El Gobierno se está pensando eliminar de los Presupuestos del Estado de 2002 el objetivo de cerrar con superávit. La verdad es que nadie se lo pedía. La Unión Europea para este año y el que viene exigía equilibrio, dejar las cuentas con déficit cero. A mí siempre me pareció una machada innecesaria, teniendo en cuenta que hay muchos gastos pendientes sin contabilizar y muchas cosas por mejorar, muchos impuestos por bajar. Ponerse objetivos ambiciosos a veces da resultado como estímulo. Otras, sirve únicamente para hacer el ridículo, como le gustaba tanto hacer a Solchaga.
El problema en este momento es que la causa de que el Gobierno se lo esté pensando es que las causas pueden ser bien otras y bien distintas. Es que realmente no vamos a llegar con superávit si las cosas económicamente hablando siguen como hasta ahora o empeoran. En Estados Unidos, que es la madre del cordero, en este caso del mal de todos, ya que a Japón lo hemos dado por muerto y a Alemania por herida, no se ve nada clara la salida de la crisis. Van siete revisiones a la baja de los tipos de interés y la economía no reacciona. Más bien el pesimismo es tan infernal que los despidos anunciados en multinacionales de postín se cuentan por miles. Decían que el segundo semestre iba a ser el de la salvación, pero más quisiera Greenspan.
En este contexto desolador, en el que obviamente las cifras de crecimiento de España se ralentizan, se impone ser algo más coherente con lo que está ocurriendo, señalando bien el daño que nos puede hacer, y no hacer previsiones tipo brindis al sol. La situación mundial ha empeorado, España va a acrecer menos, va a haber menos actividad, el Estado ingresará menos y deberá gastar también menos. Parece coherente dejar para otro momento las previsiones imposibles y las machadas.
© Carmen Tomás para OTR-Press.

Objetivos imposibles
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