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José Ramón Ferrandis: "La impronta del comunismo es inseparable de la pobreza en África"

El director del Centro Diego de Covarrubias publica su nuevo libro, África es así.

El director del Centro Diego de Covarrubias publica su nuevo libro, África es así.
José Ramón Ferrandis en una imagen de archivo | Next

José Ramón Ferrandis consiguió un gran éxito de ventas y crítica en el año 2016 con la publicación de su libro Globalización y generación de riqueza (Unión Editorial). Técnico comercial del Estado y director del Centro Diego de Covarrubias, Ferrandis vuelve a la carga tres años después. Lo hace con un nuevo ensayo bajo el brazo, titulado África es así. Libre Mercado ha hablado con él sobre las principales ideas de esta obra.

- ¿Por qué es pobre África?

El África Negra no era tan pobre en los años 60 y 70 como hoy. Entonces, cuando se produjo la descolonización, el dudoso honor de ser el subcontinente menos próspero del mundo correspondía a Asia. Sin embargo, allí vimos que cada vez más países se embarcaron en los procesos de la globalización, mientras que en África no ocurrió lo mismo.

La clave del desarrollo de Asia fue la apuesta por el comercio Internacional y la entrada de inversión extranjera directa. Tras tanta muerte y tanto sangriento fracaso bajo gobierno de Mao, China siguió este camino en los años 80. India empezó a hacer lo mismo en los 90, sobre todo tras la caída de la Unión Soviética. Pero, ¿qué ha ocurrido en África? Hay países que sí han seguido un patrón correcto, pero son los menos.

Botsuana, Costa de Marfil, Mauricio, Namibia, Ruanda, Senegal y Uganda descuellan en su desarrollo tanto institucional como económico. Eso sí: todos los países ricos han sido pobres en algún momento, de modo que todo depende de la capacidad que demuestren a la hora de sentar los pilares del desarrollo. Por tanto, África no está condenada a ser pobre y, de hecho, algunos de sus países empiezan a salir de la miseria.

- ¿Qué legado dejó el comunismo en África?

El mismo que en las restantes partes del mundo: destrucción de las instituciones, miseria, vileza, crimen y muerte para generaciones enteras … con excepción de quienes instrumentaron la pesadilla. La URSS utilizó la descolonización africana para crear escenarios de conflicto que le permitiesen mantener vivo el pulso a Estados Unidos y, en definitiva, a Occidente.

Las fuerzas soviéticas que operaban en África destruyeron instituciones existentes, impulsaron guerras civiles en los países que no terminaron de caer bajo el yugo de Moscú, promovieron políticas económicas basadas en el intervencionismo total de la economía, etc. Eritrea, Zimbabue, República del Congo… Hay muchos casos de fracaso en África que fueron inducidos de forma primordial por el comunismo. La impronta del comunismo soviético es inseparable de la pobreza en muchos de los países del subcontinente.

- ¿Cómo ha evolucionado la pobreza en África desde que dicha incidencia fue a menos?

En las últimas décadas, África ha logrado aumentar su grado de participación en la globalización. Algunos de sus países se han beneficiado de los recursos minerales con los que cuentan, lo que ha facilitado y acelerado esa convergencia. Pero también vemos muchos casos en los que la existencia de crudo u otros recursos minerales ha generado solamente el enriquecimiento de élites dirigentes corruptas.

También hay historias de éxito, en el libro recojo ejemplos en los que ha reinado la cordura de los dirigentes, lo que ha permitido diversificar las economías, impulsar el comercio de bienes y servicios, el adiós a la dependencia de la ayuda al desarrollo, la mejora del empleo de los fondos inyectados por el FMI… Al mismo tiempo, se ha condonado buena parte de la deuda externa de más de 30 países de la región, lo que ha contribuido a inducir una cierta mejora del entorno macroeconómico. Pero sigue habiendo problemas. Antes hablaba de la corrupción, pero también está el factor distorsionador que juega China, con recursos financieros que no están condicionados a políticas económicas y reformas institucionales coherentes con el esquema que ha hecho rico a Occidente.

- ¿Qué países africanos han dado ejemplo en materia de desarrollo?

Ningún país lo hace todo perfectamente y siempre hay que descontar los vaivenes propios de cualquier país que carece de un colchón suficiente para absorber los shocks externos o internos, pero destacaría los casos de Botsuana (con instituciones fuertes y bien gestionadas), Cabo Verde (aun con las secuelas de sus recientes gobiernos populistas y generadores de un endeudamiento insostenible) o Costa de Marfil (que lo ha sido todo, luego ha entrado en una guerra civil de raíz tribal y que poco a poco vuelve por sus fueros.

Son estos países, sí, pero también Islas Mauricio, que supo extraer las enseñanzas de sus crisis y diversificó su economía hasta convertirla en un caso de éxito innegable, o Ruanda, que ha salida de un genocidio con la fuerza y el orden característico de los que aprenden de sus errores. Y no me olvido de Senegal, que avanza a pasos agigantados. De esos casos de éxito versa buena parte del libro.

- ¿Hay alguna reforma liberal concreta que deberíamos conocer para entender mejor la revolución silenciosa que están viviendo estos países africanos?

Es muy notable el caso de Botsuana, que ha decretado la apertura de sus fronteras a la inversión extranjera directa y ha facilitado la llegada de capital foráneo para explotar mejor sus recursos turísticos, sobre todo los del delta del río Okavango. También es inteligente lo que han hecho con los ingresos que les reporta la exportación de diamantes: han creado un fondo financiero de contingencia con el que blindarse ante posibles crisis fiscales.

Islas Mauricio ha consolidado un núcleo bancario y de servicios financieros que está completamente abierto al exterior y que cada vez canaliza un mayor volumen de activos. Cabo Verde está implementando una ronda de privatización que afecta a un sector público masivo cuyo desempeño era profundamente ineficiente. Ruanda ha reducido notablemente la corrupción con medidas de liberalización de sectores controlados y políticas de castigo certero a quienes incurren en malas prácticas. Y Nigeria ha liberalizado distintos sectores, lo que está permitiendo desarrollar nuevas ramas de actividad.

- ¿El socialismo sigue empobreciendo a los países africanos que se quedan atrás o acaso hay otras causas?

Comenté antes de pasada el caso de Zimbabue, que ha estado durante décadas en manos de un dictador comunista, sanguinario y ladrón. Son historias parecidas a las que nos topamos en la República Democrática del Congo, de la República del Congo, de Angola, de Mozambique, de Etiopía, de Eritrea, de Burundi, de la República Centroafricana, de lo que queda de Somalia…

Los países africanos que no se desmarcaron del sistema soviético a tiempo están ahora en una franca inferioridad, en un atraso claro y manifiesto. El colectivismo consustancial al modo tribal de organización no ayuda, pero a eso hay que sumarle el colectivismo económico y el modelo planificador propugnado por la URSS durante el siglo XX. Estas repúblicas satélite han pagado muy duramente las consecuencias. La miseria viene siempre por las mismas razones: falta de libertad económica, opresión de la iniciativa privada, deficiente protección de la propiedad, controles de precios, represión de la sociedad civil, privilegios otorgados a élites dominantes y extractivas, escasa presencia en los mercados globales… Es sorprendente que haya quienes sigan defendiendo estas propuestas, que siempre generan pobreza.

- ¿Sirve de algo la ayuda al desarrollo? ¿No estamos en un mero desarrollo de la ayuda con escaso impacto real, como defienden Dambisa Moyo o William Easterly?

En mi anterior libro, Globalización y generación de riqueza, apunto que la ayuda oficial al desarrollo (AOD) es un freno al progreso de los países receptores. Occidente lleva setenta años metido en eso, hasta 2014 fueron 100 billones de dólares los que se transfirieron por esta vía, pero cada vez hay más voces conscientes de su ineficacia. El presidente de Ghana, Akufo-Adda, es muy crítico con estos programas. La agencia UNECA, de la propia ONU, también ha mostrado su recelo. Y cada vez hay más economistas de la región que asumen esa mirada.

Lo que los países pobres necesitan es incardinarse en las corrientes económicas globales. Así lo demuestran los casos de éxito que estamos comentando. Cualquier otra cosa es solamente una transferencia de recursos de los pobres de los países ricos a los ricos de los países pobres, como bien decía Peter Bauer.

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