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Amando de Miguel

La suerte de la crisis económica

Tenemos la suerte de que esta nueva crisis la va a gestionar por primera vez un presidente del Gobierno que es nada menos que doctor en Economía.

Como es sabido, las crisis económicas son recurrentes a lo largo de la historia contemporánea, lo mismo que los correspondientes momentos de bonanza. Pero los españoles tenemos la suerte de que esta nueva crisis que ahora asoma la va a gestionar por primera vez un presidente del Gobierno que es nada menos que doctor en Economía. Bien es verdad que el egregio doctor Sánchez no se refiere mucho a cuestiones económicas en sus discursos. Puede ser porque se trata de una materia difícil de entender por los legos en la materia, que somos casi todos. Pero el hombre que dirige nuestros destinos ha demostrado ser un gran economista empírico al organizar muy bien la compra de votos con el dinero público. El cual "no es de nadie", como aseguró una discípula suya muy ameritada.

Acabo de dar por hecho que la economía española está entrando en una fase de crisis. Espero que no se me tache de catastrofista o antipatriota. En la anterior fase de crisis, la de 2007, se hablaba ya de crisis en todo el mundo civilizado, pero el Gobierno español (socialista) seguía negando la amenaza para nuestra economía. Ahora sucede algo parecido: el Gobierno se refugia en el eufemismo de "desaceleración", aunque sigamos estancados con la vergüenza de más de tres millones de parados.

Uno de los líderes de los empresarios, el señor Garamendi ("monte elevado" en vascuence) ha sido tajante: "Un empresario no puede hablar de crisis. Yo no creo en la crisis". Que es como decir que no cree en la fuerza de la gravedad. Y añade: "Es solo un final de ciclo". Como circunloquio eufemístico puede pasar; como expresión de su actitud de colaborar con el Gobierno no puede ser más bizcochable, si se me permite el feliz neologismo introducido por Luis Herrero. Pero me temo que los capitales extranjeros van a contraer sus inversiones en España; lo mismo les da que se diga crisis que fin de ciclo o desaceleración. La obligación de un capitalista es ser sensible a la coyuntura económica, sea bonancible o crítica.

La crisis económica que llama ahora a la puerta no es una amenaza privativa de España. Es más bien un desarreglo europeo porque Europa cuenta ahora con una estructura demográfica muy poco productiva: demasiados viejos, pocos nacimientos, muchos inmigrantes mal dotados. La conclusión es que los servicios sociales resultan demasiado onerosos en Europa. Encima, nuestro continente ha perdido lo que en su día fue un timbre de orgullo: el predominio de la ética del trabajo, esto es, el culto al esfuerzo, al mérito. Son muchos los europeos potencialmente productivos que se encuentran trabajando en las actualizaciones, como hace a veces el ordenador caprichoso.

Al tratar la crisis económica el gran error es considerar que es solo económica, en el sentido de que puede corregirse con la política monetaria. Para empezar, las autoridades económicas españolas cuentan hoy con una escasa capacidad decisoria. España depende cada vez más de Bruselas, de Aquisgrán o de Francoforte. Además, aquí tenemos que pagar a 17 ministrillos regionales de Economía, que, para mayor inri, se dicen "consejeros autonómicos".

Menos mal que, como digo, ahora contamos con un futuro premio Nobel de Economía al frente del Gobierno de España, por mucho que lleve más de un año en funciones. Habrá que conseguir que se digne hablar de cuestiones económicas en sus alocuciones electorales, y no solo para dejar caer su preocupación primordial, que es la de subir los impuestos. No basta con asegurar que las pensiones se van a ajustar al índice de precios al consumo, puesto que el IPC tiende a decrecer. Por lo mismo, pasó la época en que los depósitos bancarios nos daban alguna rentita; ahora nos van a costar dinero el mantenerlos. Supongo que será una gran oportunidad para el negocio de cajas fuertes.

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