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José T. Raga

Sistema fiscal responsable

No merecemos este trato, y España no merece que se publicite la duda sobre su solvencia y responsabilidad.

No. No me he vuelto loco y desde luego no estoy valorando el sistema fiscal español como responsable. Estoy, simplemente, llevando mi recuerdo a la argumentación, breve por demás, con que la ministra Calviño se consideró exculpada, ante las reflexiones –denuncias o, al menos, advertencias– de diversos organismos por el nivel de déficit y de deuda alcanzado en los últimos meses –cuatro de once– del Gobierno del presidente Sánchez.

La situación es de suma gravedad y, teniendo en cuenta la publicidad de la misma –no se ha enterado el que no quería enterarse–, para los españoles con conciencia de serlo supone una humillación afrentosa. No merecemos este trato, y España no merece que se publicite la duda sobre su solvencia y responsabilidad.

Quitar importancia a los dictámenes de la Airef, a las advertencias de la Comisión Europea, a los informes del Fondo Monetario Internacional, a la opinión del Banco de España, del Servicio de Estudios del BBVA… es, se mire como se mire, una irresponsable desfachatez.

Y de una actitud irresponsable no puede salir un sistema fiscal responsable. Como no salió un sistema fiscal responsable de los Gobiernos del presidente Rodríguez Zapatero, ni de los del presidente González. Lo social, simple excusa.

La ministra Calviño debió saber esto antes de aceptar el encargo –yo creo que lo sabía sobradamente–, pero alegar ahora que lo importante no es el volumen de déficit, ni de deuda, sino que el sistema sea responsable obliga a preguntarle qué sistema le merece la calificación de "responsable". ¿El español?

El primer signo de responsabilidad de un sistema fiscal es su suficiencia y estabilidad, además del necesario equilibrio entre el incremento de bienestar derivado del gasto público y el sacrificio de bienestar por el pago de impuestos.

Vivir y acrecentar la deuda pública por conscientes déficits, electoralmente complacientes, es un signo de irresponsabilidad que debería avergonzar a cualquier Gobierno. Un Gobierno pródigo –el que gasta más de lo que tiene– no está legitimado para gobernar, salvo en casos muy excepcionales, por situaciones de catástrofe.

¿Qué ocurriría, pregunto a la Sra. Calviño, ante una crisis financiera semejante a la de 20o7-o8, con los bancos, actuales acreedores de esa deuda? Esos bancos, que según Pablo Iglesias nos roban a todos los españoles, ¿cómo recuperarían los créditos concedidos a las Administraciones Públicas? Resultado: quiebra de las Administraciones Públicas, quiebra de los bancos prestamistas y quiebra del pueblo español.

¿Por qué el Estado no acude al mercado internacional de capitales para financiar los desmanes de sus Gobiernos? Simplemente, porque no tiene crédito. La izquierda, en general, tiene un concepto muy erróneo del sector público y de su financiación: con frecuencia se ha oído que el Estado nunca quiebra. Pues no, hoy son varios los Estados quebrados que otrora fueron paladines de riqueza.

Repasemos la historia y no tropecemos en la misma piedra; los descerebrados y descabalados abundan hoy en nuestro mundo. Es una simple advertencia.

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