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José María Rotellar

Vuelve la amenaza de gasto y deuda

El déficit se desviará este año en cerca de 14.500 millones de euros y la deuda pública superará los 1,2 billones de euros.

El déficit se desviará este año en cerca de 14.500 millones de euros y la deuda pública superará los 1,2 billones de euros.
Pedro Sánchez y Carmen Calvo, en el Congreso. | EFE

Quizás el elemento más vulnerable de la economía española es su alto nivel de endeudamiento público, que roza el 100% del PIB. Sin embargo, a Sánchez y a la izquierda en general parece darles igual, pues su manera de actuar siempre se basa en el gasto público.

Muestra de ese gusto por el gasto público fue su fallido proyecto de Presupuestos pactado con Podemos. En el mismo, elevaba el techo de gasto no financiero en más de 5.000 millones de euros y el gasto consolidado en 23.000 millones de euros. Por otra parte, Sánchez ha ejecutado el Presupuesto de 2018 con una desviación del déficit de 4,3 puntos, es decir, prácticamente el medio punto que incluía en la senda de estabilidad que quiso aprobar y que Las Cortes impidieron. Ese casi medio punto supone 5.200 millones más de déficit y, por tanto, serán 5.200 millones más de deuda.

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Adicionalmente, el Banco de España ha publicado recientemente su informe sobre las proyecciones macroeconómicas de la economía española. En él indica que el dato español de déficit para 2019, el presente año, será de 2,5% del PIB, cuando el objetivo pactado con Bruselas es del 1,3%. Es decir, que la desviación se elevará 1,2 puntos del PIB, equivalente a 14.500 millones de euros.

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Desequilibrio que irá a engrosar, en cuanto se produzca, el volumen de deuda, de manera que la incrementará notablemente sobre la propia previsión de dicha deuda pública. De esta forma, si en 2018 la deuda pública se incrementó en 32.000 millones de euros, en 2019 volverá a aumentar en otros 30.000 millones, hasta superar los 1,2 billones de euros.

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Es más, desde que gobierna Sánchez, se ha incrementado la deuda en 21.360 millones de euros. En menos de quince días, el Banco de España afinó más los datos de deuda y los incrementó, de forma que en el avance que dio de datos, el incremento del período desde que gobierna Sánchez era de 20.479 millones de euros, mientras que en esta segunda nota los eleva, en el mismo período, a 21.360 millones, todo ello con los últimos datos de enero.

Eso supone un incremento de deuda de 87 millones de euros diarios. No acaba ahí el incremento, sino que se acelera conforme pasan los meses. Así, si miramos sólo enero de 2019, el último de los meses de la serie que recoge todo el período desde que gobierna Sánchez, ese incremento diario de deuda se acelera y ya no es de 87 millones de euros, sino de 146 millones.

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Y ese incremento de deuda se traduce en que sólo en enero, la deuda adicional que tiene que asumir cada español por el incremento de gasto, déficit y deuda de Sánchez es de 97 euros al día. Esa cifra sube a 457 euros por cada español en todo el período de Sánchez. Por tanto, en enero el incremento de deuda de cada español se ha acelerado un 70% respecto al incremento mensual medio de todo el período desde que gobierna Sánchez (457,17 euros por persona en ocho meses equivale a una media de 57 euros al mes, frente a los 97 euros al día que arroja tan solo el pasado mes de enero).

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El dato es preocupante, desde luego, especialmente por dos razones: sabemos que mientras no haya equilibrio presupuestario, es decir, que los ingresos sean iguales a los gastos, el montante absoluto de deuda va a seguir creciendo, y sólo se reducirá cuando haya superávit. Ahora bien, aunque se haya conseguido iniciar un leve descenso del cociente deuda sobre PIB, con un punto de inflexión en 2014, cuando alcanzó su máximo en el 100,4% del PIB, descendiendo desde entonces gracias a la recuperación económica, que absorbe los incrementos absolutos de deuda y logra disminuir el cociente, gracias al mayor crecimiento de la actividad, no es ninguna solución, pues el valor absoluto de la deuda sigue creciendo.

¿Qué sucede? Que España no tiene margen de maniobra en su nivel de endeudamiento en el momento en el que aparezca otra crisis. Cuando se desató la larga crisis anterior, en la última parte de 2007, veníamos de una deuda sobre el PIB del 35,6%, gracias a la política económica aplicada entre 1996 y 2004, que mantuvo su inercia hasta 2007, que permitió incentivar la generación de actividad económica al tiempo que se cerraban los ejercicios con superávit.

Eso hacía descender el cociente de la deuda sobre el PIB por un doble motivo: descenso del numerador, por caída del volumen absoluto de la deuda, y crecimiento del denominador, por incremento del PIB. Cuando los socialistas negaron la crisis y comenzaron a gastar, enseguida creció exponencialmente la deuda y, con ello, la deuda sobre el PIB, acrecentada, entonces, por el mismo doble impacto anterior, pero ahora a la inversa: crecimiento de deuda y caída del PIB como nunca antes lo había hecho en los últimos cuarenta años. Eso llevó la deuda sobre el PIB hasta niveles del 100%.

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Si España no colapsó fue debido a que pudo absorber el incremento de deuda que se produjo, incremento completamente nocivo para la economía, porque siempre es pernicioso no tener equilibradas las cuentas y cargar con la losa de la deuda a las generaciones futuras, pero, al menos, hubo margen para no colapsar como economía. Ahora, ese margen no existe: la deuda sobre el PIB casi se ha triplicado. Si hay una nueva recesión, el recorrido que le queda a España para endeudarse es muy limitado.

Como dije hace unas semanas, la deuda pública, además de ser, como afirmaba Buchanan, "una inmoralidad que se traspasa a las generaciones futuras", es un peligro de grandes proporciones para la prosperidad y para el desarrollo económico. Hablaba, entonces, de que Sánchez, con su proyecto de Presupuestos, engordaría la deuda, convirtiéndola en una auténtica bomba de relojería por dos motivos.

El primero de ellos, es la propia sostenibilidad de la deuda: no se tiene capacidad de pago infinita para una deuda que crece de manera exponencial en valores absolutos, a ritmos de entre 25.000 y 30.000 millones de euros anuales. El segundo, que va ligado al primero, es que cuando vuelva la parte baja del ciclo económico, los ingresos caerán debido a esa disminución de la actividad, que conllevará, además, más desempleo y, por tanto, más gasto en prestaciones de desempleo, es decir, más gasto público. Todo ello con el agravante de que ya no existe el margen de maniobra que había en 2007, al tener ahora una deuda de casi el 100% del PIB.

Los Presupuestos, afortunadamente, no han salido adelante, pero el proyecto de Sánchez es continuar por la senda de incremento de gasto, como lo demuestra cada viernes con los decretos que aprueba y como lo hará si sigue gobernando tras las elecciones.

En lugar de un mayor gasto, urgen reformas profundas que contengan el gasto, lo dediquen a lo esencial -que es lo que permite mejorar los servicios públicos- y logren alcanzar el superávit presupuestario para ir amortizando deuda y asegurar la capacidad de repago de la economía española. Estamos a tiempo de hacerlo, pero hay que invertir la tendencia y comenzar a equilibrar los presupuestos y reducir el endeudamiento, es decir, todo lo contrario de lo que pretende hacer la izquierda si gana las elecciones y gobierna.

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