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EDITORIAL

La peronización de España

Están en riesgo tanto los cimientos económicos de la sociedad como la propia pervivencia del orden constitucional.

Podemos ya no esconde que pretende convertir a España en un predio peronista. Tras años intentando enterrar –sin éxito– las loas que sus capos dedicaban a la Venezuela chavista, la Cuba castrista y la Argentina peronista en cualquier asamblea que se les pusiera por delante, ahora se quitan la careta socialdemócrata que tanto les repugnaba. La ministra de Igualdad, Irene Montero, lo tiene claro: su referente es el modelo que la mafia kirchnerista instauró en Argentina para saquearla a modo, terminar de devastarla y apartarla de la senda de las democracias liberales dignas de tal nombre.

Para la potentada comunista Irene Montero, la hipercorrupta Argentina de la cleptócrata Cristina Fernández de Kirchner –que, en un movimiento inaudito en cualquier país no mancillado por el peronismo, designó a su candidato a la Presidencia de la nación, que a su vez cumplió su papel de marioneta designándola su candidata a la Vicepresidencia– es "un ejemplo para construir formas de organización social que no dejan a nadie atrás". Sin vergüenza dice esto Montero de un país con unas tremendas desigualdades cebadas por el peronismo, y especialmente en los últimos lustros por su avatar kirchnerista, que vive precisamente del voto cautivo de vastas masas de descamisados alimentadas con cantidades industriales de odio retórico y muy magras aportaciones económicas o materiales.

La descalificable ministra de Igualdad, terriblemente responsable de la feroz pandemia que está matando a miles y miles de españoles por su fanático e incesante llamamiento a la movilización para las siniestras manifestaciones del 8-M, pretende acabar con la "feminización de la pobreza" y la "especulación salvaje" urgiendo a la UE a emprender una movilización general "antifascista". En éstas está, sí, la ministra contagiada que quizá contagió a decenas de personas en la manifestación madrileña del 8-M. Con al menos 20.000 muertos, en éstas está la insensata ministra que jamás ha salido de una asamblea universitaria de la peor estofa. Nunca mereció ser ministra, este contraejemplo de feminismo que ha medrado a la sombra del gran macho podemarra. Ahora es directamente indigna del cargo.

Aprovechando el desbarajuste general que han provocado el coronavirus y el letalmente incapaz Gobierno del que forma parte, su semejante Pablo Iglesias está volcado en la intervención de la economía nacional. El ingreso mínimo vital es su nueva gran apuesta, el último pulso que ha ganado en el Consejo de Ministros. A pesar de que, al parecer, los socialistas insistían en que se trata de una medida que "no se puede improvisar" y que tardaría "meses" en implantarse, por su complejidad y la ingente cantidad de recursos que ha de comprometer, todo apunta a que va a salir adelante cómo y cuando quiera la facción chavista-leninista del Gobierno. El pusilánime ministro de Seguridad Social, José Luis Escrivá, consentirá echarse a un lado y dejará en manos del liberticida Iglesias –que quitaba el sueño al tartufesco candidato Pedro Sánchez– la ejecución de ese programa para la compra masiva de votos.

Llevar a la miseria a la ciudadanía para luego acudir al rescate de vastas capas de despojados con una mísera paga de 500 euros al mes era hasta hace sólo unas semanas una maquiavélica maniobra chavista de imposible aplicación en España. Pero la pandemia del coronavirus, cebado por la inacción del Gobierno del 8-M, ha transformado radicalmente el escenario. Las confiscaciones al sector privado, la tributación compulsiva, el gasto público indiscriminado, el control de precios, la censura de los medios de comunicación… son herramientas de devastación social que permitieron afianzarse en el poder a los peronistas en la Argentina y a los chavistas en Venezuela. Y Pablo Iglesias no quiere otra cosa que seguir los pasos de sus grandes referentes hispanoamericanos.

El peronavirus convirtió Argentina, en tiempos uno de los países más prósperos y prometedores del planeta, en un penosísimo caso de Estado fracasado incapaz de dejar atrás los múltiples problemas que tiene planteados. De hecho, la República Austral ha anunciado por enésima vez a sus acreedores que no puede hacer frente a su deuda y les ha solicitado una quita. "Hoy Argentina no puede pagar nada", ha reconocido el ministro de Economía, Martín Guzmán, en unas declaraciones que podrían considerarse inconcebibles si no provinieran de un peronista con mando en plaza.

Esto es lo que hay: un país ahogado por la inflación y al borde de la quiebra es el modelo de los socios de Sánchez el Felón. Y no porque les falte información sino porque es precisamente lo que quieren: detentar el poder a costa de una ciudadanía rebajada a la condición de masa subvencionada.

Y a todo esto, las perspectivas económicas no pueden ser más espeluznantes. El FMI augura para este año una caída del PIB del 8%, la mayor desde la Guerra Civil; pero es que el BBVA de hecho apunta a un formidable colapso del 13%. El Consejo General de Economistas apunta a un déficit nunca visto del 15,21% y a una pérdida de recaudación de 40.000 millones de euros. A día de hoy, ya hay 3,9 millones de españoles afectados por un ERTE, 3,5 millones apuntados a las listas del paro, 1,4 millones de autónomos en cese de actividad, y sólo el 42,8% de las empresas ha logrado seguir adelante con su quehacer.

Estamos, sí, en el terrible 'cuanto peor, mejor' que anhelaba un Pablo Iglesias que sabe, como supo su venerado sociópata Lenin, que en condiciones normales jamás podría hacerse con el Poder. Él no se va a detener y la situación no puede ser más grave. Están en riesgo tanto los cimientos económicos de la sociedad como la propia pervivencia del orden constitucional.

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