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Hugh Osmond: "Al hundir la economía perdemos calidad de vida y la salud se resiente"

El empresario británico, uno de los hombres más ricos de su país, pide adaptarse al covid-19 y rechaza los confinamientos generalizados.

El empresario británico, uno de los hombres más ricos de su país, pide adaptarse al covid-19 y rechaza los confinamientos generalizados.
Elempresario británico opina sobre la gestión del covid-19 | Hugh Osmond

Nacido en 1962, Hugh Osmond es uno de los hombres más ricos de Reino Unido, con una fortuna valorada en 315 millones de euros. Se formó en Medicina, en el Merton College de Oxford, y posteriormente desarrolló una fructífera carrera en el ámbito de la empresa y las finanzas. Tras pasar por Estados Unidos y trabajar en un banco de inversión con sede en Madrid, regresó a las islas y lanzó con éxito distintos proyectos, como la salida a bolsa de Pizza Express, la creación de la mayor cadena de pubs de Reino Unido (Punch Taverns) o la consolidación de un exitoso vehículo de inversión desde el que ha impulsado grandes operaciones asociadas a todo tipo de sectores, desde los seguros a la hostelería.

Preocupado por la deriva intervencionista que ha propiciado la pandemia, Osmond ha publicado diversos artículos de opinión y ha comparecido en diversos programas de televisión para defender la importancia de adaptarse al covid-19 con medidas más flexibles y menos restrictivas. Libre Mercado se ha entrevistado con él para conocer sus valoraciones de manera más profunda y acercar su punto de vista al público español.

La pandemia nos ha enfrentado, de la noche a la mañana, con un enemigo invisible que provoca pavor por su demostrada letalidad, pero ¿hemos reaccionado adecuadamente ante semejante reto?

Creo que la respuesta a la covid-19 ha sido, esencialmente, equivocada, porque ha tendido a ignorar buena parte del conocimiento disponible sobre enfermedades de este tipo. No es esta la primera epidemia con estas características. Sin embargo, hemos basado toda la respuesta de política sanitaria en modelos desfasados que no pueden capturar la verdadera forma en que opera esta enfermedad.

Básicamente, los modelos del Imperial College han sido la fuente esencial de la que han bebido casi todos los gobiernos y, sin embargo, el tiempo los ha puesto "en cuarentena"…

La covid-19 recuerda a un sistema caótico del tipo que no podemos monitorizar con tanta certidumbre como insinúan los modelos. Por eso, creo que el error de partida fue ese, el de basarse en modelos que se han demostrado fallidos en vez de recoger el conocimiento en materia de epidemias similares y adaptar la estrategia sanitaria. Por eso creo que la respuesta ha sido errónea desde la raíz.

¿Y cuál ha sido el mayor error de todos? ¿Qué es lo que más "caro" nos ha salido?

Sin duda creo que lo peor que hemos hecho ha sido no diferenciar entre aquellos grupos que podemos considerar de riesgo y el resto de grupos que tienen mucha menos vulnerabilidad a la covid-19. Si contraes el ébola, la mortalidad ronda el 50%, lo cual es altísimo. Puede que si eres una persona muy sana ese riesgo baje a 25% y que si estás en un grupo más vulnerable ese porcentaje sea del 75%, pero uno y otro porcentaje son elevadísimos.

Sin embargo, con la covid-19 ocurre algo muy distinto.

Efectivamente. La letalidad de la enfermedad se concentra mucho más. De los hospitalizados, se estima que un porcentaje muy elevado de ingresados deviene en fallecimientos. Sin embargo, los hospitalizados son solo una fracción de los infectados. Por lo tanto, hay que tener en cuenta esa variabilidad a la hora de evaluar el riesgo que implica esta pandemia. Para una persona de más de 70 años, el riesgo asociado al coronavirus es centenares de veces más alto que para alguien de 35 años. Eso debió ser considerado a la hora de diseñar políticas de respuesta.

Me reconocerá, en cualquier caso, que hay complejidades propias de este virus que dificultan la respuesta.

El periodo previo a la etapa sintomática de quien se contagia por esta enfermedad parece ser más prolongado que el de otras enfermedades similares. La gripe se manifiesta rápido, normalmente en uno o como mucho dos días, y la gente actúa enseguida, se aísla, se medica y se recupera. Con la covid-19 parece que puede haber tres o incluso cuatro días en los que no se manifiestan síntomas, lo que favorece su transmisión.

España ha sufrido una mortalidad muy elevada. Lo mismo se puede decir de Reino Unido. ¿Cómo puede ser que estemos peor que Italia, habiendo sido el país transalpino la "zona cero" de la pandemia?

La mayoría de los decesos que se conocían a mediados de febrero estaban concentrados entre los mayores. Lo vimos primero en China, luego en Italia… Más del 95% de las muertes venía de las personas con más edad. También resultó evidente que la propagación era rápida, porque los contagios se multiplicaban de forma exponencial. El ciudadano de a pie no tenía por qué estar informado de eso, pero cualquier autoridad sanitaria tendría que haberlo tenido claro a esas alturas de la película, más aún ahora que han pasado nueve meses. Pero eso no pasó en España y tampoco en Reino Unido, no se tomaron en consideración las experiencias de China o Italia y ahora en la segunda ola tampoco parece que la respuesta tenga en consideración la evidencia de estos nueve meses.

Entiendo que se opone al confinamiento continuado, pero ¿fue necesario?

Solo si llegas tarde y solo para evitar los problemas de capacidad que se dieron en la primera ola en los sistemas sanitarios y tomar algunas medidas básicas basadas en reforzar la protección de los mayores habría evitado alrededor del 75% de los fallecidos de la primera ola. Ahora en la segunda ola es lamentable que sigamos volviendo a lo mismo.

¿Hay casos de éxito?

Sí, en la OCDE te encuentras con países que lo han hecho muy bien, como Alemania o Japón, que tienen una mortalidad muy reducida porque evitaron el colapso sanitario y se cuidaron sobre todo de proteger a los grupos de riesgo. Prueba de ello es que no registraron brotes masivos de propagación en residencias de mayores, que han sido el foco de parte importante de los fallecidos que sí hemos tenido en los países europeos que peor lo han hecho.

¿La fácil propagación del virus explica que, allí donde no han sido tan efectivos, la mortalidad sea muchísimo más alta?

Esa es la clave. Por ejemplo, tengo claro que no todas las hospitalizaciones que se dieron en nuestros países durante el primer semestre fueron por la covid-19. Cruzando datos de ingresos graves y fallecimientos hospitalarios, lo que encuentro es que el 20% ingresaban con un positivo de covid-19, pero alrededor del 80% fallecía por la infección. Hay, pues, un diferencial que sugiere que, quizá, hubo aún más muertes de las que debería haber habido porque ni siquiera en los hospitales se frenó la propagación. Ahí están los datos de sanitarios infectados, esa es la mejor muestra de que, en efecto, hubo transmisión entre enfermos que murieron por coronavirus pero no entraron en los hospitales por la enfermedad.

Se ha hablado mucho de "test masivos". ¿Qué opina de ese tipo de enfoque?

En la primera ola, la reacción fue muy lenta y errática con los test. Se favoreció solo el examen por PCR, pero había test con menos sensibilidad, pero también menos coste y menos plazo. Conociendo el diferencial de sensibilidad e interpretándolos con ajustes matemáticamente sensatos, los resultados de esos test rápidos podían haber ayudado a evitar muchas infecciones, porque no suponían un problema para el sistema sanitario y tampoco requerían uno o dos días de espera, por la sobrecarga. Aunque no tengas la misma fiabilidad del PCR, tenías rapidez y, por lo general, un diagnóstico más veloz. Eso es fundamental en una pandemia de este tipo, que se ha propagado masivamente.

¿Cuál es su apuesta para esta segunda ola?

Una estrategia de adaptación, que se centra en tomar medidas concretas y que minimiza los fallecimientos porque gira en torno a proteger a los grupos de riesgo y a encontrar medidas sensatas que permitan mantener la actividad económica y social de forma relativamente segura.

¿En qué indicador deberíamos fijarnos?

Necesitamos que el gobierno diferencie entre el riesgo de contagio y el riesgo inherente al contagio. Si tomas el número de contagiados que revelan las estrategias de test masivos o los estudios de seroprevalencia y lo comparas con las hospitalizaciones, puedes ver por qué esto es importante.

Los jóvenes, ¿están siendo irresponsables?

Hay que hablarle a la juventud y explicarles el rol que pueden jugar como propagadores. Muchos ya son conscientes de ello, pero si algunos no lo son es importante que sepan que, aunque ellos pueden hacer vida con normalidad, los mayores deben tener más cuidado. Hay riesgos asociados a los encuentros entre personas de distintas generaciones, eso tenemos que saberlo. Pero los jóvenes también tienen que hacer su vida, no podemos encerrarles continuamente, su desarrollo personal es fundamental para nuestro futuro.

Mucha gente empieza a notar la crisis económica, pero cuando leen que se siguen infectando miles de personas, el miedo les atenaza y les tiende a favorecer confinamientos masivos en vez de soluciones más ajustadas a los riesgos de la enfermedad.

Tenemos que tomar en consideración lo que sabemos y actuar en consecuencia. Los drásticos confinamientos del primer semestre no redujeron la incidencia hasta el punto de disipar la propagación, de modo que las restricciones del segundo semestre tampoco lo van a conseguir. Sin embargo, es cierto que hoy tenemos menos muertes, porque hay una mayor concienciación de proteger a los grupos vulnerables, que debe ser la máxima prioridad, y una mentalidad comprometida con garantizar la capacidad sanitaria, por ejemplo aumentando la capacidad. En cuanto a las reuniones masivas, hay que tener algunas restricciones pero, si se pueden garantizar ciertos mínimos, sí podemos tener una cierta normalización de muchas actividades.

¿Somos conscientes del alcance que tiene ya esta crisis y lo que implica para nuestro futuro?

El primer confinamiento provocó desplomes del PIB sin precedentes, muy por encima de la Gran Depresión que estalló en 1929 y de los descensos de actividad asociados a la I y II Guerra Mundial. Las finanzas públicas están arruinadas. Alrededor de tres de cada cuatro empresas dedicadas al comercio o la hostelería consideran el cierre. Y en esas circunstancias, las nuevas restricciones que se están aprobando llegan a las puertas de Navidad, con toda la riqueza perdida que eso puede suponer para las empresas y, evidentemente, con el impacto que eso tiene para las personas, las familias, las tradiciones sociales, las celebraciones religiosas…

Es más fácil decretar el confinamiento cuando tu sueldo está garantizado y no pagas las consecuencias de las restricciones…

Se están perdiendo muchos empleos que no se pueden adaptar al teletrabajo. Negocios que son fundamentales en nuestra estructura económica están viéndose obligados a cerrar las puertas porque ya no aguantan más. Creo que estamos engendrando una recesión que puede tener consecuencias muy severas.

Necesitamos comer y respirar, como ha dicho en España un célebre empresario…

La economía es vital para sostener nuestras vidas. Llevamos décadas estudiando el vínculo entre buena salud y desarrollo económico, la conclusión es clara. Cuando enfrentamos una depresión muy grave, la salud se resiente a corto, medio y largo plazo. Las caídas tan fuertes de la producción que ha vivido Venezuela, por ejemplo, han terminado produciendo hambre, han aumentado la mortalidad infantil, han hecho que el ciudadano medio pierda decenas de kilos de peso… Nadie puede discutir eso. Y con la covid-19 pasa algo así. Al hundir la economía, perdemos calidad de vida.

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