda su población esté trabajando, pero la media es de 10 horas de trabajo a la semana por empleado: de nuevo, no habría paro, pero ni mucho menos estaríamos ante un lugar próspero.

Los dos últimos ejemplos son situaciones extremas. En ningún lugar del mundo se produce que haya un 90% de la población inactiva. Pero sirven para hacernos una idea de cómo una cifra (paro) puede ocultar, minimizar o distorsionar lo que pretende explicar.

La siguiente imagen ilustra la idea alrededor de la que gira este artículo. Está sacada directamente del informe sobre empleo que la OCDE realiza cada año entre sus miembros, el club de los países más ricos del mundo, y que se publicó hace unas semanas: OECD Employment Outlook 2018 (página 24)

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Como podemos ver, lo que muestra este gráfico es la cifra de lo que los autores llaman "infrautilización" de la población adulta (entre 20 y 64 años) y su evolución entre 2006 y 2016. Para entrar en esta categoría hay tres posibilidades:

  • Estar en paro
  • Estar fuera de la población activa (ni siquiera están buscando trabajo)
  • Tener un empleo a tiempo parcial no deseado (esa persona querría trabajar más horas, pero no encuentra un trabajo que se lo permita)

Como vemos, cada país es un mundo. Hay algunos lugares en los que había más infrautilización laboral en 2006 (antes de la crisis) que ahora. Son los que están por debajo de la diagonal azul. También los hay, la mayoría, que tienen un porcentaje superior en este grupo en la actualidad. Pero hay tres que destacan por encima de todos, los que están en la parte superior del recuadro: Grecia, Italia y España. Son los campeones mundiales (al menos entre los países que mide la OCDE, los más ricos y avanzados del mundo) en "infrautilización" de sus recursos y su situación se ha deteriorado de forma muy acusada desde la crisis. Ahora veremos que para cada uno de ellos hay una causa diferente. Pero la realidad es la misma: los tres están desperdiciando buena parte de su potencial.

Porque lo relevante es esto último. Los economistas hablan mucho de productividad, competitividad, crecimiento… Todo esto es muy importante. Pero la riqueza de un país viene determinada por cuánta gente tiene trabajando y en qué: al final el PIB no deja de ser (de una forma u otra) la suma de lo que cada uno de sus habitantes produce cada año. Y con esa producción es con la que viven y de lo que comen tanto los que trabajan como los que no lo hacen.

Tres gráficos y un problema

Los siguientes gráficos muestran, de forma más detallada, la magnitud del problema y como estos tres países (Grecia, Italia, España) tienen cada uno sus propias características. Por cierto, en este caso son datos de Eurostat por lo que podría haber alguna discrepancia menor con los de la OCDE (preferimos las cifras de la oficina estadística de la UE porque, en estas ratios en concreto, son más detalladas y actualizadas).

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El primero muestra a los países de la UE en función de su tasa de empleo entre los 20 y los 64 años: es el porcentaje de la población de esa edad que tiene un trabajo (es casi lo mismo que la cifra de la OCDE, aunque este organismo amplía el rango de edad a los 15 años y no tiene en cuenta a los estudiantes). Como vemos, España es el cuarto por la cola, tras Grecia, Italia y Croacia. Pero con una peculiaridad: si miramos las barras azules, las que miden la población activa, nuestro país no está tan lejos de otros países ricos de la UE. De hecho, con el 78,9% de población activa entre los 20 y los 64 años, estamos por encima de la media. ¿Cuál es nuestro problema? La tasa de paro: muchos de nuestros activos no encuentran un empleo.

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Esto es lo que puede verse en el segundo gráfico. Griegos y españoles siguen destacando (y por mucho) en lo que hace referencia al desempleo. Si nos comparamos con Italia, el tercero en discordia de este trío de mediterráneos con problemas, vemos que su principal problema están en la población activa. No es que el 11% de tasa de paro en aquel sea baja (ni mucho menos), pero la principal razón por la que la tasa de empleo es tan reducida (el 62,3% de la población de entre los 20 y los 64 años) es porque tiene la tasa de actividad más baja de la UE en esa franja de edad, apenas el 70,1%. O lo que es lo mismo, de cada 10 italianos en edad de trabajar, hay tres que ni siquiera están en el mercado: ya no es que no tengan un trabajo, es que ni se plantean buscarlo.

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El tercer elemento de la ecuación es la tasa de empleo parcial involuntario. Es decir, trabajadores que tienen una ocupación inferior a las 40 horas semanales porque no son capaces de encontrar un empleo a jornada completa.

Es importante subrayar lo de "involuntario". Como vemos en el anterior gráfico, algunos de los países más ricos de la UE (Holanda es el mejor ejemplo, pero también destacan Alemania, Austria o Bélgica) tienen porcentajes de empleo a tiempo parcial muy elevados. Muchos más altos, en realidad, que España, Italia o Grecia. Lo que ocurre es que allí esa situación es buscada por el empleado y la empresa. Por múltiples motivos (personales, de estudios, para personas cercanas a la jubilación…) en estos lugares es muy común que un número importante de sus trabajadores lo sea a tiempo parcial. Nadie se sorprende ni tiene por qué ser negativo. El problema de España, Italia o Grecia es que en nuestro caso hablamos de una situación no buscada y que se debe a la pura necesidad: se coge lo primero que se encuentra a mano, aunque sea menos de lo que el trabajador querría.

Hacer las cuentas

Aquí volvemos a lo que decíamos antes sobre la riqueza de un país y lo que producen sus habitantes. Y lo que supone que un 40% de tus potenciales trabajadores no estén en el mercado laboral o lo estén de aquella manera. Además, Grecia, Italia o España tienen otros problemas añadidos; por ejemplo, de productividad. No parece que sean tres países que puedan permitirse desperdiciar de esta manera sus recursos. Las cuentas no salen.

Porque, además, hablamos de países con enormes estados del bienestar, endeudados y cada vez más envejecidos, en el que la población no activa por razones de edad va a seguir creciendo. Y una población dependiente más cara (en términos económicos) que la que sustituye: es cierto que estos países cada vez tienen un porcentaje menor de niños y adolescentes (lo que no es ni mucho menos una buena noticia), lo que podría redundar en algún ahorro en términos educativos; pero a cambio subirá la factura en sanidad-pensiones-cuidados.

Con este panorama, se necesita la aportación de todos los adultos en edad laboral. Entre los 20 y los 64 años, el rango del gráfico de la OCDE, todos deberíamos estar sumando. De hecho, más allá de lo que supuso en términos sociales, éste fue uno de los grandes logros económicos del último medio siglo en lo que respecta a la incorporación de la mujer al mercado. Puede haber excepciones (desde enfermedades graves a personas que están formándose un tiempo para cambiar de sector, o incluso parones en la carrera laboral por cuestiones personales); pero, ¿un 40%?... Eso es insostenible.

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