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Arthur Laffer: "Cuanto más dinero gasta el Estado, menos riqueza crea el mercado"

Es conocido por la Curva de Laffer, un célebre gráfico que representa la relación entre los tipos impositivos y los ingresos obtenidos por el fisco.

Es conocido por la Curva de Laffer, un célebre gráfico que representa la relación entre los tipos impositivos y los ingresos obtenidos por el fisco.

Arthur Laffer fue el gurú económico de cabecera de Ronald Reagan, con quien mantuvo una gran amistad a lo largo de los años. También jugó un papel relevante en la Era Clinton, asesorando a los congresistas que, de la mano del presidente demócrata, consiguieron reducir el gasto público y equilibrar el presupuesto federal.

Hace algunos años se trasladó de California a Tennessee, cansado de los elevados impuestos que pagaba en la Costa Oeste. Pero Laffer no se ha retirado y, de hecho, sigue muy activo en la esfera de influencia de Washington, donde se mueve como pez en el agua como fontanero del gobierno que encabeza Donald Trump.

- Se habla mucho de su trabajo con Reagan.

Los años 80 fueron hermosos. Bajamos los impuestos y relanzamos el crecimiento económico. Su gobierno marca un antes y un después.

- También tuvo influencia en los años de Bill Clinton.

Yo no soy ni republicano ni demócrata. No estoy a favor de ningún partido. Estoy a favor del crecimiento económico. Después de trabajar con Reagan, me fui con Jerry Brown, que había sido gobernador de California y aspiraba a ganar la presidencia por el Partido Demócrata. Diseñamos juntos un impuesto de tipo único, una especie de tarifa plana que aplicaba un único tramo al Impuesto sobre la Renta. Es el llamado flat tax que luego han adoptado en Rusia y en decenas de países emergentes. Los demócratas de aquella época eran muy receptivos a estas ideas. Y, cuando hablabas con ellos de la importancia de reducir el déficit, se lo tomaban en serio. Tan en serio que, en los años 90, se equilibró por fin el presupuesto.

- Colaboró menos con George W. Bush y criticó las políticas económicas de Barack Obama, pero ahora está trabajando codo con codo con Donald Trump. ¿Cómo empezó esa relación?

Pues lo cierto es que le conocí hace veinte o veinticinco años, porque los dos formábamos parte de un grupo de líderes constituido por General Electric. Por esa vía, coincidíamos en galas benéficas, en eventos filantrópicos, en conferencias de ideas… Recuerdo que estuvimos juntos en el estreno del musical de El Rey León o que me invitó a la apertura de un restaurante en Nueva York y se acercó a mí para agasajarme con el mejor champán que tenía. Él mismo me lo sirvió.

De manera que sí, nos conocíamos, pero nunca fuimos amigos, siempre nos veíamos en ocasiones sociales. Pero eso cambia cuando se acercan las elecciones de 2016 y empecé a trabajar con muchos candidatos republicanos que me pedían ayuda. Trump me recibió en sus oficinas junto con Larry Kudlow y Steve Moore. Nos dijo que quería sacar adelante la mayor bajada de impuestos de la historia. Y en 2017 demostró que aquello no era un farol, porque su liderazgo fue clave para que el Congreso aprobase buena parte de las medidas que le habíamos aconsejado cuando apenas era un candidato.

- ¿Cómo valora el comportamiento de la economía de su país? En general, los indicadores mejoran, pero es cierto que hay tambores de recesión y que la bolsa tuvo un 2018 complejo.

Si te fijas en el mercado bursátil, es curioso que la reacción al triunfo de Trump fue completamente opuesta a lo que anticipaban sus detractores. Esa es la mejor forma de ver lo que piensan los inversores, las empresas y las familias: ¿invierten más o menos con el nuevo gobierno? Los datos son claros: invierten más, mucho más, hasta el punto de que en el último trimestre de 2018 se produjo una corrección que, en mi opinión, era necesaria para evitar un encarecimiento excesivo e irracional de las acciones.

- Otro asunto que preocupa es el déficit fiscal.

Ahora mismo, el gasto público es del 33,6% del PIB y los ingresos fiscales llegan al 27,1% del PIB. Esa brecha es demasiado grande y hay que cerrarla. El gasto público no crea riqueza: la redistribuye. Cuanto más dinero gasta el Estado, menos riqueza crea el Mercado… y más dinero termina en manos de los políticos, que lo gastan de acuerdo con sus caprichos e intereses. Hay que avanzar en este frente, porque de lo contrario se sientan las bases para una crisis fiscal futura. Bush fue malo en este plano, Obama también y no quisiera que encadenemos tres presidencias derrochadoras. El Congreso tiene que ser responsable, porque en última instancia no depende de la Casa Blanca.

- ¿Qué me dice de la desigualdad?

Puedo sentarme con Piketty o cualquier gurú de la izquierda a debatir este tema durante horas y horas. Es más: ¡aprovecho esta entrevista para retar a Piketty a un debate en Madrid! Estoy seguro de que, después de escucharnos a los dos, los españoles entenderían que los eslóganes fáciles no solucionan nada. ¿Por qué? Porque la izquierda moderna está obsesionada con castigar a los ricos en vez de ayudar a los pobres. Ese nunca ha sido el camino. La prosperidad llega facilitando que todos estemos mejor, tanto los de arriba como los de abajo. Impuestos bajos, flexibilidad laboral y programas de gasto público eficientes y sin burocracia. Esa es la receta con la que han avanzado todos los países del mundo.

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