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Manuel Llamas

Lo que ocultan los ecologistas: el mundo es mucho más verde gracias al capitalismo

El aumento de la riqueza a nivel global se traduce en menos incendios y mayor masa forestal, en contraposición al alarmismo que venden muchos.

El aumento de la riqueza a nivel global se traduce en menos incendios y mayor masa forestal, en contraposición al alarmismo que venden muchos.

Acaba el verano y con él las ya tradicionales noticias relativas a los incendios. La última novedad al respecto son las más de 1.000 hectáreas de monte calcinado que ha registrado Galicia en los últimos días, debido a la mala baba de unos desaprensivos cuyos intereses -económicos, en su mayoría- deberían ser investigados en profundidad por las autoridades, dado que, en muchas ocasiones, son las propias Administraciones Públicas las que generan incentivos perversos para que se cometan este tipo de tropelías. No hay fuego para tanto pirómano.

Sin embargo, pese a que los incendios son un problema, lo cierto es que su incidencia real es muy inferior de lo que piensa el común de los mortales, cuyo diagnóstico sobre la situación ha sido moldeado a base de alarmismo y titulares catastrofistas por parte de los grandes medios de comunicación. Prueba de ello ha sido la vergonzosa ristra de mentiras y falsedades que políticos, periodistas y famosos de todo tipo han vertido a lo largo y ancho del planeta sobre los incendios del Amazonas brasileño.

Personajes de la talla de Madonna, Leonardo DiCaprio, Cristiano Ronaldo o el presidente francés, Emmanuel Macron, con millones de seguidores a sus espaldas, ilustraron sus denuncias en redes sociales con fotografías que o bien fueron tomadas muy lejos de la selva amazónica o bien tienen entre 20 y 30 años de antigüedad, sin contar las celebrities que no dudaron en adornar sus textos con incendios acaecidos tiempo atrás en Montana, India o Suecia.

La realidad de los fuegos, por el contrario, está a años luz del escenario apocalíptico que tratan de vender los ecologistas y sus siempre útiles lacayos. La masa forestal en Europa, por ejemplo, ha aumentado de forma muy sustancial durante el último siglo, tal y como recoge una detallada investigación elaborada por la Universidad de Wageningen, situada en Países Bajos.

Y lo mejor de todo es que no se trata de un hecho aislado, puesto que la misma tendencia se observa en el conjunto de los países ricos y en buena parte de las potencias emergentes, donde el progresivo aumento de la renta per cápita se traduce, igualmente, en una importante mejora de los indicadores medioambientales, incluyendo el cuidado de los bosques.

La deforestación no sólo se está frenando en seco a nivel mundial, después de que el ritmo de pérdida neta forestal haya caído del 0,18% anual en 1990 al 0,08% en el último lustro, según datos de la ONU, sino que algunos estudios concluyen incluso que la cubierta arbórea ha aumentado en más de 2,2 millones de kilómetros cuadrados desde 1982, superando en un 7% la superficie existente entonces.

Aunque el área de selva sigue menguando en los trópicos, esta pérdida se ha visto compensada por el incremento de superficie arbolada en el resto del planeta, especialmente en las regiones agrícolas de Asia, donde los casos de China e India resultan paradigmáticos, al tiempo que el número y la gravedad de los incendios no ha dejado de disminuir a nivel global, según las observaciones por satélite realizadas por la NASA.

Y España tampoco se queda atrás en esta materia, puesto que el número de siniestros forestales ha bajado un 26% en la última década, la superficie afectada un 31% y el número de grandes incendios (más de 500 hectáreas) hasta un 60%, tal y como revela la última estadística oficial del Ministerio de Agricultura.

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Las causas de esta mejoría a nivel mundial son, básicamente, dos. Por un lado, el incesante avance de la riqueza gracias a la expansión del capitalismo tras la caída del bloque soviético y la apertura de China, con el consiguiente desplome de la pobreza extrema (vivir con menos de dos dólares al día), cuya tasa se sitúa ya por debajo del 10%, algo inédito en la historia de la humanidad. El cuidado de la naturaleza empieza a cobrar relieve tanto a nivel social como político cuando la población alcanza un determinado nivel de renta para garantizar un mínimo bienestar. No es casualidad, por tanto, que los países más ricos, siendo a su vez los más libres desde el punto de vista económico, sean también los que presentan las mayores puntuaciones en materia medioambiental.

Y, por otro lado, el fuerte aumento de la productividad que ha registrado la actividad agrícola debido a la acumulación de capital (uso de maquinaria y fertilizantes). A pesar de que la población mundial se ha duplicado en los últimos 50 años, el uso de tierra agrícola por persona se ha reducido a más de la mitad desde 1961, de 1,56 hectáreas a apenas 0,7. Destaca el caso de África, donde la superficie per cápita se ha hundido un 70% durante el mismo período.

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Así pues, a diferencia de lo que pregona el ecologismo, cuyo objetivo es frenar el crecimiento y combatir la economía de mercado, el capitalismo y sus frutos se traducen en menos incendios, mayor masa forestal y menor superficie agrícola para alimentar a una población creciente. No, el catastrofismo que venden algunos, simplemente, no se sostiene.

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