Foro Regulación Inteligente y Faes acaban de presentar en España la XXV Edición del Índice de Libertad Económica. Este documento, elaborado en Estados Unidos por la Fundación Heritage, mide el grado de laissez faire vigente en los distintos países del mundo, considerando datos como la presión fiscal, la estabilidad monetaria, la deuda pública, los niveles de empleo o la eficiencia regulatoria.
Según vemos en el siguiente gráfico, los veinticinco años de historia del Índice han coincidido con un progresivo aumento de la libertad económica existente en el mundo. La nota media del informe ha pasado de un mínimo de 56,9 puntos sobre 100, registrado a mediados de los 90, a un máximo de 61,1 puntos sobre 100, alcanzado hace apenas un año.
Sabemos que los países más liberales desde el punto de vista económico son Irlanda, Australia, Suiza, Nueva Zelanda, Hong Kong, Singapur… Pero, ¿qué beneficios sociales tiene emular dicho paradigma? ¿Qué supone, en la práctica, la aplicación de las ideas defendidas por economistas como Milton Friedman o Friedrich Hayek?
El siguiente gráfico muestra que los países mejoran notablemente sus tasas de emprendimiento conforme aseguran una mayor libertad económica. Esto sirve también como palanca para lograr otras mejoras, puesto que más empresas suponen más empleo, más inversión, más innovación, etc.
Otra cuestión en la que podemos fijarnos para medir el bienestar generado por el mercado es el PIB por habitante. Este indicador es de 63.588 dólares en las economías más liberales, pero apenas llega a 7.716 dólares en los países cuyo modelo está más cerrado e intervenido. Por tanto, este indicador es ocho veces mayor en los paradigmas liberales que en los modelos socialistas.
En términos de desarrollo, también existe un claro diferencial favorable a los países con economías más abiertas. En los últimos cinco lustros, los países que ganaron libertad económica crecieron al 2,6%, mientras que las naciones que retrocedieron posiciones aumentaron su PIB al 1,5%. Si solo analizamos los últimos cinco años se vuelve a repetir la misma dinámica: 2,3% versus 1%.
A nivel global, la ganancia generalizada de libertad económica ha convivido con un fuerte crecimiento y una acelerada caída de la pobreza. Para ser precisos, el PIB mundial sube de 40 a 80 billones de dólares y el porcentaje de personas que no llega a un ingreso mínimo de subsistencia cae del 35% al 10%.
De hecho, si comparamos la tasa de pobreza de los países más abiertos con los niveles de miseria que se dan en los sistemas socialistas, podemos ver que los primeros se mueven en el 6% mientras que los segundos alcanzan el 19%, más del triplicando los resultados de los países que abrazan el capitalismo.
El Índice de Desarrollo Humano de la ONU también confirma el bienestar generado por el mercado. En las economías menos abiertas, la nota media por país va de 0,573 a 0,614 puntos, mientras que en los países con economías más liberales el intervalo comprende de 0,871 a 0,934.
Si nos fijamos en la conservación del medio ambiente, los indicadores también son favorables al modelo liberal. La Universidad de Yale mide el desempeño ecológico de los países según variables referidas a la calidad del agua, el aire, etc. Bajo dicho criterio, los modelos socialistas reciben 49,5 puntos, mientras que los liberales logran 76,1.
La correlación también es notable si lo que hacemos es comparar la libertad económica con la calificación recibida en el Índice de Democracia que elabora anualmente la revista británica The Economist o con la nota que asigna a cada país el Índice de Progreso Social, cuya medición analiza cuestiones como la educación, la sanidad o la igualdad hombre-mujer.
