Yo no sé si en España habrá alguien dispuesto a sentenciar que el Banco Mundial también es facha. Pero, aunque muy pocos aquí se hayan enterado, resulta que esa institución internacional con sede en Washinton y fundada en 1944 nada menos que por John Maynard Keynes defiende exactamente la misma idea que Vox, el partido de moda, para hacer compatibles los flujos migratorios globales con el mantenimiento de la cohesión social y los niveles de renta de los trabajadores autóctonos en los países de acogida. Así, la propuesta xenófoba de Santiago Abascal que tanto escandaliza a nuestra opinión local biempensante, esa consistente en introducir algún tipo de incentivo fiscal para los empleadores que contraten a trabajadores de nacionalidad española, resulta que, expresada apenas de un modo ligeramente distinto, es la misma que defienden los economistas del Banco Mundial. Y la defienden por razones de orden tanto económico como político. En concreto, el Banco Mundial postula la creación un impuesto nacional a la inmigración por parte de los países receptores.
Impuesto que podría recaer directamente sobre el inmigrante (a través de la fijación de un precio para poder acceder al permiso de trabajo o de un recargo en la tarifa del IRPF) o que igual pudiera ser aplicando mediante la creación de una tasa específica a pagar por los empresarios que demanden sus servicios. La justificación económica de ese tributo es, por lo demás, evidente. La inmigración puede generar beneficios colectivos a la sociedad que la recibe, sin duda. Pero también perjuicios. Y notables. Que las grandes corrientes migratorias hacia Occidente a que ha dado lugar el abaratamiento de los viajes intercontinentales está provocando un impacto negativo en los salarios del personal nativo menos cualificado es algo que todos los estudios empíricos al respecto corroboran. Que Baleares, la región con diferencia más rica de España hace solo tres décadas, posea a día de hoy una renta per capita inferior a la de la provincia de Lérida, una zona agrícola del interior donde predominan las plantaciones de perales, lo dice todo sobre el empobrecimiento general que provoca la arribada masiva e incontrolada de inmigrantes a determinados territorios antes prósperos.
La inmigración libre beneficia a los pobres de los países pobres, pero perjudica al tiempo a los pobres de los países ricos. Algo que a estas alturas ya no se puede discutir porque las obviedades no se discuten. Esa tasa, sostiene el Banco Mundial, además de introducir un filtro automático a los movimientos transfronterizos de mano de obra que no dependiera del control policial de los Estados, aportaría recursos dinerarios para compensar con ellos a los grupos locales directamente perjudicados por la nueva competencia laboral foránea. Sentimientos colectivos de rechazo a los inmigrantes provocados por la idea de que se aprovechan de servicios públicos, como la sanidad, que no han ayudado a costear en la misma medida que los autóctonos, fenómeno aquí tan extendido, podrían desaparecer con la puesta en marcha de esa fiscalidad complementaria. Y resulta que Vox propone lo mismo. Exactamente lo mismo. ¿Será que son todos fachas?