La economía estadounidense suele moverse con más velocidad que la europea, de modo que sus tendencias de largo plazo ayudan a anticipar algunos fenómenos productivos que, tarde o temprano, terminan cruzando el Atlántico y manifestándose en nuestro entorno. Durante la última década, el Viejo Continente ha venido replicando muchos de los grandes asuntos observados al otro lado del charco, como muestra la transversalidad que han adquirido asuntos como la desigualdad, la productividad, la estabilidad de las entidades financieras, la reconversión de la distribución, la reindustrialización o la política comercial.
Es por eso que merece la pena echar un vistazo a lo que está pasando en las ciudades medianas del país del Tío Sam. No en vano, el Wall Street Journal afirma sobre estas urbes que dichas poblaciones se están convirtiendo en el nuevo pilar del desarrollo económico estadounidense. Lejos de las luces que acaparan las grandes capitales, estas urbes tienen mejores datos en campos como el empleo o los salarios.
Así, aunque los medios se fijan más en Los Ángeles, Philadelphia, Nueva York, Chicago o Miami, localidades de tamaño mediano como Raleigh, en Carolina del Norte, Arlington, en Virginia, o Indianápolis, en Indiana, empiezan a aparecer en el radar de analistas e inversores nacionales e internacionales.
En los quince últimos años, el aumento neto del empleo en Washington se ha movido en el entorno del 8%. Para Los Ángeles o Nueva York se han registrado tasas muy similares. Sin embargo, en Austin, Texas, se ha producido una expansión cercana al 25%. Otras urbes como Dallas o Nashville también se han acercado a estos registros.
Mark Muro, especialista del Instituto Brookings en materia de políticas de desarrollo local, explica en las páginas del WSJ que "al margen de las grandes ciudades estrella, que obviamente tienen una trayectoria favorable, empiezan a emerger nuevos circuitos urbanos en los que el desempeño está siendo muy bueno".
Y es que estas ciudades medianas se ven favorecidas por su menor tamaño (acorta las distancias), sus precios más bajos (especialmente en los alquileres) y su mejor clima fiscal (a raíz de sus elevados impuestos, megalópolis como Nueva York o Los Ángeles han sufrido la salida de miles de trabajadores y empresas).
El estilo de vida es más tranquilo y menos dinámico en las ciudades medianas, pero también en ese ámbito se están observando grandes cambios. Al fin y al cabo, la llegada de nuevas inversiones permite un empleo de mayor calidad que, a su vez, genera un nuevo mercado en el ámbito del ocio, la restauración y el estilo de vida. Desde Moody’s, Adam Kamins señala que "están naciendo nuevos polos de atracción de trabajadores jóvenes y cualificados, lo que alimenta una modernización de las ciudades".
En paralelo, las ciudades emergentes de Estados Unidos se están cuidando mucho de crear ecosistemas favorables al emprendimiento y la creatividad. Es el caso de Indianápolis, que lleva años "tocando" a los grandes gigantes de Silicon Valley con el objetivo de "comerse" un pequeño pedazo de la tarta tecnológica que hoy controla mayoritariamente la bahía de San Francisco.
La pregunta es si puede ocurrir algo así en España. En los últimos años se ha concentrado notablemente el número de residentes en sus grandes capitales. Madrid y Barcelona han ganado importancia, mientras que las zonas rurales han seguido experimentando un fenómeno de despoblación. Quizá en los próximos años empezaremos a ver un proceso similar al de Estados Unidos, de modo que será interesante comprobar qué ciudades medianas son capaces de ofrecer una alternativa efectiva a los trabajadores y empresarios que se plantean otra forma de hacer las cosas.