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La energía nuclear es imprescindible

¿Prescindiremos de una energía que produce el 50% de la electricidad libre de emisiones de la UE y evita 40 millones de toneladas de CO2 en España?

¿Prescindiremos de una energía que produce el 50% de la electricidad libre de emisiones de la UE y evita 40 millones de toneladas de CO2 en España?
Torres de refrigeración de la Central Nuclear de Trillo | C.Jordá

La cumbre COP25 llega en Madrid a sus últimos días y sobre su aura planea el fracaso de la negociación sobre el modelo que deberán tener los mercados internacionales de emisiones de carbono. Este fracaso nos deja con una COP25 que levantó muchas expectativas y, sin embargo, finaliza con una sensación de desazón y la realidad de que los gobiernos mundiales se muestran inoperantes ante el enorme reto al que nos enfrentamos.

En política energética conviene no caer presa de los dogmatismos y abordar las dificultades desde el análisis técnico y el debate sereno. En este sentido, ante la ingente (y para muchos utópica) tarea de descarbonizar la economía antes del año 2050, es imperativo contar con todas las herramientas que nos permitan avanzar en la dirección correcta. Toda tecnología que sea capaz de producir energía sin emisiones de gases de efecto invernadero debería ser no sólo tenida en cuenta, sino cuidada y protegida como un activo de valor incalculable.

Sin embargo, el reto al que nos enfrentamos está permeado de corrientes ideológicas que confunden el fin con los medios enarbolando posturas de difícil encaje racional. ¿Debemos prescindir de la fuente de energía que más electricidad produce en España? ¿Y si, además, esa fuente de energía no emite CO2, por qué queremos cerrarla? ¿Debemos prescindir de una fuente que produce el 50% de la electricidad libre de emisiones de Europa? ¿Debemos prescindir de una fuente que nos evita, en España, la emisión de 40 millones de toneladas de CO2 cada año? ¿Cómo se justifica esto de manera racional?

Pretender cerrar nuestras centrales nucleares, a la vez que se agita la bandera climática, es una contradicción en los términos, como un esqueleto obeso o como la nieve caliente, que decía el gran filósofo político húngaro Anthony de Jasay. Proclamar que existe una "emergencia climática" y, al mismo tiempo, defender el cierre de nuestras centrales nucleares para sustituirlas por la quema de gas o, como ha hecho Alemania, cerrar sus centrales nucleares y mantener abiertas sus centrales de carbón denota claramente que las agendas políticas viven al margen de lo que predican y que los estados no serán capaces de resolver el problema climático.

La realidad es que no lo conseguiremos, no lo conseguiremos si no abandonamos el dogmatismo y nos enfrentamos al problema con las herramientas reales de las que disponemos. No lo conseguiremos si no hacemos frente a la realidad y dejamos de sustituir el conocimiento por la fe de que aquello que deseamos se hará realidad. La energía nuclear es una energía limpia porque no emite CO2, es una energía sostenible porque paga y gestiona sus propios residuos (de hecho, es la única que lo hace), es una energía competitiva a precios de mercado y es una energía extraordinariamente segura. Es, en definitiva, una energía imprescindible, para la sociedad, la economía, el bienestar y el clima.

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