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Cuadrillas de taxistas agreden a una periodista de LD y a clientes de VTC: "¡Putas! ¡Fuera!"

Los taxistas siembran en el terror entre los viajeros, conductores de VTC e impiden violentamente a la prensa hablar con las víctimas.

Los taxistas siembran en el terror entre los viajeros, conductores de VTC e impiden violentamente a la prensa hablar con las víctimas.

Las inmediaciones de la estación de Atocha se han convertido en un auténtico campo de batalla. La huelga indefinida de taxistas ha provocado que efectivos de Policía Nacional y Local de Madrid acordonen la zona y extremen la vigilancia por los ataques que conductores de VTC, clientes y prensa están recibiendo por parte del gremio del taxi.

La violencia se respira en cualquier acera donde se atisbe un vehículo de VTC que viene a dejar viajeros a la estación o los que acaban de llegar. A pesar del fuerte despliegue de seguridad, los taxistas, organizados en cuadrillas y muchos de ellos con la cara cubierta y capuchas, van sembrando el pánico a cualquiera que se atreva a utilizar un Cabify o un Uber para moverse por Madrid.

Queremos saber cómo están viviendo este primer día de huelga los trabajadores de las VTC pero nos resulta casi imposible. Un conductor descarga las maletas de los viajeros con rapidez, su nombre es Cecilio Suazo, nos cuenta su historia con la máxima brevedad, puesto que, mientras sus clientes se bajan, a lo lejos se acerca una decena de hombres, algunos encapuchados, hacia su coche. Este exvendedor cuenta que llevan todo el día increpándole, cortando el paso y acosando a sus clientes: "Sólo estoy trabajando, soy un exvendedor que con la crisis me quedé en paro y sin poder mantener a los míos. Llevo dos años trabajando y…."; Cecilio tiene que meterse en el coche corriendo. "¡Vete de aquí, que te vamos a coger y te vas a enterar! ¡Te estamos avisando! ¡Te enteras!"; la cuadrilla ya está ahí. El conductor de Uber sale zumbando.

En ese momento, una chica joven corre por el paso de cebra con su maleta. Acaba de bajarse de un coche VTC y tiene a otros tantos manifestantes detrás de ella acosándola e insultándola: "¡Ojalá te caiga una bomba!" Se escucha decir a uno de los huelguistas. La muchacha está asustada, corremos con ella y nos dice: "No son formas, Dios mío, que sigan de huelga porque no voy a coger un taxi más en la vida". Un grupo de viajeros justo a su lado la apoyan: "¡Son unos sinvergüenzas, han venido con ganas de pegarnos!", grita desde lejos otro grupúsculo de turistas que huye donde se encuentra la policía.

Una treintena de hombres se encuentran en la base. Justo al lado de la policía aparentan calma. Nos dicen que ellos "no están de acuerdo con que se actúe de forma violenta contra la gente". Pero aquello es un sindios, no cabe duda. Nos desplazamos a unos 500 metros, cerca de la zona de Embajadores. Más de lo mismo. Un conductor de Cabify baja rápido, los clientes igual. Queremos hablar con él, pero con su cara ya nos dice que no puede. Nos hace una señal diciendo que se va. De nuevo vemos que, en esta ocasión, otra veintena de taxistas acechan dispuestos a dar guerra. No podemos entrevistarlo. Desde la ventanilla, el conductor de VTC nos grita que llevan todo el día tirándole piedras y huevos. ¡Me voy! ¡Me voy!..".

Probamos a hablar con algún empleado de Uber o Cabify cerca de la entrada de Atocha. Hay presencia policial y es imposible que pueda pasar nada. Pero pasa. Me dirijo a charlar con un conductor, un hombre de mediana edad que nos cuenta que es de Uber. De repente, al señor se le empieza a cambiar la cara. Se mete dentro del coche y dice que se tiene que ir. Al darme la vuelta me encuentro rodeada de más de treinta taxistas, todos hombres, que empiezan a insultarme y me rodean, me escupen y gritan cerca de mi cara: "¡Zorra! ¡Vete de aquí! ¡Fuera! ¡Hija de puta!". Me identifico como periodista y la cosa se pone peor. Me acorralan, sólo veo caras de odio a mi alrededor gritándome. Me empujan entre varios con la espalda para tirarme fuera de la acera a la carretera, donde no dejan de pasar coches.

No puedo creer lo que está pasando. Pido que me dejen cubrir la información y les pregunto por qué me insultan, pero están fuera de sí. Dan verdadero miedo. Varios de ellos ponen sus caras cerca de mi rostro haciendo ademanes y levantando los brazos como si fueran a pegarme. No puedo salir de ahí, saco el móvil y me limito a grabar a quienes me están acosando y, en ese momento, me agreden.

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Momento en el que la policía intenta controlar a la turba de taxistas enfurecidos

Uno de ellos, un hombre de gran corpulencia, me pega un manotazo con fuerza y me tira el móvil a la carretera con el fin de romperlo. La mano me duele. Estoy temblando. Viene la policía. Una docena de efectivos tiene que realizar un cordón para protegerme, yo estoy detrás. Siguen insultándome, no se amedrentan. Más de medio centenar de taxistas siguen detrás de cordón policial descalificándome y mintiendo a la policía.

Los transeúntes no dan crédito, la escena es bochornosa. Más de cincuenta taxistas contra una periodista. Vuelven a amenazar con pegarme. La Policía Nacional tiene que escoltarme hasta mi coche. "Vete mejor, porque son gentuza. Tranquila, nosotros te protegemos hasta tu vehículo, pero no vas a poder cubrir la información en otro punto, están organizados y son peligrosos". Abandono la escena y regreso a la redacción para contar lo que he vivido.

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