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En busca del heredero perdido: "Hay vecinos que son hermanos y no lo saben"

Joyas, chalets de lujo, terrenos o dinero en efectivo. Los genealogistas sucesorios investigan a los sucesores de estas herencias sin nombre.  

Joyas, chalets de lujo, terrenos o dinero en efectivo. Los genealogistas sucesorios investigan a los sucesores de estas herencias sin nombre.  
Genealogistas sucesorios de Coutot-Roehrig

Pongámonos en situación. Abre usted la puerta de su casa y se encuentra a un señor encorbatado que porta un maletín y se presenta así: "Buenos días, usted ha heredado un chalet y dos millones de euros". Le podría pasar en cualquier momento, según afirman los buscadores de herederos perdidos.

Se autodenominan geneologistas sucesorios y su labor es la de auténticos detectives. Son abogados, economistas e historiadores con una ardua misión: buscar a los familiares de las herencias sin nombre. Fallecidos que no hicieron testamento o que simplemente guardaban secretos que nunca quisieron contar. Misterios de alcoba que salen a la luz a través de estos reyes magos que vienen cargados de bienes, pero también de oscuras noticias de abuelos, padres o hermanos. La reconstrucción de los árboles genealógicos lleva a ramificaciones que jamás pudieron ser pensadas.

Y, ciertamente, trabajo hay, y sucesores en paradero desconocido, miles. Usted podría ser uno. La cuestión es que en España un 40% de los ciudadanos fallece sin haber otorgado testamento y, del total de estas herencias, denominadas ab intestato, el testamento acabará siendo nulo o ineficaz al no conocerse los herederos legítimos en un porcentaje estimado entre el 10% y el 15% de los casos, según datos del Consejo General del Notariado.

Cada año, más de 100 millones de euros se quedan sin adjudicar a sus herederos legítimos, una cifra que en toda Europa podría superar los 1.000 millones. Propiedades inmobiliarias, bienes muebles, cuentas bancarias, joyas y dinero en efectivo van a parar al Estado al no conocerse los beneficiarios.

En busca del heredero perdido

"La figura del buscador de herederos nace en París en 1894 de la mano de Coutot-Roehrig, que hoy ostenta el liderazgo en la localización de herederos a nivel mundial, con presencia capilar en todo el mundo", explica Marco Lamberti, director general de Coutot-Roehrig para España.

Hasta la filial española llegan a diario decenas de expedientes de personas que no han dejado testamento al morir. "Estas demandas nos llegan a través de administradores de fincas, notarios, abogados, ayuntamientos o comunidades vecinales. Enseguida activamos la maquinaria de búsqueda para entregar a los familiares desaparecidos, en el caso de que los tuviera, la herencia", cuenta el economista de la multinacional gala a Libre Mercado. Si no pudieran otorgar al sucesor la masa hereditaria, estos detectives de la historia familiar no cobran nada, por lo que encontrar sí o sí al heredero es prioritario."En el 95% de los casos damos con el familiar", responde orgulloso Lamberti.

Escondiendo el primer matrimonio

Pascal Neveux, jurista jefe del equipo de genealogistas de Coutot-Roehrig, narra las peripecias y asombrosas historias con las que se topan en cuanto escarban en la linea sucesoria. "Lo primero que hacemos es buscar en la partida de nacimiento. Verificamos si la persona estaba casada, soltera o si tuvo hijos. Si no fue así, recurrimos a los hermanos o sobrinos y, en su defecto, en las líneas paternas y maternas hasta el cuarto grado, es decir, llegamos hasta los primos hermanos. En caso de no haber, se lo queda el Estado. Sin embargo, en la mayoría de países, como Francia, podemos actuar hasta el sexto grado, es decir, primos segundos y terceros", relata.

El abogado especialista en historia y documentación señala que su metodología es tan infalible como la de Sherlock Holmes. "Es un trabajo de archivo, somos prácticamente detectives. Vamos al último domicilio donde vivió el fallecido, hablamos con los vecinos, y tiramos del hilo hasta llegar a la persona cara a cara. Normalmente, tardamos unos seis meses en finalizar la búsqueda y hallar a los sucesores. Pero depende del caso. Hay investigaciones que empiezan en España y terminan en Colombia".

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Familia española durante la Guerra Civil

Durante estos 30 años, el genealogista ha visto de todo, pero "hay sucesos que les ha llegado a impactar y que se dan más de lo que creemos", narra el letrado. "Hubo un hombre que falleció en Niza, era un español de Albacete que se casó en Francia en la década de los 50. Justo antes de morir desveló a su mujer en su lecho de muerte que tenía un gran secreto. Durante la Guerra Civil española huyó a Francia y sobrevivió a los campos de concentración en Alemania tras ser encarcelado. Al final de la Segunda Guerra Mundial, no regresó a España, donde tenía esposa y dos hijos. Hizo su vida de nuevo en Francia y se casó en segundas nupcias sin que nadie supiera que había escondido su primer matrimonio. Cuando localicé al primer matrimonio, su antigua mujer estaba viva y sus hijos también. Me personé allí y les dije: 'Hola, tengo una herencia de vuestro padre'. Ellos se negaban a admitirlo, creían que su padre estaba muerto... Finalmente, y tras el shock emocional, la familia albaceteña heredó ocho pisos", explica el genealogista.

Borrando el pasado

Victorio Heredero hace honor a su apellido. Este historiador canario es uno de los encargados de la parte más complicada del proceso de reconstrucción familiar en la sede española de la multinacional francesa. "España es un país muy problemático porque tenemos que remontarnos muchísimas veces a finales del siglo XIX o primeros del XX y la historia de nuestro país ha sido muy convulsa en este periodo. Guerra civil, emigraciones a Hispanoamérica y Europa, exilio, represión, quema de Iglesias... Dar de bruces con este contexto dificulta la investigación", describe.

Al igual que su compañero Neveux, el experto en historia de España revela que antaño era muy común que los emigrados se desprendieran de su pasado y borraran sus antiguos matrimonios de su memoria. O eso intentaban. "Había mucha bigamia, los varones que emigraban a Cuba, Colombia o Venezuela no aguantaban el vínculo familiar que tenían en España y borraban su pasado. Desaparecían y se casaban de nuevo en los países latinoamericanos en segunda nupcias". Por eso muchas familias no saben de sus antepasados, desconocen qué les pasó a sus ancestros emigrados. A partir del abuelo, apenas tienen idea de dónde vienen. De ahí que esta empresa cuente también con un equipo de genealogistas en Latinoamérica que suele terminar buscando a los sucesores secretos en España.

Heredero, por su parte, desmonta la creencia que solemos tener sobre las familias españolas del pasado. "Pensamos que antiguamente la gente se quedaba en su pueblo y no se movía, pero es un mito. Había una gran movilidad de la población en España. Los hijos con 12 y 14 años trabajaban y ya se iban de casa, muchas familias no estaban tan unidas como creemos en el presente. Antes era común que hubiera padres con ocho hijos y de cuatro de ellos, con el tiempo, no supieran nada. No había Whatsapp, como ahora. Mandaban una carta al año y eso hacía que no estuvieran tan cohesionadas, por eso muchos herederos desconocen que tienen un tío en Córdoba y otro en Galicia", aclara el historiador.

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Matrimonio español y sus hijos en la posguerra

En esta línea, el especialista reseña que los herederos "no sólo reciben la noticia de que tienen una herencia, sino que también conocen que tenían un nuevo miembro de la familia. Antiguamente se escondían muchas historias. Tenemos fallecidos que tenían hermanos y que, al ser concebidos fuera del matrimonio, fueron dados a las inclusas por sus madres, ya que eran considerados una vergüenza. Nos pasó con un causante que murió y resulta que tenía a sus hermanos viviendo enfrente de su casa. Jamás supo que eran de la misma madre. Los hermanos, cuando se enteraron de que tenían una herencia, no podían creerlo. Es un caso que se da con frecuencia el de ser hermanos y vecinos del pueblo. Hoy en día, también hay vecinos que son hermanos y ni lo saben", defiende el historiador español.

Sin embargo, los genealogistas del futuro quizás lo puedan tener aún peor que los de ahora. "Con la nueva ley de apellidos, las familias están invirtiendo el orden e incluso algunos se los quitan y los cambian. Esto va a suponer un gran escollo en el caso de que seas un heredero y tengan que dar con tu persona", destaca el experto en linajes. Y añade que, "por si acaso, mejor no tocar nuestro nombre, no vaya a ser que por un capricho de la madre o el padre nos quedemos sin un chalet en la playa", concluye. Tomamos nota.

En Libre Mercado

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