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Florentino Portero

Presupuestos, medios y fines

Pedir a la oposición de centro-derecha que apoye los presupuestos de una mayoría de socialistas, comunistas, nacionalistas e independentistas es un sinsentido.

Pedir a la oposición de centro-derecha que apoye los presupuestos de una mayoría de socialistas, comunistas, nacionalistas e independentistas es un sinsentido.
Sánchez y Casado, este miércoles | David Mudarra

Son estos tiempos de confusión y de deterioro del marco institucional que nos ha permitido disfrutar de cuatro décadas de bienestar y libertad. Ya no es solo el empeño en rectificar la Transición y ganar la Guerra Civil. También nos encontramos frente a una alteración, entre voluntaria e inconsciente, de lo que supone la vida parlamentaria. De pronto nos hallamos ante una campaña orquestada por el Gobierno para doblegar resistencias y facilitar la aprobación de unos Presupuestos que ni siquiera se han presentado. Campaña a la que se suman, con tanta complicidad como irresponsabilidad, nuestros líderes empresariales, dispuestos a lo que sea para acceder a los favores del BOE. El resultado es que entre unos y otros convierten una ley de presupuestos en un fin en sí mismo, pervirtiendo el correcto funcionamiento del Parlamento, resultado de años de experiencia.

En las democracias liberales los Parlamentos funcionan mediante el juego de mayorías. Tras unas elecciones, si ningún partido ha logrado la mitad más una de las actas en liza, se inicia un proceso de contactos, en nuestro caso animado por el Rey, para llegar a un acuerdo entre distintos partidos que juntos pueden conformar una mayoría. Esa mayoría se cohesionará en torno a un programa de Gobierno, es decir, en torno a una política. En países serios, pongamos el caso de la República Federal de Alemania, a ese programa se llega tras meses de negociación, se firma ante notario y se hace público. Un programa, una política, es un fin en sí mismo porque aporta el fundamento para una acción de gobierno.

Unos Presupuestos son por definición un instrumento al servicio de un fin, la política acordada por la mayoría. Es a la mayoría, configurada en el debate de investidura, a quien corresponde valorar si esos Presupuestos, si esos dineros ordenados en partidas, responden a la política acordada. La oposición es, por definición, ajena a esa política y, por lo tanto, contraria a su ejecución vía presupuestos. Pedir a la oposición de centro-derecha que apoye los presupuestos de una mayoría de socialistas, comunistas, nacionalistas e independentistas es un sinsentido o, peor aún, una irresponsabilidad.

Es tiempo de unidad. España se enfrenta a una crisis sin precedentes desde hace décadas, y tan importante es mantenernos unidos como disponer de una estrategia de reconstrucción y crecimiento. Eso es obvio, pero no pasa por aprobar unos Presupuestos cuya mayor utilidad es desatascar una situación y garantizar a Pedro Sánchez dos años más en la Moncloa. Los Presupuestos son instrumentos, medios para hacer viable una política. Lo que necesitamos es constituir una nueva mayoría en torno a una estrategia de reconstrucción acorde con las afortunadas exigencias que nos llegan desde Bruselas.

Para muchos españoles hubiera sido gratificante haber escuchado de nuestros líderes empresariales esta exigencia y no hacer de palmeros de un prestidigitador dispuesto a afirmar lo que le interesa en cada momento. De ellos cabría esperar un mejor conocimiento de nuestro sistema político y un mayor pudor. Hay quien se ha decantado por unos nuevos Pactos de la Moncloa, acuerdos que resultaron fundamentales para estabilizar la economía durante la Transición. No, no es una buena idea. Entonces ni teníamos Constitución ni sistema político. En aquellos días había que recurrir a medidas extraordinarias. Hoy tenemos Constitución y Parlamento, que, si bien maltratados por quienes deberían cuidarlos, pueden cumplir perfectamente su misión.

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