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Los efectos de la 'contra-reforma' laboral de Sánchez: la rigidez salarial disparó el paro durante las crisis

Dos informes del Banco de España alertan sobre las consecuencias de volver al modelo previo a 2011 en lo que respecta a la negociación colectiva.

Dos informes del Banco de España alertan sobre las consecuencias de volver al modelo previo a 2011 en lo que respecta a la negociación colectiva.
La ministra de Trabajo, Magdalena Valerio, esta semana en Barcelona, durante el acto de conmemoración de los 130 años de la fundación de UGT. | EFE

En 2008-2009-2010, los salarios subieron en España. También lo hizo el paro, en ocasiones a un ritmo de más de un millón de nuevos desempleados cada año. Parece extraño, pero así es. Los expertos se preguntan cómo puede ser que, mientras se destruían cientos de miles de empleos cada trimestre, siguieran incrementándose los costes laborales. Y, otra pregunta todavía más interesante (aunque ausente en el debate público en nuestro país) es si tienen relación una y otra circunstancia.

Ahora que Pedro Sánchez se propone reformar algunos de los aspectos clave de la última reforma laboral, entre otros la negociación colectiva en lo que respecta a los salarios, la ultraactividad de los convenios o la indexación de los mismos, es pertinente preguntarse cuáles fueron los efectos de estas peculiaridades de nuestro mercado laboral y cuáles serían los de derogar los cambios introducidos entre 2011 y 2012.

Este sábado analizábamos los efectos en el desempleo de la vuelta a la negociación colectiva sectorial frente a la prioridad del convenio de empresa que fijó la reforma de 2012: hasta cinco puntos porcentuales de incremento en la tasa de paro, según un informe del Banco de España. En este artículo, volvemos al organismo supervisor y a su servicio de estudios. En concreto, a dos informes de 2011 y 2015 sobre rigidez salarial en España y en otros países de la UE, y a sus consecuencias sobre el desempleo, sobre todo en época de crisis.

Rigidez, salarios y paro

El primero de estos estudios se llama "Collective bargaining, wage rigidities and employment: an analysis using microeconomic data" y lo firma Ernesto Villanueva, de la Dirección General de Economía y Estadística del organismo. Es de abril de 2015 y su objetivo es medir "el impacto que la rigidez salarial tuvo en términos de pérdida de empleos en el comienzo de la crisis de 2008, antes de que las dos últimas reformas laborales fueran aprobadas".

El autor explica que, en España, un 55% de los trabajadores estaban sujetos a un convenio colectivo sectorial firmado a nivel provincial (un tipo de acuerdo que no se renegociaba con frecuencia), a lo que se añade que todos los demás trabajadores y firmas de ese sector caían bajo la influencia del convenio de forma automática si los sindicatos y patronales firmantes se consideraban por ley "suficientemente representativos" (lo que es muy habitual). No es nada nuevo, es el esquema de relaciones laborales patronal-sindicatos que prevalece en España desde hace décadas (en algunos aspectos muy relevantes, desde antes incluso de la transición).

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Lo primero que llama la atención es que, en España, a partir de 2008 y a pesar de la enorme crisis que se estaba produciendo "los salarios subieron creciendo" hasta 2011. Eso sí, no todos subieron igual. Un factor que influyó bastante fue cuándo se había firmado el convenio colectivo correspondiente. Aquellos acuerdos pactados durante los años de expansión seguían surtiendo efecto una vez comenzada la crisis. Mientras, los nuevos convenios, pactados una vez que el escenario había cambiado, sí recogían la nueva situación: en estos casos, incluso con convenios a nivel provincial, las subidas pactadas entre sindicatos y patronales fueron mucho más reducidas, como puede verse en el cuadro de la derecha (click para ampliar).

Estos datos nos sirven para analizar un segundo aspecto. Cómo influía la fecha de firma del convenio colectivo en las posibilidades de perder el empleo. Pues bien, según los datos del Banco de España, los trabajadores de empresas con un convenio firmado una vez iniciada la crisis (y, por lo tanto, con cláusulas sobre subidas salariales más realistas) tenían menos posibilidades de terminar en el paro que aquellos con convenios que se habían firmado durante la expansión pero que seguían surtiendo efecto en 2009 o 2010. Una tendencia que se acentuaba para el caso de los trabajadores temporales.

En las conclusiones del informe, el autor destaca que, en las dos últimas crisis, tanto la de 1993 como la de 2008, "las pérdidas de empleo fueron especialmente importantes entre los trabajadores sujetos a acuerdos de negociación colectiva firmados durante la fase de expansión". Por ejemplo, para aquellos trabajadores cuyos salarios estaban muy cerca del mínimo establecido en el acuerdo para su categoría profesional, la probabilidad de perder el empleo se habría reducido hasta en un 50% en el caso de que su convenio colectivo se hubiera renegociado una vez iniciada la recesión (y, por lo tanto, hubiera tenido ésta en cuenta a la hora de fijar las nuevas condiciones).

Esto tiene sentido: al final, el convenio sectorial actúa como una forma de establecer niveles mínimos a los que tienen que sujetarse todas las empresas. A aquellos con condiciones superiores a las establecidas en el mismo les afecta menos, porque hay margen para negociar su situación y ajustarla a la nueva realidad de la crisis; son los que están en el límite, con condiciones muy similares a las pactadas en el convenio, los que presentan más peligro. Para estos casos, cuando llegan las dificultades, el único elemento de ajuste que le queda al empresario es el despido.

Por eso, pensando en lo que puede ocurrir en el futuro, en la próxima crisis, el autor apunta a que, tras las últimas reformas, "la evidencia presentada en este artículo sugiere que el ajuste tras reducciones inesperadas de la demanda de trabajo llegará más a través de cambios en el salario que a través de pérdidas masivas de empleo". Por cierto, esto es lo que ocurrió en otros muchos países europeos durante la crisis de 2008: los salarios crecieron menos en esos 2-3 años complicados (o incluso bajaron) pero también fue mucho más reducida la destrucción de empleo. Eso permitió una recuperación más rápida, del empleo y de los salarios, una vez que volvió el crecimiento económico, porque las estructuras empresariales-laborales no había que rehacerlas desde cero.

Destrucción y creación de empleo

El segundo informe, también del Banco de España pero de 2011, se llama "Wage adjustment to shocks in Spain" y lo firman Pilar Cuadrado, Pablo Hernández de Cos y Mario Izquierdo. El objetivo es analizar por qué España tiene una enorme variabilidad en el empleo durante las crisis. Es decir, por qué el desempleo crece en nuestro país mucho más que en otros miembros de la UE cuando llegan las recesiones. Parece que ya hasta nos hemos acostumbrado a que la tasa de paro pase del 8 al 26%, pero es algo completamente excepcional en los países de nuestro entorno (salvo Grecia y, con matices, Italia o Portugal).

Los autores creen que "detrás de este comportamiento están determinadas características institucionales del mercado laboral español, como la excesiva diferencia entre el grado de protección de fijos y temporales, así como la incapacidad de los acuerdos de negociación colectiva para adaptar los salarios a la situación económica y las circunstancias de cada empresa". En el paper del que hablamos hoy, se analiza el mecanismo de determinación de los salarios y su respuesta a shocks macroeconómicos externos.

Los resultados son también muy interesantes. Por ejemplo, según recoge una encuesta del Banco de España, cuando se les pregunta a las empresas españolas cómo se enfrentan a la tarea de reducir costes ante una crisis que les impacta en la cifra de negocio, más de la mitad responden que lo hacen, sobre todo, a través de ajustes en la contratación temporal. Es un resultado que encaja a la perfección con lo visto en el mercado laboral español durante la crisis: fueron los trabajadores temporales (sobre todo los jóvenes) los que sufrieron la mayor parte del coste de la recesión, en forma de despidos, de cronificación de su situación de temporalidad y de la falta de continuidad en el mercado laboral.

En conjunto, si comparamos con otros países europeos, los resultados muestran que el empleo temporal es usado con más frecuencia en España como la principal manera de ajustarse a shocks externos, mientras que los salarios (tanto en sus componentes fijos como variables) resultan menos afectados por las necesidades de ajuste de las empresas. Esta diferencia está, indudablemente, relacionada con la mayor importancia del empleo temporal, la mayor protección del empleo indefinido y la mayor rigidez salarial de la economía española.

En este último punto, el de la rigidez salarial, el informe recuerda que la negociación colectiva en nuestro país tiene lugar fundamentalmente a nivel sectorial en cada provincia (la fecha de publicación de este trabajo es de febrero de 2011, por lo que no puede tener en cuentas los cambios efectuados en la reforma del siguiente año). Además, la rigidez salarial en España es "alta", así como el grado de indexación de los acuerdos colectivos (algo en lo que no estamos solos, otros países europeos sufren del mismo problema en este punto). El problema es que la suma de todas estas peculiaridades normativas "genera un elevado grado de inercia salarial" que impide el necesario ajuste de los costes a las condiciones específicas de cada empresa y a la situación del ciclo económico. Por ello, los autores pedían en aquel año 2011, "nuevas posibilidades para descentralizar los acuerdos de negociación colectiva, con el objetivo de incrementar la flexibilidad laboral y, de esta manera, reducir la excesiva volatilidad en el empleo en España".

No parece que ése sea el camino, más bien al contrario, que se plantea el actual Gobierno. También es cierto que este tipo de medidas surten sus principales efectos cuando llega la crisis. Por ahora, parece que la economía española tiene por delante algún año más de crecimiento, aunque los primeros síntomas de ralentización ya se advierten en el horizonte. Cuando llegue el parón del crecimiento y la consiguiente destrucción de empleo al mercado laboral será el momento de ver si la reforma de 2012 sobrevive, si ha sido modificada en estos aspectos fundamentales y, también, si vuelven las inercias del pasado. Eso sí, cuando esas cifras de desempleo comiencen a publicarse, puede que para muchos de los nuevos parados sea ya demasiado tarde.

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