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José T. Raga

Pensé que...

Llegarán los millones por cansancio, no por convicción.

Cuántas veces hemos oído este comienzo en una frase, buscando una disculpa o satisfacción. Suele ser el comienzo de los malos estudiantes cuando acuden a una revisión de exámenes pretendiendo aprobar lo que profesor había suspendido. 

Pero no sólo es propio de los jóvenes estudiantes, sino de tantas otras personas que, por incompetencia o por negligencia, se enfrentan a un rechazo de proyecto, obra o acción, por insuficiencia, vicio en sus fines o caducidad en el plazo fijado.

Algo de esto debe de pasarle al Gobierno en su búsqueda –ancla de salvación económica– con los 140.000 millones de euros que se esperan de la Unión Europea. Millones ya vendidos por el presidente Sánchez como un éxito político en más de una ocasión; abusivamente en período electoral.

La cuestión es bien sencilla: la UE se había propuesto ayudar a los países afectados por la pandemia del covid-19, a fin de que con la mayor urgencia pudieran relanzar sus economías, generar riqueza, crecer en el empleo y atender las necesidades de la comunidad de modo sostenible, disminuyendo su nivel de endeudamiento en un horizonte prometedor.

Naturalmente, el buen administrador de recursos se caracteriza por exigir que el destino de los asignados garantice el fin pretendido; o lo que es lo mismo, que demuestre la eficiencia esperada de las ayudas. Es decir, quiere conocer el plan al que se destinará la ayuda.

Pues bien, el Gobierno ha reconocido que ha tenido más de cien reuniones con las autoridades y el personal técnico de la Comisión Europea. Y el plan sigue siendo difuso y confuso en sus objetivos, en sus compromisos y en su implantación. ¡Hasta dónde, la paciencia de la Comisión! 

Por lo que sabemos, el Plan de Recuperación, presentado y rechazado en varias ocasiones, consta de 212 medidas, de las que 102 son reformas y 110 son inversiones proyectadas. Yo preferiría –pero no soy el Gobierno– que no pasaran de la cuarta parte, pero claras y comprometidas.

Su estructura es compleja, cual correspondería a una mente cartesiana, que no es la del presidente del Gobierno. Así, aquellas se integran en cuatro ejes transversales, donde no falta la transición ecológica ni la igualdad de género. 

Esos cuatro ejes se moverán a través de diez políticas palanca –sin duda, alguien recuerda que mediante una palanca conseguimos con menor esfuerzo lo que se propone la fuerza impulsora–. Dichas políticas palanca son las llamadas a mover los treinta componentes, los cuales, en su seno, alumbrarán –no hay plazo para el parto– los proyectos y reformas que se proponen.

Tras semejante galimatías, la propia Comisión debe haberse preguntado: concretando, ¿qué va a ser? y ¿cómo y cuándo será? Además, ¿es el Plan que requiere España, integrada por 17 Gobiernos autonómicos y 8.138 Gobiernos locales, o son caprichos del Gobierno central? 

De esas más de cien reuniones con personal de la Comisión ¡cuántas habrán empezado diciendo pensábamos que…! Llegarán los millones por cansancio, no por convicción.

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