Menú
Domingo Soriano

De adorar a Greta a planchar de madrugada: lo que no queremos mirar en la factura de la luz

El principio final es bastante claro: hay que pagar todos los costes a los que nos hemos comprometido.

El principio final es bastante claro: hay que pagar todos los costes a los que nos hemos comprometido.
Teresa Ribera, vicepresidenta cuarta del Gobierno y ministra para la Transición Ecológica, en un acto del PSOE sobre medioambiente, este viernes en Madrid. | EFE

Uno de los lugares comunes de la política española es que a nuestros líderes les falta mirada a largo plazo, compromiso, acuerdos, estabilidad... En lo que hace referencia a la legislación sobre la energía, especialmente la eléctrica, eso no es cierto. Sí, puede haber pequeñas diferencias entre los gobiernos sucesivos y ajustes menores en el Congreso. De hecho, los hay a menudo y a primera vista podría parecer que también aquí damos bandazos legislativos.

Pero no es verdad. En lo fundamental, España lleva al menos 20 años caminando en la misma dirección. Cuando gobierna el PSOE, los votantes del PP culpan a los socialistas de la subida de la luz; cuando son los populares los que están en la Moncloa, todo es responsabilidad de sus manejos con las eléctricas. Pero la realidad es que en esto los dos grandes partidos coinciden. Y es lo que la ciudadanía exige en manifestaciones multitudinarias, es la posición mayoritaria en las secciones de opinión de nuestros periódicos, hay decenas de campañas de publicidad cada año que nos piden compromiso al respecto e incluso menudean las declaraciones de numerosos famosos. Podemos decir que esto sí es una política de país. Queremos pagar más por la luz a cambio de reducir nuestras emisiones. Lo que no está tan claro es por qué luego nos enfadamos tanto cuando esa política da los resultados que le hemos pedido.

Porque la factura de la luz que abonamos los consumidores españoles es la consecuencia de nuestras elecciones. O de las elecciones de nuestros representantes. Y en esto no hay diferencias entre lo que se aprueba en el Congreso y lo que demanda la sociedad, un concepto poco claro en ocasiones pero que en este caso se sustenta en un apoyo popular que parece ser muy mayoritario.

Esta semana ha sido el turno de los memes sobre planchar de madrugada y de la discusión sobre los nuevos tramos horarios. Pero, más allá de las bromas, hay una serie de datos objetivos, aunque no siempre presentes en el debate público:

1. Mirando hacia el pasado

Como apuntamos al comienzo del artículo, llevamos 20 años en esto. En realidad, si pensamos en cuándo comenzó el desmantelamiento nuclear, desde antes. El Real Decreto 436/2004, con el que se disparó el sistema de primas a las renovables (ya había ayudas antes, pero muy inferiores), lo aprobó el último Gobierno de José María Aznar, y el Ejecutivo de José Luis Rodríguez Zapatero incluso fue más allá de lo previsto inicialmente: "A finales de 2008 la potencia fotovoltaica instalada era más de 10 veces superior al objetivo fijado", según explicaba unos años después en Libre Mercado Pedro Mielgo, presidente de Red Eléctrica entre 1998 y 2004.

¿Mucho? No para los gobiernos españoles, que han mantenido el apoyo a las energías renovables desde entonces.

Es más, esta misma semana se ha iniciado la tramitación de un anteproyecto de ley con el que reducir los llamados "beneficios caídos del cielo" (windfall profits) de las nucleares y las hidráulicas, que supondrá un recorte de unos 1.000 millones de euros en la retribución que reciben las eléctricas. Sin entrar en el debate sobre el fondo del asunto (aquí, aquí o aquí, nuestro columnista Manuel Fernández Ordóñez explica su posición sobre las principales polémicas que rodean la factura de la luz), esta medida es una prueba más de otra política que podríamos llamar "de Estado": el castigo a las tecnologías que emiten CO2 no ha venido acompañado de neutralidad con el resto de opciones. Todos los gobiernos han apoyado a las renovables frente a la hidráulica o la nuclear (las más baratas en la actualidad entre las no contaminantes). De nuevo, es una alternativa legítima, pero con consecuencias.

2. Mirando hacia el futuro.

La España de 2050 será más cálida, árida e imprevisible que la de hoy. Si no adoptamos medidas contundentes con celeridad, las sequías afectarán a un 70% más de nuestro territorio, los incendios y las inundaciones serán más frecuentes y destructivos, el nivel y la temperatura de mar aumentarán, sectores clave como la agricultura o el turismo sufrirán daños severos, 27 millones de personas vivirán en zonas con escasez de agua, y 20.000 morirán cada año por el aumento de las temperaturas. Para evitar este escenario, tendremos que convertirnos en una economía circular y neutra en carbono antes de 2050, tomar medidas que nos permitan minimizar los impactos del cambio climático, y transformar el modo en el que nos relacionamos con la naturaleza. Esto implicará, entre otras cosas, cambiar radicalmente la forma en la que generamos energía, nos movemos, y producimos y consumimos bienes y servicios.

Este párrafo, de la introducción del documento "España 2050" que presentó hace unas semanas Pedro Sánchez, deja claro que lo apuntado sobre el pasado es sólo un anticipo de lo que nos espera para el futuro.

El Gobierno cree que hay que tomar medidas contundentes. De hecho, dibuja un escenario de pesadilla si no se hace. En Libre Mercado, nuestra línea editorial es claramente contraria a este planteamiento. Pero también sabemos que nuestra posición es minoritaria.

Lo que no tiene sentido es hacerse trampas al solitario. Si queremos "cambiar radicalmente" la forma en que generamos energía, eso hay que pagarlo. ¿Por qué hay que subvencionar a las renovables o los coches eléctricos? Porque son más caros. Si fueran más baratos, las subvenciones sobrarían.

¿Y quién pagará esas medidas? Pues, como todas las subvenciones, los contribuyentes españoles. O en la factura de la luz o en impuestos, no hay otra alternativa.

3. Mirando hacia Bruselas

En este enlace de Eurostat pueden encontrar los precios de la electricidad para consumidores domésticos en los diferentes países de la UE. De nuevo, no hay sorpresas: aquellos gobiernos que han sido más proactivos en el impulso de las renovables (Alemania, Dinamarca, España...) son los que pagan el kWh más caro.

En Alemania, el Partido Verde incluso aspira a ganar las próximas elecciones. Lo que quiere decir que los votantes apoyan (al menos un porcentaje elevado de ellos) este tipo de medidas. Los alemanes también quieren pagar la luz más cara; o, si no quieren, asumen que es un peaje que deben soportar a cambio de reducir sus emisiones y de cerrar las centrales nucleares.

Y en apenas un mes, la Comisión Europea presentará un paquete de medidas conocido como Fit for 55 y que está dentro del European Green Deal, el gran plan de la Comisión para que el Viejo Continente lidere la reducción de emisiones a escala global. El alza en los precios de las últimas semanas se debe al encarecimiento de los derechos de emisión de CO2 en toda Europa, otra política en la que la UE quiere incluso acelerar lo anunciado anteriormente. ¿Queremos ser los primeros, los más verdes, el faro ecológico del planeta, un ejemplo para el resto? Pues hay que pagarlo.

4. Mirando los impuestos

Más del 50% de la factura son impuestos y costes políticos. Sí, es cierto. Y el IVA de la electricidad en España es más elevado que en otros países de la UE (aunque más bajo que en otros), a pesar de los mensajes que llegan desde el Gobierno de que no nos permitirían reducirlo.

Pero, de nuevo, nos engañaríamos si pensáramos que la solución es rebajar la carga tributaria a la electricidad. Si recortamos en la factura de la luz y no en el gasto, lo que quede pendiente habrá que abonarlo con otros impuestos. Si queremos subvencionar el coste de la electricidad no peninsular, pagar primas renovables, tener un bono social... podemos hacerlo, pero alguien tiene que pagarlo.

Es cierto que la factura es compleja. Es verdad que la mayoría de estos conceptos acaban enterrados en denominaciones genéricas que no terminan de explicar lo que hay y por qué lo hay. Ahí sí, los políticos juegan un poco al engaño con el consumidor. Pero el principio final es bastante claro: hay que se pagar todos los costes a los que nos hemos comprometido. ¿Se podrían pasar algunos conceptos a los PGE? Sí. Y los pagaríamos los mismos.

5. Mirando a los hogares y las pymes (o el transporte)

Esta semana se ha hablado mucho del momento del día en el que conviene poner la lavadora o si podremos enchufar el aire acondicionado. Y se ha hablado menos de aquellos agentes que no tienen esas alternativas. Nos referimos a las pymes, que están abiertas en su gran mayoría en el horario más caro y que verán, sí o sí, cómo sube su factura de la luz. También la gran industria sufre este tipo de decisiones desde hace décadas, porque suponen un palo más en la rueda de la competitividad de nuestras empresas.

Porque nuestros productos serán más caros a partir de ahora. Algo que no es una novedad, porque Europa lleva años pagando por su energía más que en otras regiones del mundo. También en el transporte, que no se ve afectado por la electricidad (o mucho menos que otros sectores) pero sí por los tributos a los carburantes y por otras medidas de descarbonización. ¿Todo esto tendrá impacto en el crecimiento y el empleo? Sí. ¿Merece la pena en la lucha contra el cambio climático? Ahí cada uno tendrá su respuesta.

6. Mirando a Greta

Hace un año y medio, Madrid recibió con todos los honores a Greta Thunberg, una adolescente sueca que se ha convertido en el icono de la lucha contra el cambio climático. Conferencias, manifestaciones, ruedas de prensa multitudinarias... Cuesta recordar otro personaje que haya generado tanta expectación en nuestro país en los últimos tiempos.

Pues bien, lo que Greta nos ha pedido (a los europeos en particular) es que "actuemos". Ése es el núcleo de su mensaje: que dejemos de pensar en la economía y hagamos lo que sea para reducir las emisiones. Aquel famoso discurso que lanzó en la ONU en otoño de 2019 giraba exactamente en torno a esta idea: "Estamos en el comienzo de un proceso de extinción masiva y sólo podéis hablar de dinero y de cuentos de hadas sobre un crecimiento económico eterno. ¿Cómo os atrevéis?", gritó en aquella ocasión.

Dicho y hecho. En el epígrafe anterior hablábamos de energía más cara, menos competitividad, menos empleo... Eso es lo que nos pedía Thunberg. Que estuviéramos dispuestos a sacrificar crecimiento a cambio de menos emisiones. Luego, los europeos se manifestaron con ella y exigieron a sus líderes que cumplieran sus deseos. Y estos les obedecieron. Y la factura de la luz se encareció. Y nuestras empresas son menos competitivas. Sí, eso es un sacrificio. Es lo que nos dijeron que teníamos que hacer. Misión cumplida.

Temas

En Libre Mercado

    0
    comentarios