España todavía no ha recuperado los niveles de paro previos al estallido de la crisis y, sin embargo, la buena marcha que ha experimentado el mercado de trabajo en los últimos cinco años empieza a dar muestras de agotamiento, coincidiendo con la llegada al poder del PSOE. La desaceleración que padece la economía mundial y, muy especialmente, la zona euro, sumada a la actual situación de parálisis política y la ausencia total de reformas para tratar de impulsar el crecimiento a nivel nacional son algunos de los factores que se encuentran detrás de esta negativa evolución laboral.
Pero si a ello se suman, además, las contraproducentes medidas que ha puesto en marcha el Gobierno de Pedro Sánchez durante el último año, como la irresponsable subida del salario mínimo interprofesional o la eliminación de incentivos fiscales, junto con la aprobación de nuevas trabas regulatorias o la incertidumbre generada por la amenaza de derogar la reforma laboral, el panorama que presenta España a corto y medio plazo resulta preocupante. Y es que el actual deterioro del mercado de trabajo no es un hecho puntual ni anecdótico, sino que constituye una tendencia que viene de meses atrás.
En mayo de 2018, un mes antes de la llegada de Sánchez al Gobierno, la Seguridad Social sumó 237.207 afiliados, su mejor dato en este mes de toda la serie histórica, exceptuando 2005, cuando se procedió a la regularización masiva de inmigrantes, al tiempo que se cosechaba un nuevo récord de contratación indefinida, con más de 200.000 empleos fijos, tras aumentar un 19,6% interanual.
Sin embargo, el pasado julio, poco más de un año después, los datos que arroja el Ministerio de Trabajo son muy diferentes. Por un lado, el número de afiliados apenas aumentó en 15.000 personas, su menor avance desde 2012, en plena crisis económica. De hecho, una vez eliminado el efecto estacional, la cifra es aún más baja, con cerca de 4.000 ocupados adicionales. Y, por otro lado, el desempleo tan solo cayó en unas 4.200 personas, protagonizando así el peor mes de julio desde 2008, tras el estallido de la burbuja crediticia. Así pues, el mercado laboral no solo ha perdido dinamismo en los últimos trimestres, sino que acaba de registrar uno de los peores meses de julio de toda su historia, lo cual es muestra inequívoca de las dificultades que empieza a padecer la economía española.
La reacción del Gobierno, sin embargo, ni está ni se espera. Por el momento, los responsables socialistas se contentan con ignorar, una vez más, la realidad echando balones fuera y minimizando los efectos de la desaceleración, pero lo peor es que amenazan con empeorar la situación. El programa económico de Sánchez, sustentado sobre nuevas trabas, subidas de impuestos y despilfarro público, tan solo agravaría el frenazo económico, mientras que el recetario que propone Podemos, su potencial socio de gobierno, sumergiría de nuevo a España en la recesión.