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José García Domínguez

Combatir el virus con el helicóptero de Bernanke

Ante el desastre inminente que se nos viene encima, y con el arsenal de las políticas convencionales prácticamente agotado e inservible, el BCE podría planteárselo.

Ante el desastre inminente que se nos viene encima, y con el arsenal de las políticas convencionales prácticamente agotado e inservible, el BCE podría planteárselo.
Laminas de billetes de 200 euros | BCE

¿Se acuerdan del helicóptero de Bernanke? Allá por 2012, en lo peor de la Gran Recesión, el presidente de la Reserva Federal desempolvó una vieja idea de su maestro Milton Friedman, el gran mentor teórico de la Escuela de Chicago, que, a efectos de su divulgación entre el público profano, el autor ilustró apelando a la imagen de un helicóptero que comenzase a dejar caer billetes de bancos sobre las aceras de las calles para que la gente los recogiese. Por lo demás, no se trataba de ninguna broma. Todo lo contrario. Ante una situación de crisis profunda de la economía provocada por algún factor exógeno (por ejemplo, la irrupción de un virus tan letal como incontrolado), colapso que llevase a un peligroso estancamiento deflacionario por la caída de la demanda agregada en el conjunto del sistema, caída provocada a su vez por el desplome de los ingresos salariales de los consumidores, el liberal radical Friedman consideraba muy en serio la posibilidad teórica de incrementar la demanda agregada por esa vía, la de transferir directamente dinero desde el banco central a los bolsillos de los ciudadanos particulares.

Y lo razonó en los siguientes términos: si los precios en los mercados comenzaran a caer provocando deflación en un contexto de alto endeudamiento tanto de los particulares como del sector público, situación muy peligrosa que podría operar de catalizador de una profunda recesión crónica, el banco central podría exorcizar el peligro haciendo una transferencia directa de medios de pago, de dinero, a los ciudadanos, siempre, aclaraba Friedman, que esa donación fuese acompañada de la certeza de que tal expansión de la oferta montaría sería excepcional y, por tanto, única en el tiempo. Así las cosas, los consumidores podrían gastar libremente todo ese dinero para, en el supuesto particular que planteó Friedman, empujar la inflación hasta el nivel deseado por el banco central. No, no es ninguna locura. Y puede hacerse. Cuando Bernanke lo planteó, en 2012, añadió que la fórmula más viable de implementar la idea podría concretarse en una fuerte reducción generalizada de los impuestos directos, algo que lógicamente llevaría asociada la consiguiente merma de la recaudación fiscal, quebranto que debería ser compensado con la creación adicional de dinero por el banco central.

La única diferencia entre el dinero lanzado desde el helicóptero y las ahora ya célebres políticas de flexibilización cuantitativa, las compras masivas de bonos y deuda privada por parte de los bancos centrales que estrenó Bernanke, reside en que, en el caso del helicóptero, el dinero iría rápidamente y sin intermediarios a las manos de los consumidores, que a su vez se apresurarían a gastarlo. Estamos hablando o, mejor dicho, está hablando Friedman, de monetizar la deuda suprimiendo la autonomía del banco central, y de hacerlo, huelga decir, solo en ciertas situaciones excepcionales y extremas. Ante el desastre inminente que se nos viene encima a todos los europeos, que no solo a los españoles, y con el arsenal de las políticas convencionales prácticamente agotado e inservible, el BCE podría planteárselo. Ante realidades extremas, soluciones extremas.

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